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Capítulo 6

A la hora de la cena, cuando Namjoon se presentó en el comedor, sólo Solar lo esperaba sentada a la mesa.

—¿Dónde está Taehyung? —quiso saber.

—Se disculpó con Dahyun. Dice que no cenará porque no tiene apetito. —La beta parecía medir cada palabra; había advertido que Namjoon tenía cara de pocos amigos—. No ha de ser nada. Debe sentirse un poco cansado, ya sabes, el aire de campo…

Solar intentaba suavizar las cosas. Días atrás había ocurrido un escándalo, cuando Namjoon descubrió que Dahyun le estaba llevando el desayuno a la cama.

Nada de frivolidades en mi casa —le había dicho a Taehyung con dureza—. Desde mañana, desayunas en el comedor, como todos, a las siete en punto. —Sin decir más, se había retirado.

—Tal vez esté un poco… —comenzó a balbucear la beta; pero Kim ya no la escuchaba.

Subió los escalones de a dos, y rápidamente estuvo en la planta superior. Caminó a paso rápido por el corredor, llegó a la alcoba de Tae, y se plantó frente a la puerta que comunicaba las habitaciones: procuró abrirla. El único cerrojo estaba de su lado, totalmente descorrido; no entendía por qué la puerta no cedía.

De prisa, salió al corredor e intentó entrar por la puerta principal del cuarto del omega, pero tampoco pudo. Probó varias veces el picaporte, pero nada.

Desde adentro, Taehyung seguía con oídos atentos y los ojos muy abiertos a cada uno de los movimientos de Kim. No le sería tan fácil entrar a su dormitorio esta vez. Con una de las sillas había trancado la puerta común, colocándola reclinada en dos de sus patas bajo el pestillo; en la otra, la que daba al pasillo, había echado la llave que Dahyun había conseguido arrancarle a regañadientes a una de las sirvientas.

Desde su cama, escuchaba los inútiles esfuerzos de Namjoon y sus ojos parecían sonreír satisfechos. Se sentía divertido con la situación, y al mismo tiempo un poco extraño. En lo más recóndito de su alma deseaba que su esposo saliera triunfante. Tae quería verle el rostro, seguramente encarnado de furia después que abriera la puerta, para así poder reírsele en la cara con sorna y desprecio.

Por unos segundos, los intentos cesaron y Taehyung se sintió decepcionado.

Un momento después, el estruendo que produjo el golpe de Namjoon sobre la puerta lo sacudió. Parte del marco de la puerta salió volando hasta chocar contra la pared y el espejo; el espejo que recibió el impacto cayó hecho añicos, lo que agregó un poco más de escándalo a la escena. Namjoon, con el rostro enrojecido y desquiciado, no cayó de bruces por milagro. Había descargado sobre la puerta todo el peso de su cuerpo.

Taehyung, boquiabierto, observaba cómo su esposo recuperaba el aire. Rígido, sentado en la cama, presenciaba la escena con la mitad del cuerpo cubierto por las sábanas.

Lo vio acercarse hasta los pies de la cama. Sus ojos, cargados de odio, parecían rojos. Sus cejas, unidas en una misma línea, habían recuperado ese aspecto satánico que lograba inmovilizarlo y enmudecerlo. Presintió que se aproximaba su fin.

Namjoon llegó al extremo del lecho y, sin quitar su mirada de los ojos de Taehyung, sacudió en el aire las sábanas que lo cubrían, dejándolo al descubierto. Sin darle tiempo a nada, lo tomó por los tobillos y lo arrastró hacia él como si se tratase de un muñeco. Taehyung quiso gritar de terror.

Las piernas le quedaron colgando a ambos costados del cuerpo de Namjoon que, al borde de la cama, se erguía colosal frente a él. Desde esa perspectiva, parecía un gigante. Se sintió morir cuando le acercó el rostro al suyo y lo tomó por el cuello. Trató de bajar la vista: no soportaba mirarlo.

—¡Mírame, Taehyung!—exclamó Namjoon, quitándole la mano del cuello por un segundo, y señalándose a sí mismo. Y como el omega insistió en no mirarlo, le levantó el rostro con fuerza.

