Capitulo 3

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El silencio incómodo lleno la biblioteca. Después de que Harry los dejara pasar, los Merodeadores no habían dicho nada, solo abrían y cerraban la boca como peces fuera del agua. Si bien al principio había sido divertido de ver, ahora Harry estaba comenzando a perder la paciencia.

— Si van a estar callados todo el tiempo y viéndome como si fuera un caldero apunto de hacer erupción... es mejor que se vayan. Tengo mejores cosas que hacer que convertirme en animal de zoológico antes de tiempo —dijó el ojiesmeralda sin siquiera intentar ocultar su molestia.

— ¿Qué te sucede? —Habló por fin Remus.

— ¿sobre qué? Necesito que seas más específico, me suceden muchas cosas... —Se estaba comportando como un mocoso berrinchudo, lo sabe. Pero, ¡vamos! ellos no le están ayudando.

—Con tu actitud, nunca antes habías actuado así —se apresuró a decir Sirius.

—Mis tíos y algunos profesores, en especial Snape, podrían estar en total desacuerdo con ese comentario —refutó el menor.

Snape.

Rayos.

No se había acordado de él. La cruel muerte del hombre y los recuerdos que le entrego en forma de lágrimas, regresaron a su mente. La tristeza que había tratado de evitar durante la batalla lo inundo de repente. Un hombre al que todos llamarían traidor, que le dió la espalda a su señor solo para proteger al hijo de su amada y que daría su vida para ayudar a proteger al mundo mágico. Un hombre que moriría de una forma tan dolorosa y por el que nadie lloraría, un hombre tan solo como él mismo se siente.

Una mano sobre su hombro lo trajo de regreso al presente, y cómo había sucedido en el parque de Privet Drive, su varita salió a relucir antes de darse cuenta. Clavo la punta en el pecho de Remus y giró la vista hacia la puerta. Enfocó su mirada y observó a su alrededor; buscando salidas, escondites y puntos estratégicos que le otorgaría la ventaja en una emboscada.

—¿Estás bie...? —empezó a decir Remus, pero la varita incrustada en su pecho le impidió seguir hablando.

—Harry... ¿Qué haces? — cuestionó Sirius, quien no cabía en su sorpresa. Nunca espero ver a Harry, el hijo de su mejor amigo y su ahijado, apuntado su varita al único amigo que le queda con vida.

Harry quedó congelado en su lugar, su cabello cambio a color morado, nunca le había gustado que lo tocaran por sorpresa. Ni cuando era un niño pequeño y menos ahora. No cuando la batalla de Hogwarts continúa fresca en su memoria. No cuando aún es capaz de sentir su corazón acelerarse ante el menor ruido y movimiento.

Para desgracia de Harry, está seguro de que CASI desarrollo misofobía después de lo sucedido en el cementerio, al final del Torneo. Y sabe que su claustrofobia está en su punto más alto.

—Lo siento —se disculpó  Harry, un sonrojo se extendió por sus mejillas mientras bajaba su varita, pero no la guardo. Los nervios se le han puesto de punta y su varita lo hacía sentir protegiendo... algo normal luego de haber estado huyendo por casi un año, con una diana sobre su cabeza—. Por favor no lo vuelvas a hacer. —A pesar de ser un pedido salió como una orden.

—Lo siento, te llamamos un par de veces pero no respondías y tu olor se llenó de tristeza —comentó el licántropo, disculpándose y  retrocediendo un par de pasos.

» ¿Vas a explicarnos? — preguntó Remus luego de unos minutos en silencio.

—¿Por qué debería?

Los mayores se quedaron en silencio, dándole tiempo a Harry para organizar sus ideas y sentimientos, tenía muchas cosas que hacer y no podía hacer todo al mismo tiempo, menos si su sentir era tan volátil cómo ahora.

Hijo de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora