Capitulo 8

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Harry se deslizó por el pasillo del Expreso de Hogwarts, en busca de el compartimiento en dónde conocería a Luna. En el camino se reconoció a Neville, quien tuvo problemas para reconocerlo al principio, en especial por el casi imperceptible puchero que adornaba las mejillas de Harry.

El ojiesmeralda había querido modificar su altura, dejar de ser tan enano, pero sería muy llamativo y sospechoso que de repente creciera unos 20 o 30 centímetros, así que decidió regresar a su altura original. Bueno, por lo menos tiene el consuelo de haber crecido unos 3 centímetros más de los que tenía en su línea de tiempo original.

El saludo nervioso de Nev le saco una brillante sonrisa, lo hubiera abrazado en ese mismo instante sino fuera por los cientos de ojos sobre él, todos lo observaron cómo si estuviera a punto de ser llevado a San Mungo, más específicamente, a la sección de enfermedades mentalmente.

En verdad, Harry desearía poder darles a todos ellos unas buenas cachetadas guajoloteras, para ver si así se les acomoda el cerebro o lo qué sea que ocupan para pensar... si es que son capaces de hacer algo tan complicado y peligro; pensar por sí mismos.
Harry se burló de sus ocurrencias mientras le hace la señas a su amigo para entrar al compartimiento que solo Luna está ocupando.

- Buenas Días, señorita, ¿representaría algún problema para usted si nos sentamos aquí?, el tren está lleno-... de idiotas. Fue lo que no dijo pero que tanto cómo Neville y Luna entendieron.

- Claro, no hay problema, Pasen -contesto la rubia, levantado la vista de la revista El Quisquilloso-. Eres Harry Potter -afirmó.

- Eso me han dicho, y él - señaló a Neville- es Neville Longborttom.

- Mucho gusto, soy Luna. Aunque eso ya lo sabías.- comento viendo en dirección a Harry. Tenía una sensación de Deja vu, pero, puede que eso sea culpa de los Nargles, quien sabe...

Neville solo se le quedó viendo cómo si estuviera loca y luego volteo a ver a Harry con una mirada de suplica, cosa que no funcionó porque éste ya había acomodado su baúl y sentado de frente a la rubia.

- Siéntate, no muerde... creó -se burló Harry, sonriendo cálidamente. Había olvidado lo que es sentarse y convivir con amigos sin tener que correr por su vida, sin duda era un cambio agradable.

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El viaje en tren fue agradable por primera vez... en lo que parece toda una vida. La única interrupción que tuvieron fue la de Cho, la bruja de ancestros asiáticos había llegado para saludarle y de paso coquetear, pero, justo cómo en la ocasión anterior; la planta-mascota de Nev les había vomitado en cima y el fuerte olor la aullento.

Ahora que estaba más relajado podía recordar porque le atrajo la Ravenclaw, sin duda es linda y una fiel amiga. Después de todo, ella había sido la única que no le dió la espalda a Marietta, aún después de su traición, además también había regresado a Hogwarts para la batalla... aun a pesar de haberse graduado un año antes de que esta tuviera lugar. Harry se prometió a sí mismo no ser tan cretino al rechazarla, esta vez trataría de no herirla.

Cuando el tren arribó en la estación de Hogsmeade, Harry no pudo evitar que sus lentes se empañarán por las lágrimas, sobre todo cuando entraron a los terrenos del Castillo. La última vez que había estado en ellos, los jardines estaban bañados en sangre y adornados con cuerpos caídos.

Al entrar al vestíbulo pudo sentir la magia de la escuela vibrar, saludando a todos, dándoles la bienvenida.

Estando en el Gran Comedor se topo con los efusivos hermanos Creevey. Éstos casi sufrieron de un paro cardíaco cuando Harry los saludo con un medio abrazo al rededor de sus hombros, si bien Harry nunca había sido grosero con ellos tampoco había sido muy receptivo... bueno, con nadie en realidad... debido a esto sus acciones sorprendieron a más de uno.

Hijo de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora