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Capítulo 11

Taehyung ya no aguantaba más así, tan quieto. Hacía más de una hora que posaba para un retrato y para una miniatura. Su esposo había convencido a uno de los artistas más afamados, para que lo pintara e hiciera para él su miniatura en marfil con marco de oro y brillantes engarzados. En realidad, el artista había abandonado la pintura para radicarse en un campo. Pero nadie podía negarse a un pedido de Kim, que, por otra parte, cuando él le pidió una fortuna por los retratos aceptó el precio sin chistar.

—Es usted más hermoso de lo que se comenta, joven Kim.

Taehyung se limitó a sonreír.

—El señor Kim me pidió que le diera clases de dibujo y pintura —comentó el artista—. Lamentablemente, será imposible. Yo ya me he retirado. Sin embargo, si usted me lo permite, puedo recomendarle un discípulo mío que vendría a darle clases encantado.

—Está bien —respondió Taehyung sin demasiado entusiasmo. En realidad, él no deseaba clases de dibujo; eso era algo que Namjoon había decidido para llenar su tiempo.

—Unos minutos más, joven Kim, y lo dejaré en libertad. Mi plan es llevarme estos trazos a mi atelier terminar las pinturas allí.

—Muy bien —dijo Taehyung.

—Calculo que más o menos en un mes estarán terminadas. Yo mismo las traeré hasta aquí.

—Es usted muy amable.

Taehyung se sentía vacío sin sus clases, sin sus alumnos. Y aunque en ocasiones había ido a la casa de algunos de ellos a enseñarles algo, finalmente tuvo que resignarse; no por él, sino por las súplicas de las madres que, temían ser descubiertas. La orden del patrón había sido: «no hay escuela». Y el omega, poco a poco, se estaba acostumbrando a la idea.

Pasaba las tardes leyendo en la biblioteca, que era completísima; había libros  más que prohibidos de historia, política y todo. Leyó obras completas de los escritores más renobrados del momento. Lo complacía como nada tomar el té con Catusha y pasar la tarde en su cabaña. En ocasiones, su amiga parecía olvidarse de él y se internaba en el jardín para dedicarse a sus plantas y flores. Taehyung la contemplaba largo rato y hasta eso le resultaba placentero. Algunas veces, Catusha cantaba viejas canciones, con una voz muy dulce y afinada. Le gustaba escucharlas; eran las mismas que entonaba su abuela en las fiestas familiares o en Navidad.

El salón azul se había convertido en uno de sus favoritos. Era un sitio especial, lleno de luz por la tarde. Desde allí, el paisaje del parque se apreciaba en toda su extensión y él, mientras tocaba el piano, no apartaba la vista del verdor; se pasaba horas practicando los scherzos que conocía y las melodías que más le gustaban. A veces visitaba la cremería, que iba viento en popa. A pesar de que había sido su iniciativa, el establecimiento ya no le pertenecía; Solar era ama y señora allí. Pero eso no le molestaba.

De pronto, su vida social adquirió un ritmo y una intensidad vertiginosos. Casi todas las semanas concurría a Bellafire junto a Kim a alguna fiesta. No pudo evitar asistir algunos miércoles al tradicional té de Anya, y aunque odiaba esas reuniones, la hija del rey le resultaba muy agradable; tenía cierta candidez que contrastaba con lo tosco y ladino de su padre. Anya a pesar de ser alfa, le brindaba atención especial cuando lo recibía y nunca dejaba de decirle que lo sentía como un hermano muy querido. En las pocas ocasiones en que se cruzó con el rey Choi se limitó a intercambiar con él un saludo formal y frío. Apenas lo veía, sentía el fuerte impulso de gritarle unas cuantas verdades, y si se contenía era porque no deseaba incomodar a Anya, y menos aún a Kim.

****

Esa noche había una fiesta muy importante en lo de Andy Riglos, una de las personalidades más destacadas de Bellafire, y Namjoon parecía notablemente interesado en concurrir. Le había ordenado a Taehyung que se hiciera confeccionar unas ropas de seda con arreglos de piedras preciosas, y para él había encargado un lujoso frac.

COMO LA MARIPOSA - [NamTae] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora