« Prólogo »

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Me muero por llevarte
Al rincón de mi guarida
En donde escondo un beso
Con matiz de una ilusión
Se nos va acabando el trago
Sin saber qué es lo que hago
Si contengo mis instintos
O jamás te dejo ir...

No podía creer como su pequeña hermana había logrado lo que no pudieron decenas de mujeres en su mejor amigo de la facultad y socio, Anthony Stark. Lejos habían quedado las noches de fiesta en los mejores clubes la ciudad, acompañados de bellas mujeres que, más temprano que tarde, terminarían entre sus sabanas.

Aunque al principio tuvo que partirle la boca por robarle la virtud a su querida hermana menor, en solo unos cuantos meses sería oficialmente su cuñado y esa era la razón por la que estando en Nueva York, la ciudad que nunca duerme, Steve Rogers estaba bebiendo solo.

Y lo prefería así... debía proteger los intereses y por sobre todo, el corazón de Pepper.

Aflojó el nudo de su corbata lo suficiente para no lucir desaliñado, solo para aliviar la tensión de un día lleno de citas, llamadas y estrés al por mayor. Habían conseguido la licitación para construir el nuevo edificio en el complejo del World Trade Center y necesitaba una copa para celebrar una victoria de esa magnitud. Tony por su lado, prefirió quedarse en su habitación de hotel para hacer FaceTime con su prometida.

Ordenó un whiskey doble y sólo se dedicó a degustar el licor mientras la música del pianista al fondo del bar inundaba el ambiente, haciéndole sentir más relajado. Podía distinguir por las notas, que se trataba de los éxitos de Sinatra y por fin en días, se permitió darse un respiro.

Observó alrededor. No le importaría tener compañía femenina esa noche, así que revisó los posibles prospectos para una buena velada... Unas mesas más atrás a un par de morenas  le veían sugerentemente, mordiendo las pajillas de su bebida, luego se veían entre ellas; era mas que claro lo que insinuaban. Sin embargo antes de decidirse a ir a presentarse e invitarles a abandonar el lugar para dar rienda suelta a eso que estaban pensando, apareció ante él una visión más excitante.

Su cabello fue lo primero que atrajo su atención, pudo verse tirando de esas hebras rojas como el fuego, porque estaría tan excitada que le pediría que lo hiciera. Un suspiro ahogado se quedó a medio camino de su garganta, cuando le vió quitarse la gabardina que cubría un cuerpo estilizado, aún con su pequeña estatura. Su vestido tenía un escote flojo hasta media espalda, el cual en su opinión lucía con clase y elegancia.

Solo tenía una vista parcial y él moría por ver su rostro, debía ser bello, para encajar en ese cuerpo. La observó llevar su cabello a un lado, dejando a la vista un cuello largo, por el que se imaginó deslizando su lengua con lentitud tortuosa.

No sabía si los hombres alrededor no se habían percatado de la presencia de semejante hembra que estaba sola en la barra o si se habían acobardado al sentirse poca cosa. Él no se achicaba ante ningún reto por difícil que pareciera.

F O R B I D D E NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora