Cuando por fin llega un mensaje de Francisco yo estoy decidida a ignorarlo, no pensaba responderle así que apenas vi que el mensaje era suyo tiré mi teléfono al sillón y seguí preparándome algo para comer. Miro la hora en el reloj de la cocina, a pesar de que la hora no fuera a salvarlo, las 21:10, más de 24 horas se había demorado en escribirme, había pasado más de un día alterada, imaginando diversas razones para su desaparición y luego posibles desenlaces de esto.
Decidí cocinarme algo, durante toda la mañana se me había hecho imposible comer, sentía el estómago apretado y pensar en comer me revolvía el estómago. A la hora de almuerzo el malestar no paró, pero si logré comer milagrosamente medio trozo de torta y ahora estaba decidida a comer algo más, algo que pudiera ser considerado una comida. Terminé de cocinarme y me eché en el sillón decidida a mirar una película, lo mejor que podía hacer era poner algún tipo de comedia, algo que me pudiera distraer y quizás subirme el ánimo. Logré comer el plato, mientras iba pasando la película iba calmándome y dejando que mi mente se distrajera, pero el teléfono a mi lado me llamaba, me tiraba a tomarlo y mirar el mensaje, pero la verdad tenía miedo a mirar el mensaje y ceder.
Estuve toda la película con ganas de tomar el teléfono, al final me puse como meta mirarlo al terminar la película. Si le respondía al menos ya habrían pasado dos horas, también estaba la posibilidad de que lo ignorara, cuál me parecía muy difícil y poco probable. Esperaba en ese mensaje una explicación de todo, a pesar de que fuera el fin por lo menos podría saber los motivos. Terminada la película tomé el teléfono y miré el mensaje.
"Te debo una explicación, llegando a Iquique hablamos."
"Lo siento."¿Toda esa espera para eso? No me podía dejar así, era claro que me debía una explicación, pero no quería esperar. ¿Necesitaba terminar en persona? De nuevo ahí estaba yo cuestionándome todo. Mi modo de vida antes era más simple, sin complicaciones, estos pensamientos eran mucho mejores cuando no iban acompañados de sentimientos, cuando podía imaginarle vidas a las personas que iban caminando por la calle, sus verdaderas vidas no me preocupaban, no influían en la mía.
Opté por no responderle y salí al balcón a mirar personas, pero en realidad hice un repaso de los últimos meses, cómo mis decisiones me habían llevado a eso. No podía pensar en otra cosa, intentaba centrar mi mente en otras cosas, el mar, los autos pasando, las personas... por momentos recordaba cuando Francisco era solo el hombre de traje y yo lo observaba tratando de entenderlo, de crearle una vida, ojalá hubiera podido descifrarlo todo al mirarlo, que estaba casado, que solo quería una aventura para volver a su matrimonio y a su vida feliz. Junto a Debora, la familia posiblemente perfecta de Debora.
¿Cómo había cambiado todo de manera tan repentina? Recordé esa noche en la que tuve miedo por lo que fuera a pasar cuando se fuera a Santiago y cómo después sentí calma, estando en sus brazos.
Me acomodo un poco más en la silla y trato de volver a concentrarme en la gente qué pasa. Parejas, pasaban solo parejas, me sentía molesta con la vida porque no solo se había arruinado mi relación con Francisco, también me refregaba en la cara lo que había perdido. Ya no quería mi soledad, extrañaba a Francisco, me había acostumbrado a nuestra rutina, a dormir acompañada, cocinar juntos o turnarnos a estar incluso en nada juntos, con música o simplemente el ruido del mar.
Tomo el teléfono y tengo muchísimas ganas de decirle que sí, que venga y me explique todo, me trato de hacer una historia en la cabeza que pueda ser válida para perdonarlo, para poder seguir cómo estábamos. En eso estoy y no sé en qué momento empiezan a caerme lágrimas por las mejillas, me limpio con las mangas del poleron un par de veces y luego me abrazo las piernas. Me siento tonta, siento que he dejado que Francisco juegue conmigo ¿Habrá digo algo verdad?
Me despierto de golpe, no sé en qué momento todo ese divagar y el cansancio consiguieron que me durmiera en la terraza, el sol ya había salido y tenía puesta una frazada encima. Noto qué hay ruido en la cocina y al ver me alegro por un segundo de ver a Francisco, me da la espalda, porque al parecer está cocinando. Mi alivio se desvanece cuando se da media vuelta y nuestras miradas se cruzan, lo recuerdo todo al ver la seriedad reflejada en sus ojos y vuelve a mí una mezcla de pena con rabia. Estás de vuelta, pero ya es tarde.
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El hombre de traje
RomanceIsidora quiere ser escritora y para inspirarse observa a las personas pasar frente a ella, inventándole historias a las personas que terminan dándole vida a sus personajes. Pero ¿Por qué no es capaz de inventarle una vida al hombre de traje?, extrañ...