Capítulo 6: Una espiral y una ganzúa

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A menudo me pregunto cómo hubiese sido mi vida si no la hubiese conocido. Me despertaría cada mañana y seguramente no me masturbaría ni la mitad de los días, simplemente despertaría y querría volverme a dormir como todo el mundo, pero mi obsesa mente no me permite conciliar el sueño de nuevo, sino que me empuja a pensar en ella, siento tal deseo sexual que la única forma que tengo de hacer que se me pase es tocándome imaginándome que es ella la que me roza. La primera vez que me masturbé tenía trece años y no tenía ni puñetera idea de qué estaba haciendo. Y cuando digo ni idea es ni idea, no tenía ni zorra de por qué tenía la mano metida dentro de mis bragas y me estaba frotando con mi dedo corazón, pero el caso es que no podía parar porque calmaba la sensación tan caliente que tenía encima. Recuerdo que mi líbido estaba por las nubes debido a que mi vecina de catorce años estaba haciendo ejercicio en su jardín. Llevaba puesto una camiseta de tirantes y la estaba sudando demasiado, los pantalones cortos de chándal que llevaba tampoco me ayudaban en nada. Ella no dejaba de moverse de un lado para otro y yo no podía quitar la vista, sus tetas habían crecido ese verano y no paraban de botar, así que no aguanté más y decidí aliviar el picor de mi entrepierna. Y desde entonces no he parado y al paso que llevo no creo que pare nunca. Mi vecina es fuego y a mí me arden las manos de ganas de tocarla.

Hoy era miércoles y hubiese hecho lo de siempre si no llega a ser porque algo rondaba en mi cabeza: era el último día de vigilancia en casa de Jenny Samuels y, por tanto, mañana era el gran día. El hecho de tener que hacer algo ilegal me estaba reconcomiendo por dentro, si me pillaban se acabaría todo para mí; las risas, las felicitaciones por ser una buena persona, la confianza, el aire y hasta la luz. Yo, Camila Cabello, que siempre he presumido de tener una moral íntegra y unos principios inquebrantables, me iba a convertir en todo aquello contra lo que había luchado toda mi vida. Estaba atravesando por un debate conmigo misma, un angelito a mi derecha y un demonio a mi izquierda que exponían sus puntos de vista, pero ninguno me convencía. Di varias vueltas en la cama mientras agarraba la almohada fuertemente contra mi pecho, gruñendo y maldiciendo de forma desesperada. No paraba de repetirme que no había necesidad de allanar la casa de los Samuels, podía ir Lauren sola perfectamente, de hecho, ella se ofreció en un primer lugar. Pero enseguida cambiaba de parecer, se suponía que ahora estaba siendo una persona nueva, alguien atrevido que antepone el fin a los medios...¿pero era en esto en lo que me quería convertir?... Yo solo quiero gustarle a Lauren.

Mi móvil vibró y se me aceleró el corazón al ver el nombre de mi vecina escrito en la pantalla. Un poco pronto para llamar a alguien.

-Diga –contesté con voz medio ronca y somnolienta.

-Buenos días, Camila –dijo Lauren con un tono profesional –solo llamaba para decirte que hoy no puedo ir a la clase de mates.

-Oh, está bien –contesté un tanto decepcionada –el viernes recuperamos entonces.

-Verás, de eso te quería hablar –mi vecina carraspeó preparándose para lo que me iba a decir– ya tengo la pasta para pagar los daños que le causé al coche de Luis y tú no me necesitas más, así que creo que lo mejor es que dejemos las clases.

-¡¿Qué?! ¡No! –Reaccioné exaltada – No podemos dejar las clases de mates, suspenderé si no me ayudas.

-Camila, ayer demostraste que no me necesitas para nada, además, si tienes alguna duda ahora la puedes resolver en el club. Míralo por el lado positivo, tus padres se van a ahorrar 24 dólares a la semana y tú podrás invertir el tiempo en otras cosas.

-Pero Lauren, te necesito – sé lo patética que sueno, pero me estaba desesperando, si no dábamos más clases de mates me iba a morir.

-Si tienes alguna duda te ayudaré, pero no puedo seguir haciendo que las clases de mates sean algo habitual, me han surgido nuevas cosas que hacer. Lo siento, Camila.

Deseo sexual en abundancia [Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora