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Capítulo 9

Desde muy pequeño, Namjoon había llamado la atención del, por entonces, príncipe Choi Siwon. Era un niño muy inteligente y vivaracho que siempre estaba entre los peones escuchándolo todo, aprendiéndolo todo. Tanto, que a los doce años ya esquilaba más de diez ovejas en una hora, montaba a la perfección y sabía manejar un trabuco mejor que nadie. Y Choi le enseñó las artes del facón.

Se encariñó mucho con el mocoso. Había algo en su mirada, cierta gallardía mezclada con soberbia e inteligencia, que le recordaba a otra persona, pero no sabía a quién. Además, era un niño educado; leía y escribía a la perfección y Choi le había pedido muchas veces su colaboración para redactar sus cartas y misivas.

Pero la consagración del cariño hacia el niño Kim vino cuando, estando Choi exiliado, en época de la anarquía, Joonie, como él lo llamaba, tomó uno de los caballos y partió rumbo a esa provincia al encuentro de su príncipe. Al verlo aparecer, Choi no pudo creer que ese niño de apenas diez años hubiese sorteado los peligros de semejante viaje que a más de un grandulón le había costado la vida. Los saqueos y desmanes de los ejércitos, las alimañas, el hambre y el frío eran sólo algunos de los escollos. Pero Joonie había llegado hasta él con vida, muerto de hambre y lastimado.

—Para lo que usted mande, mi señor —contestó con vanidad cuando Choi quiso averiguar el motivo de su presencia.

Y resultó muy útil. Sirvió como falso mensajero para sus enemigos, ayudándolo innumerables veces de manera casi perfecta.

Choi no pudo dejar de evocar íntimamente aquellos episodios de años atrás cuando Namjoon traspuso la puerta de su estudio.

—¡Ah, Joonie! Ya casi no vienes por acá —dijo el rey a modo de saludo.

—Buenos días, mi rey Siwon.

—Parece que el matrimonio te ha atrapado entre sus garras y no te deja escapar. Lo tomó por el hombro y le palmeó la espalda.

—No tanto, no tanto —dijo Kim, con una sonrisa—. Últimamente he viajado de estancia en estancia, tal como usted me mandó a decir. Para eso he venido, para contarle las últimas novedades.

—Muy bien, siéntate y cuéntame.

Choi miró a su alrededor, buscando entre sus empleados a  su bufón personal.

—Dígale a Anya que nos prepare bebidas frescas para mí y para Joonie.

—Sí, su excelencia, en seguida —replicó el bufón.

Y como se quedó allí inmóvil, Choi le sacudió un manotazo en la espalda, al tiempo que vociferaba:

—¡He dicho ya! ¿O tiene acaso es usted sordo?

Aturdido, el sirviente salió a escape del salón temiendo una golpiza más fuerte. Namjoon miraba con pena al pobre hombre. Choi lo trataba peor que peor, lo humillaba, lo insultaba, le pegaba, lo sometía a los tormentos más espantosos y él seguía ahí, tal vez por un plato de comida y un techo donde cobijarse.

La actitud de Choi con Kim era diametralmente distinta. Namjoon era una de las pocas personas a las que el tirano rey en verdad respetaba. En realidad, lo admiraba. Admiraba su inteligencia, su sagacidad, y, por sobre todo, su frialdad.

—Anya se muere por charlar con tu omega, pero él nunca acepta las invitaciones que le hace para las fiestas de los miércoles.

Namjoon sabía que eso era un reproche más que un simple comentario. Nadie se animaba a rechazar una invitación del rey. «Nadie, excepto Taehyung, por supuesto», pensó Kim.

COMO LA MARIPOSA - [NamTae] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora