Día: Luna Menguante

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A la mañana siguiente me había despertado y la presencia de L.M no estaba en la cama. Me levanté y me dirigí hacia el baño, tomé una larga ducha no tenía ánimos para ir al instituto, mi corazón se sentía pesado y mi cabeza hecha un lío.

Mientras estaba en el autobus no dejaba de pensar en la discusión que L.M y yo habíamos tenido.

Al llegar a mi aula pude ver a Valentín sentado al lado de mi asiento.

-Valentín: ¡Buenos días!

Su expresión animada me hacía sentir molesto.

-Yo: Hola.

-Valentín: ¿Estás bien? Te noto un poco deprimido.

-Yo: Estoy bien.

El profesor había entrado a la aula, la clase ya estaba por comenzar.

-Valentín: Oye se que no somos tan cercanos pero...

-Yo: ¡Puedes por favor dejar de entrometerte en mis asuntos!

Mi voz resonó por toda el aula, el lugar antes bullicioso se había envuelto en un silencio mortal, todas las miradas estaban sobre nosotros. La mirada de Valentín se volvió apagada, bajó levemente su cabeza.

-Prof: ¿Todo está bien por allá, jóvenes?

Agarré mis cosas y salí del aula.

Me dirigí inmediatamente a a biblioteca, fue el único lugar en el que pude pensar, al llegar ahí me puse a reflexionar, Valentín no era culpable de lo que pasó ayer, realmente no debí tratarlo así. A los pocos minutos entra L.M acompañado de una chica, mi corazón empezó a latir rápido, mi cabeza se empezó a inundar de pensamientos. De repente la mirada de L.M y la mía se encontraron, una aura de incomodidad sa abrió paso, a pesar de ser unos pocos segundos, fueron los segundos más largos de mi vida.

No nos dirigimos la palabra; una sensación de escalofrío recorrieron todo mi cuepo mientras hacia que mi piel se erizara solo se fue porque la chica quien lo acompañaba lo agarró de la mano y lo jaló fuera de la biblioteca. Mi corazón dio un revuelco en mi pecho, me empecé a sentir mal, más de lo que estaban, mis ánimos estaban por los suelos.

Durante todo el día, Valentín no me quizo hablar, ni se atrevía a acerse a mi y cada vez que me veía bajaba la mirada.

Al terminara las clases me dirigí a la parada de autobuses, durante el camino me puse a darle vueltas a todo lo que había pasado. Una fría brisa chocó contra mi cara haciendo que mis ojos se secaran, ya estaba llegando el otoño a esta ciudad, las hojas de los árboles ya se estaban tiñendo de un color marrón y ya podías encontrar a la personas vistiendo bufandas al salir a la calle.

Ya habían pasado más de 3 meses desde que me había mudado, en esos 3 meses me habían pasado cosas un poco increíbles, me volví a reencontrar con mis amigos, que no los veía desde hace tiempo, por primera vez me había roto una parte de mi cuerpo y ya tengo un novio; alguien que me quiere por quien soy, alguien en quien confío, alguien quien amo, que por primera vez en muco tiempo me hizo sentir amado.

Pero también estaba mi enfermedad que poco a poco me consume por dentro silenciosamente. Desde un principio, cuando recibí la noticia no sentí nada, y eso era lo que más me aterraba, no sentir nada, mi decisión fue decir que no a la operación, ni yo sabía por que había dicho eso. Tal vez me cansaba el hecho de seguir viviendo, o simplemente pensaba que esta era la forma de Dios de castigarme por mis pecados.

No voy a mentir cuando descubrí que no era normal, me sentí un poco sustado y decidí ocultarselo a muchas personas, después de que mis padres biológicos me echaran de la casa, sabía que no debía dejar a más nadie saberlo, terminé alejandome de las personas que queria solo porque tenía miedo de que supieran mi defecto.

Después de la muerte de mis padres adoptivos, empecé a vivir con mis abuelos paternos, ellos eran demasiado amables comigo; sentían pena por mi, siempre trataron de acercarse a mi pero yo los terminaba alejando, siempre trataba de trazar una línea donde me aseguraba que ninguna de las personas alrededor mío ni yo, la cruzara. Cuando me di cuenta de que era una carga para mis abuelos, les propuse mudarme.

-Abuela: ¿Mudarte a otra ciudad?

-Yo: Si, ya se creo que es tiempo de madurar y quiero dar el primer paso.

-Abuela: ¿Pero es necesario irse tan lejos? Aquí puedes madurar, abuelo y yo podemos buscarte un sitio donde...

-Yo: Pienso que aquí es muy ruidoso, me gustaría ir a un lugar tranquilo como una pequeña provincia.

-Abuela: Pero, piénsalo bien aqu-

-Yo: Ya ustedes criaron a sus hijos; no es necesario que también lo hagan conmigo, se que a veces les molesto con mi forma de actuar, ya no son tan jóvenes que pienso que ustedes deberían estar descansando y disfrutar la compañía del uno al otro.

El ambiente estaba silencioso, los dos personas frente a mi tenían la mirada fija en mi.

-Abuelo: Creo que es una gran idea, es bueno que ya quieras convertirte en un hombre independiente ¿Tienes pensado a donde quieres ir?

-Yo: Si, ya he visto un par de casas por internet y he visto una que me interesa.

El resto de ese día pasó pacíficamente, en la casa solo se escuchaban el canto de los pájaros al atardecer. Al día siguiente mis abuelos me dieron los ahorros que habían dejado mis padres para mi, para comprar la casa, uno de sus conocidos que trabajaban en mudanzas nos ayudó a transpotar mis cosas sin cobrarles.

La noche anterior a la mudanza recuerdo que no dormí, solamente lloré, por alguna razón me sentía melancólico y culpable, las lágrimas no paraban de salir, mi cabeza se asomó por la ventana de mi cuarto y mi vista se clavó en la luna. Estaba hermosa, a pesar de no ser la única estrella en el cielo, ella abarcaba toda la atención. Cuando era pequeño pensaba que la luna era lo más hermoso que podía existir, pero me di cuenta de que ella era muy solitaria.

La puerta de mi cuarto se abrió lentamente mostrando la silueta de mi abuelo, rápidamente sequé mis lágrimas.

-Abuelo: Hijo mío, no llores.

Él lentamente se acercó y pasó su brazo por encima de mi hombro. Su aroma era igual que el de mi difunto padre, las lágrimas empezaron a salir de nuevo, y mi corazón empezó a doler.

-Abuelo: No has tenido una vida féliz y eso lo sé, tu vida está llena de trágicos momentos que son díficles de superar y está bien llorar, se que tienes miedo y eso también está bien todos tenemos miedo; lo que está mal, es no pelear y afrontar tus temores.

La noche era fría y el viento soplaba con fuerza.

-Abuelo: A pesar de que la luna esté sola en el cielo siempre va a tener a alguien que la admire y la quiera aunque ella no lo sepa.

Esa frase se quedó grabada en mi mente desde esa noche.

Sin darme cuenta ya estaba parado al frente de mi casa, no sabía en que momento había llegado, al entrar me encontré con aquella persona, la persona a quien mas amo.

Buenas NochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora