—No puedo sacarte de aquí pero te prometo que nunca te dejaré...lo prometo...
Sus palabras sonaban dolorosas, su fina y aguda voz me daba a entender que se trataba de una mujer que, por más que intentara recordar, no conocía. Quería verla, quizás así recordaría de quién se trataba pero me era imposible, sentía mis ojos pesados, igual que el resto de mi cuerpo. ¿Por qué me siento tan cansado?
—Pequeño...
Fue un susurro muy lejano aun así, llegó a mis oídos gracias a la leve brisa que corría.
Esa voz...no la conocía pero...
Budump...Budump...
¿Por qué mi corazón late así?, ¿Debería recordarlo?
Con mucho esfuerzo, decidí abrir mis ojos, aunque fuera lo más difícil que he intentado hacer. Al final, fue en vano, ya que una potente luz me cegó y me obligó a volverlos a cerrar. Estuve minutos acostumbrándome a la claridad que me rodeaba y cuando por fin lo había logrado...no conocía el lugar pero una punzada en mi pecho indicaba otra cosa.
Esta azotea...sí...yo he estado aquí antes.
Miré a mí alrededor y allí estaba, a lo lejos, acostado en el piso con sus brazos cruzados detrás de su cabeza, cumpliendo la función de una almohada. La leve brisa removía con suavidad su cabello azulado obscuro que estaba desordenado en su totalidad.
Un sentimiento empezó a crecer. Quería verle más de cerca y ver su rostro así que comencé a caminar, con dificultad pero no me interesó. Me acerqué a grandes y dificultosas zancadas hasta que no pude más, mis piernas temblaban por el esfuerzo, fue cuestión de tiempo para que se rindieran y cayera al suelo. El golpe retumbó en mi interior, causando un dolor creciente en todo mi cuerpo, apreté mis manos con fuerza, aguantando.
Levanté mi mirada y a pesar de que aún me encontraba un poco lejos, podía divisar su rostro y sus rasgos. Otra punzada...yo lo conocía...pero de dónde...
Sus rasgos faciales eran...arte. Su rostro limpio, sin ninguna espinilla, a pesar de que era alguien joven, una etapa especial para que tuviera; además, su piel se veía tersa y pálida, quizás demasiado. ¿De dónde sacó tal ADN? Sus rasgos no eran típicos de un japonés, quizás había nacido acá pero tenía descendencia de otra raza o solo él era especial...esperen un minuto, ¿por qué estoy tan seguro de que él es japonés?
Entonces, abrió sus ojos.
Se veían hermosos con el contraste de la luna.
Ese pensamiento cruzó fugaz en mi mente y se desvaneció. Fue interesante, aquella frase la había escuchado con mi antigua voz, infantil y un poco más aguda de lo que es ahora. Lo más extraño fue que la luna no estaba, era el sol el que vislumbraba con firmeza el cielo y todo el lugar.
Pero era verdad, sus ojos eran hermosos, los veía e inmediatamente escuchabas las olas del mar chocar contra las piedras. Y entonces notó mi presencio y fijó su mirada en mis ojos, sin pudor, una mirada firme y llena de juventud. Hasta podía ver fuego salir de ellos, era irónico, como ver fuego y agua mezclarse, ¿cómo era posible?
Después de un tiempo mirándonos lo noté. Ese toque sutil, como si a través de sus ojos podía ver con claridad lo que sentía. Él me conocía y no solo eso, estaba lleno de sentimientos amorosos hacia mí. Tal descubrimiento provocó una subida de sangre a mi cabeza impresionante y rápida. El sentimiento de alivio cambió a nerviosismo, solo quería huir y, en un pequeño segundo, sentí cómo mi alma salía corriendo hacia la puerta que tenía detrás de mí.
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Nunca te olvidaré.
Teen FictionSegunda parte de "Creo que te Amo". Luego de 10 largos años, Alexander vuelve a Japón. Allí, empieza a trabajar en una empresa arquitecta en la cual su jefe es nada más ni nada menos que Takumi Takaiichi, su antiguo y trágico amor adolescente. A pes...