—Si no deseas que te folle de nuevo—musitó con odio—, no lo haré; pero dímelo de frente y no actúes como un chiquillo malcriado y torpe.

Namjoon permaneció unos instantes más sosteniendo la cara de Taehyung; el omega sentía que su respiración le golpeaba la piel. Pensó, aterrado, que con un movimiento de sus manos podría quebrarle el cuello. Pero no lo hizo.

Cuando se apartaron, Namjoon salió al pasillo donde, sus ojos chocaron con los sirvientes de la mansión, entre ellos Dahyun y Solar, que contemplaban atónitos la escena desde la puerta.

—¡Fuera de mi vista, malditos! —gritó, fuera de sí. Todos se hicieron humo.

Antes de salir, divisó la silla que impedía el acceso por la entrada común. Se acercó al omega lentamente, y le sonrió sarcásticamente.

—Muy ingenioso —dijo, con expresión tosca. La madera de la silla crujió con el puntapié que le propinó Kim, que la desencajó del picaporte, y la envió a varios metros de distancia.

Taehyung lanzó un grito de furia, y un momento después sintió como pequeñas lágrimas deslizaban por su rostro.

—¡No le tengo miedo! —bramó en el momento en que Namjoon traspasaba la puerta—. ¡No crea que me intimida! ¡No, no!

Kim se detuvo bajo el dintel.

—¡Lo odio, maldito Kim! ¡Lo odio con toda mi alma! ¡Y usted sí debe ser el mismo diablo, porque esto se ha convertido para mí en el infierno!

Sin siquiera mirarlo, Namjoon abandonó la habitación.

Con las palabras de Taehyung aún golpeándole los oídos, Namjoon salió al corredor.

Ya no había nadie allí; los sirvientes habían desaparecido.

Bajó a paso rápido la escalera y dio un portazo al ingresar a su escritorio. Se dejó caer en el sofá, y ocultó el rostro entre las manos. Sentía tantas ganas de  llorar. Nuevamente se preguntó ¿Qué le estaba ocurriendo?

Trataba de entender al omega. Quería hacerlo, pero no podía. No conseguía ordenar sus pensamientos. Estaba demasiado humillado y herido para controlarse. Sabía que si regresaba a la habitación de Taehyung no podría controlarse. Su lobo le pedía que lo marcara de una vez, pero su lado humano no podía hacerlo aun; necesitaba que Taehyung cediera, al menos un poco. Golpeó con rudeza el piso de madera y profirió un insulto. Después, se levantó del sofá y abandonó el estudio.

Vio la puerta del salón azul entornada y el piano que había comprado para Tae. Un escalofrío recorrio su cuerpo al recordar aquella primera noche. Todo había comenzado allí. Ver a Taehyung, hermoso y tentador, reaparecía frente a él, sentado en ese taburete, descargando su pasión sobre las teclas nuevas del piano. Volvió a ver su rostro concentrado, su boca entreabierta, y a escuchar los acordes armoniosos que acompañaron el despertar de su irrefrenable deseo.

Alcanzó de prisa la puerta principal y abandonó la mansión. El frío de la noche le golpeó el pecho, pero no le importó. De pronto, el sonido de la guitarra de los peones inundó sus oídos; decidió seguir aquella melodía hasta que el color alazán del fogón apareció unos cuantos metros más allá. Sólo deseaba escuchar la música, de modo que se mantuvo alejado, medio escondido. Sin embargo, tampoco así pudo dejar de pensar en Taehyung. Cada recuerdo volvía a su mente azotándolo cruelmente. ¿Por qué había trabado las puertas? ¿Por qué se había encerrado? ¿Por qué no lo deseaba? ¿Por qué no era amable y dulce con él? ¿Acaso no era así como se supone, los omegas deben ser con su alfa? Las preguntas sin respuesta le provocaban una sensación de tristeza y vacío desolador.

Cuando volvió a mirar hacia el grupo de peones, las cuerdas de la guitarra ya no sonaban y el fuego se había extinguido.

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COMO LA MARIPOSA - [NamTae] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora