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Capítulo 7

Después de la noche en que Namjoon rompió la silla y la puerta de la habitación del omega, no se supo nada de él por varias semanas.

A la mañana siguiente, Taehyung despertó de mal humor. Había pasado una noche terrible, dando vueltas en la cama sin poder cerrar los ojos siquiera un instante. El desconcierto de todo, hacían que la noche pareciera más oscura aún. En algún momento oyó ruidos en la habitación de Namjoon. Un portazo, unos pasos; después, nada más.

A pesar de todo, a las seis y media estuvo en pie para no faltar a la cita del desayuno. No le desagradaba, en absoluto. Era un momento entretenido para él; le gustaba observar a los capataces y a los peones que desfilaban uno a uno ante Namjoon; todos le tenían un profundo respeto.

—¡Viva Bellafire!—les gritaba Kim, sin darse vuelta. Su voz profunda y viril, que llenaba la habitación, le erizaba la piel.

—Dowoon, que ensillen mi caballo. Saldremos a preparar el rodeo, hay que separar el ganado—ordenaba, sin mirarlo.

—Sí, mi señor Namjoon —respondía sumiso el capataz.

—Miranda, ¿ya está listo el ganado para la feria?

—Bueno, estamos con…

—¿Está o no está?

—No, mi señor Namjoon.

—Mejor que esté todo listo antes que termine este desayuno y vaya a los corrales.

Ahora, sal de aquí.

—Sí, mi señor Namjoon.

El dominio que tenía sobre esa gente era increíble; a pesar del temor que le tenían, el respeto que le profesaban era total. Taehyung se sentía extrañamente orgulloso de eso.

A las siete, tal como su esposo se lo había ordenado, bajó las escaleras rumbo al comedor. Vestía una camisa de seda verde Nilo con una bata de del mismo color que le sentaba muy bien. Sabía que lo enardecería. Los contornos de sus facciones se destacaban mejor aún con su cabello levemente rizado y adornado con una tiara de diamantes.

—Buenos días, Solar —saludó, con tono despreocupado. Le llamó la atención que Namjoon no hubiese llegado todavía; pero por mucha curiosidad que tuviera, estaba decidido a no preguntar.

—Buenos días, joven Kim —respondió fríamente la mujer.

Taehyung se sentó en el sitio de siempre y advirtió que en el lugar de su esposo no había nada. Ni taza, ni plato, ni servilleta. Nada. ¿Habría desayunado ya? No preguntó.

Una de las sirvientas ingresó al salón con una cafetera de plata y le llenó la taza. Desayunaron en silencio. Nadie pronunció una palabra. Taehyung, por orgullo. Solar, por rabia.

Ese día, y los que siguieron, no resultaron tan desagradables para el omega después de todo. Desde que llegara a la estancia casi nunca había salido; por eso, a partir de entonces, todas las tardes le pedía a Sang-ho que le ensillara su caballo y, junto a él, salía a recorrerla. Era fastuosa, más de lo que él se imaginara, más que las de su abuelo, que eran de las más importantes del reino.

Sang-ho estaba muy contento allí. Había pasado casi toda su vida en el campo, y ahora, por fin, estaba de vuelta. Al nacer el niño Taehyung y antes de que falleciera su madre, el abuelo Jeon le pidió que se trasladara a la ciudad a vivir con ellos en la mansión. En ese momento, con dos niños en la casa, hacía falta más servicio. Aunque no dudó un minuto en acudir al pedido de su viejo patrón, lamentó tener que abandonar el puesto de capataz que ostentaba desde hacía años en una de las estancias más grandes de Jeon. De todas formas, se encariñó tanto con Taehyung que jamás volvió a pensar en regresar al campo.

COMO LA MARIPOSA - [NamTae] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora