Seguir durmiendo

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Solía imaginar todas las noches historias perfectas que querían que pasasen, algunas pasaban a medias, otras ni se acercaban.

Hasta que un día, una historia, una loca pero bonita historia decidió pasar.

Era verano, hacía calor, era tiempo de estar en la piscina tomando el sol, pero yo estaba en casa y  no me importaba, estaba centrada en un libro que me encantaba leer, hablaba del destino. Qué manera tan perfecta de decir que todo pasa por algo, que todas las personas y todas las cosas que pasan por tu vida en un momento determinado son por alguna razón. Lo que no sabía era que en muy poco tiempo me haría muy amiga de él.

"Empezaba el verano, cogía una mochila, mis ahorros y muchas ganas de conocer algún lugar nuevo, sentía que necesitaba volar, que si fuera un pájaro mi vida iría mejor, de un lado para otro, disfrutando cada paisaje, cada momento, disfrutando cada instante, pero no era un pájaro, no tenía alas, no podía volar, pero sabía que volar no era cuestión de alas sino de imaginar. Cogí un autobús, no quise saber el destino, simplemente pedí el primer billete. Llegué a una estación cercana y..."

¡Pi, pi, pi!

El despertador, no podía ser, estaba en la mejor parte de mi sueño, un sueño extraño, nunca me ha emocionado viajar y mucho menos sin rumbo, pero me gustaba la sensación al despertar de ese sueño, era rara pero con una magia especial, cerré los ojos, no podía dejarlo a medias, tenía que acabar aunque fuese imaginándolo.

"Era una estación conocida, no había ido muy lejos, quería seguir con mi viaje, compré otro billete, tampoco quise saber hacia dónde. Entre en otro autobús, quería mirar el billete y saber dónde iba pero no lo hice, me senté y observé por la ventana cada uno de los paisajes por los que pasaba, era todo precioso, hasta los campos vacíos tenían un encanto especial"

Abrí los ojos, ¿qué hacía? ¿Por qué seguía ese sueño? Normalmente me imaginaba a mi haciendo locuras con mis amigas, conociendo a mi príncipe azul o que se yo... pero nunca me imaginaba viajando. Lo más extraño era esa sensación, la sensación que recorría mi cuerpo con aquel sueño, medio sueño medio imaginación, ¿por qué? No lo entendía pero no era hora de pensar, tenía que levantarme, era mi primer verano con 18 años y quería aprovechar cada día, cada rayo de sol, como lo había hecho siempre pero de una manera especial.

Desayuné, me vestí y salí a la calle a buscar a mi madre, de camino me crucé con un autobús, no pude evitar pensar en el sueño que había tenido, ¿destino? Mi libro decía que el destino era todo, que hasta el más mínimo detalle sucedía por alguna razón. No, que tontería, ¿cómo va a ser un autobús parte de mi destino? Le di vueltas y vueltas a la cabeza hasta que me encontré con ella, mama ya había comprado, volvimos a casa, el autobús volvió a pasar. Ya no sabía si era el destino o no, solo sabía que quería llegar a casa, cerrar los ojos y seguir esa historia, fuera por algo o no, había algo que me conectaba con ese sueño.

"Fin del trayecto, bajé a toda prisa a la estación, esa ya no era conocida y mucho menos cercana, 5 horas de viaje, ¿dónde estaba? Observe a mi alrededor, comencé a andar hacia el interior de la estación, me frené, olía a mar."

Abrí los ojos, ¿olía a mar? No, olía a los macarrones de mi madre, era la hora de comer, tendría que seguir ese sueño en otro momento. "No sueñes tu vida, vive tu sueño" Mi frase favorita apareció en mi cabeza, ¿y si vivía mi sueño?

Junio acababa para dar paso a Julio, un mes que no imaginaba lo que me tenía preparado pero que nunca olvidaré.

El calor se apoderaba de cada rincón de la casa, me senté en el suelo y encendí la televisión, había pocas cosas que me gustaban pero probé suerte, nada, ni un canal que me entusiasmará.

Apagué la tele, me puse a dar vueltas por mi casa, aún era pronto para salir a la calle, apenas eran las 3 de la tarde.

Cambiar mi habitación, sí, necesitaba cambios, ella y yo. Esto para aquí, esto para allá, así estuve un buen rato hasta que di por finalizado el primer cambio de la tarde, el primero de muchos.

Me cansaba de la rutina, de cada día hacer lo mismo, necesitaba giros, cambios, ¡el sueño! Sí, necesitaba eso, cambiar de aires, irme a un sitio sin saber dónde, sola, encontrarme a mi misma, renovar energías, eso.

Pero había un pequeño problema, ya tenía 18 pero mis padres me tenían que dejar ir. Mi padre no me preocupaba pero mamá...

- No, no vas a ir a ningún sitio sola - dijo mi madre con total firmeza.

- Sí, tengo 18 años, mama se cuidarme, serán solo 3 días, 2 noches, no pido ni una semana, 3 días, por favor, necesito huir de la rutina, pensar que quiero en mi vida, ya tengo 18 y debo decidir muchas cosas, mi rumbo, mi camino -intenté convencerla.

- Todo suena muy bien pero no.

- Por favor mamá, lo necesito, necesito salir de aquí, volar – le contesté apenada por su cortante respuesta.

- 3 días y quiero que hablemos a todas horas –cedió sin mucho entusiasmo.

- ¡Prometido! Gracias mamá-acabé dándole un fuerte abrazo.

Regresé a mi habitación, me prepare una bolsa con todo lo necesario para esos días, ¡qué locura! De repente me entro miedo, miedo a irme a un lugar sola, sin conocer nada ni nadie, pero pensé en el sueño, era tan especial, tan mágico, que hizo que ese miedo desapareciese, estaba preparada. 

CASUALIDAD DEL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora