Capítulo 1

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19/10/12

Volvía del colegio. Como todos los días salía a la misma hora, todo era igual. Nada nunca cambiaba. La gente siempre saludaba, el verdulero me regalaba maníes, no sé por qué, sabiendo que a mí no me gustaban. La de la panadería me sonreía, el de la librería, el de la revistería, y así era con todos los del barrio. Ellos eran amables unos con otros.

Como siempre, luego de pasar por al lado de la revistería, doblé la esquina y llegué a mi casa. Mi madre me esperaba como de costumbre para abrirme la puerta. Atravesé el pórtico y dejé la mochila en el piso. Me aproximé a la cocina para prepararme la merienda. Unos buenos tostados untados con mucha manteca y una chocolatada (chocolate caliente).

A la tarde noche tomé mis cosas del colegio y me puse a estudiar. No me desagradaba, ya que mis estudios eran muy importantes si quería salir adelante en el futuro. Eso decía mi padre.

Él llegaba a la noche, pues se quedaba trabajando todo el día en su oficina.

Mi madre lo esperaba hasta tarde con ansias, y siempre le preocupaba todo sobre él. Su trabajo, su salud, su vestimenta, todo. Ella se la pasaba el día entero lavando y planchando ropa, en mayoría la de él. También era una obsesiva de la limpieza y de la cocina, aunque admito que admiro su trabajo, tanto en una tarea como en la otra, ya que los resultados eran excepcionales.

20/10/12

Me desperté minutos antes de que sonara el despertador, como siempre, y me preparé para ir a la escuela.

Mi madre me aguardaba ya despierta como era de esperar, con su atuendo perfecto y su blanca sonrisa, con sus dientes demasiado blanqueados, a decir verdad, al igual que mi padre.

-. ¿Ya estás lista cariño?

-. Sí mamá.

-. Pues entonces llamo a tu padre y le digo que se apresure, que sino llegarás tarde.

Caminó hasta el living-comedor a buscarlo, y mientras me fui calzando la mochila.

Cinco, diez minutos, nada. Me saqué la mochila y me aproximé en busca de mi madre.

Yacía llorando desconsoladamente en medio del suelo, con una nota en la mano.

Sin comprender mucho lo que sucedía me acerqué con cuidado a ella y me acuclillé a su lado.

Me miró a la cara. Todo su maquillaje estaba corrido y su cara toda arrugada por la tristeza.

-. " Se fue".

Eso es lo único que me dijo. Pasaron los minutos y tomé con cautela la nota que tenía en la mano. Decía lo siguiente:

" Quiero que sepan que las amo, pero no volveré. Adiós. "

Me levanté y ayudé a levantarse a mi madre.

Nos había dejado, me había dejado. Mi padre,... No... El hombre que había sido mi padre se había ido. Nos había abandonado.

Hice un bollo la nota y la tiré al fuego que ardía en la chimenea. Él no volvería.

Diario de un SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora