Salí de casa con la bolsa que me había preparado y fui a la estación. Estaba nerviosa, muy nerviosa, compré los billetes y esperé mi autobús. Le dije al conductor que no sabía dónde iba, le explique por encima mis planes y él me contestó que sin problemas me diría en que parada tenía que bajar. Nervios, más nervios, ¿estaba segura de lo que hacía? Sí, lo estaba. Era mi primera gran aventura, mi primer gran sueño que se iba a hacer realidad. ¿Gran sueño? ¿Desde cuándo? No lo era, ¿y qué era? No importaba, solo importaba que lo iba a realizar. Kilómetros y kilómetros, paisajes preciosos y unas cuantas paradas, por fin.
-Señorita, su parada – me dijo amablemente el conductor.
Esas palabras atravesaron fuerte mi pecho, mi corazón se aceleró.
Bajé. Mire a mi alrededor, no sabía dónde estaba, ni idea, ni si quiera podía imaginarlo. Di unos cuantos pasos hasta que me encontré el cartel de un mapa de esa ciudad, ¿ciudad? No, parecía un lugar pequeño. Efectivamente, era un pueblo, pero, ¿y el olor a mar? ¿Y esa sensación mágica del sueño? Se esfumó, poco a poco se iba esfumando mientras recorría con mis ojos ese lugar, parecía viejo, abandonado. De repente, un cosquilleo invadió mi cuerpo, pero no podía volver atrás, cogí aire y seguí caminando hacia el centro de aquel pueblo.
Calle a la derecha, gira a la izquierda, otra calle y... ¡el centro! Una plaza, un par de columpios y unos cuantos bancos. No estaba mal, lo imaginaba peor, mucho peor. Pasaba por allí una pareja a la que le pregunté por algún lugar donde quedarme a dormir un par de noches, me indicaron amablemente el camino y me dirigí hacía allí.
Ya estaba, delante de un hostal, ¿quién me lo iba a decir a mí? No es que fuera de hoteles de 5 estrellas, pero nunca me han llamado la atención los hostales y menos para estar sola ¡sola! Que mal sonaba eso y que bien sonaría después...
-Buenas tardes, ¿podría quedarme un par de noches aquí? – pregunté a un señor que parecía ser el conserje.
-Claro señorita, dígame sus datos y ahora mismo le doy la llave de su habitación – me pareció bastante agradable y pensé que por lo menos esos días no estaría tan mal en ese lugar.
Dejé mi maleta y fui a descubrir ¡un mundo nuevo! ¿Qué? ¡Ja! Unas cuantas calles, casas unas pegadas a otra, un par de plazas y parques, ¿tiendas? Casi ni se veían. Poco a poco me entraron ganas de volver al hostal, coger mis maletas, subir a otro autobús y... ¡a casa! Pero no, no me podía rendir fácilmente, había llegado allí por algo y allí era donde tenía que estar. Era mi destino.
"Porque eres tan hermosa y a la vez tan difícil..." Sonaba mi móvil, era mamá, estuvimos hablando durante un rato, estuve a punto de contarle todo lo que se me pasaba por la cabeza al verme en ese lugar sola, pero decidí no hacerlo.
-Perfecto hija, hablamos más tarde- contestó.
-Si mamá, no te preocupes ¡voy a seguir disfrutando! – le dije para tranquilizarle.
Respiré hondo, sonreí y de vuelta al hostal me intenté auto convencer que tenía que ser positiva, que todo no podía salir mal, cuando... ¡se puso a llover! No me lo podía creer, siempre me había sonado muy bien lo de "al mal tiempo, buena cara" pero nunca había sido amiga de las lluvias. Pues nada, un día redondo, -¡en qué momento tuve que hacer caso a ese sueño!- me repetía a mí misma una y otra vez.
-¡Ten cuidado!- grite a pleno pulmón
Un chico en bici me salpicó con un charco enorme.
¡Lo qué me faltaba! Pensé.
-Perdón, no me he dado cuenta del charco.- dijo él acercándose.
¿Perdón? ¿PEEERDÓN? PERDONAAADO, ¡por fin algo bueno! Algo o más bien, alguien. Parecía sacado de un cuento, ¡que guapo!
-¿Perdón? Claro, con eso arreglas como me has dejado, ¿verdad? En fin, disculpas aceptadas chico con prisa. –respondí con un tono cortante pero algo vacilante.
-Julen, encantado – se acercó a darme dos besos.
-Miriam, no sé si decir lo mismo – le respondí riéndome.
-Deberías decirlo, gracias a ese charco me has conocido - me guiñó un ojo.
-¿Tú eres el flipado de este pueblo o qué?
-Se podría decir que sí
-Pues ya que eres el flipado, seguro que te conoces todo perfectamente, ¿haces de guía mañana?
Llovía mucho, nos fuimos a un portal a hablar, y sin darme cuenta, se me hizo tarde, tenía que volver al hostal, sino dormiría en un banco, y la verdad, después del día que había tenido, necesitaba un colchón y una almohada.
Efectivamente, a la pregunta que le había hecho, me respondió que sí.

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CASUALIDAD DEL DESTINO
JugendliteraturMiriam es una adolescente que nunca ha viajado sola, y cuando lo hace por primera vez su vida da un giro de 180º. Nos cuenta en forma de diario todo lo que le sucedió desde ese día. Nadie sabe lo que puede ocurrir con las casualidades, con el destin...