Bajo aquel maquillaje tan poco sutil, hay unos labios sugerentes y carnosos. Morgan Edge no podría resistirse.
-Mira, Lena. ..
-Puedes llamarme Kiera.
iKiera es mi nombre y mi juego es el pecado!
Kara se echó a reír. Aquello iba cada vez mejor. Si no hubiera decidido que aquel no era su tipo de mujer, ella misma habría caído en sus redes. Había algo especial en aquel aspecto de perdida que no concordaba con la inocente expresión de aquellos ojos verdes...
Era una combinación abrumadora. Sin embargo, Kara se recordó firmemente que Morgan Edge era él que iba a caer en sus redes. No kara.===
Lena entró por la puerta de cristal de Tres chic!, sintiéndose como una vagabunda caminando por una pasarela de moda de París. Sus ojos vieron cuero, mucho cuero, estampados animales y una serie de complementos que ni siquiera supo identificar.
Se estaba mordiendo el pulgar, lista para marcharse por donde había llegado, cuando una dependienta se le acercó. Iba vestida muy llamativamente y tenía el pelo teñido de blanco y negro, como si fuera una cebra.
-¿Puedo ayudarte? -le dijo, en un tono que sugería que Lena estaba más allá del punto en el que se la podría ayudar.
-Sí. Sí, claro que puedes -respondió ella, tras respirar profundamente-. Necesito un milagro.
-¿Estás tratando de modernizar tu imagen? -replicó la chica, llena de dudas-. Parece que el catálogo en el que te compras la ropa está pasado de moda. Podrías ir a...
-He estado viviendo en Moscú -mintió.
-¿Cómo?
La dependienta estaba a punto de echarla de la tienda. Lena decidió que no podía echarse atrás.
-En Rusia. He vivido allí durante los últimos diez años, trabajando como... como secretaria en la embajada norteamericana. Esta era la clase de ropa que me podía comprar allí. Tuve que cambiar tres cartones de Marlboro solo por la falda.
-Pues deberías haberte quedado con los cigarrillos.
-Echaba de menos la moda de aquí. ¡En Moscú, , creen que Prada es un coche! ¡Lo confundían con el Lada!
Se imaginaba que la mayoría de las mujeres moscovitas eran mucho más modernas que ella, pero su plan parecía estar funcionando.
-¡Qué horror! He visto esos gorros de piel en televisión y son... Bueno, ¿qué aspecto quieres tener?
-Sexy.
-Lo de ser sexy es mi especialidad. Vamos.
Dos horas y un montón de bolsas después, la tarjeta de crédito de Lena se había endeudado más que lo que ella hubiera imaginado nunca, pero estaba completamente equipada. Seguía vestida con el último conjunto que se había probado, una falda muy ajustada y una camisita de algodón que a ella le parecía más bien ropa interior. En los pies, llevaba unos enormes zapatos negros.
-Estás espléndida -le dijo la dependienta.
-¿Te importa hacerme un favor?
-Claro.
-Pásame esa papelera -le pidió. Cuando la de dependienta lo hubo hecho, Lena tiró el traje y la blusa que había llevado puestos, para deshacerse de toda su mojigatería de golpe
-.Gracias. Lo necesitaba. Cuando me haya ido, puedes donarlo a una tienda de segunda mano.
-Como tú digas. Ven cuando quieras para que te dé consejo. Estás estupenda, ¿lo sabías? Cuando te cortes el pelo...
-¿Cortarme el pelo?
-Bueno, me había parecido que... Estoy segura de que en Moscú cortan muy bien el pelo, pero es que hay el estilo ha cambiado mucho en los últimos diez años.
-Oh... Claro.
-Yo conozco un estilista estupendo. Se llama Winn y es un genio con las tijeras -comentó, sacando una tarjeta de una peluquería llamada Ecstasy
-.Mira, ve y ponte en sus manos. Es el mejor y... Espero que no te importe que te diga esto, pero si vas a hacer un cambio de imagen completo...
-Sí, claro.
-Esas gafas llaman a gritos a los años ochenta.
-Las gafas... Claro. Gracias. Bueno, ¿algo más?
-No, pero asegúrate que vienes a verme cuando hayas terminado tu transformación. Me apuesto algo a que ni yo misma te reconoceré.Como Lena creía firmemente en que no se podía dejar para el día siguiente lo que se podía hacer al instante, se fue corriendo a su casa y concertó las citas con su óptico y con Winn, aunque con este último se lo estuvo pensando un rato. Esperaba no salir con el cabello blanco y negro. Quería estar diferente, no parecerse a Cruella DeVil.
Cuando fue a ver a Winn, decidió ponerse en sus manos y olvidarse de mirar lo que estaba haciendo.
-¡Dios mío! ¿Qué te hicieron esos rusos? -exclamó-.¡Esto es suficiente como para que volviera a empezar la Guerra Fría! Lena sonrió débilmente.
Después de que le hubiera lavado el cabello, Winn la sentó de nuevo en la silla. Tras tomar un par de tijeras, empezó a cortar.
-Caitlin me ha dicho que solías vivir en Moscú -dijo.
Lena respondió con un sonido que no la comprometía a nada
-.Estoy seguro de que esos diez años en Rusia te han apagado el color del cabello. Estoy seguro de que no siempre ha sido tan apagado.
-No. Solía ser mucho más bonito.
-Te haré un lavado de color. Creo que el color caoba con tonos rojizos te sentará muy bien. ¿Qué te parece?
Cualquier cosa que no fuera blanco y negro le sonó a Lena estupendamente.
Cuando Winn terminó por fin, ella casi no podía creerlo. Su cabello presentaba un estilo joven, salvaje... Tenía partes algo de punta, pero el cabello tenía una suavidad que no había visto en mucho tiempo.
-¡Me encanta!
-Sí, eso creo yo. Parece que funciona.
-Yo también lo creo -confirmó ella, sonriendo feliz.
-¿Tienes una cita apasionada esta noche?
Efectivamente, iba a salir con Maxwell, pero no se podía decir que fuera apasionada... Se obligó a ser optimista. Lo había sorprendido con lo de la revista.
Tal vez debería haber modernizado primero su aspecto.
-No lo sé, pero espero que sí.===
-¿Qué te has hecho en el pelo? -le preguntó Maxwell, cuando ella le abrió la puerta.
-¿Es que no te gusta? -replicó ella, sintiendo que la sonrisa se le helaba en el rostro.
-Es rojo... Es demasiado moderno para ti. Es... es...
Aunque no parecía que Maxwell pudiera encontrar palabras, la expresión horrorizada de su rostro mostraba sin lugar a dudas su opinión al respecto.
Lena se dio la vuelta y entró en el salón. Allí, empezó a colocar las figuritas Hummel de un modo diferente al que debían estar colocadas. Mejor aún, decidió que debería guardar todas aquellas figuritas y cambiar la decoración de su casa por algo más moderno. Sin embargo, aquellas figurillas habían pertenecido a su madre y Lena era una sentimental, por lo que decidió dejarlas como estaban.
Llevaba toda la vida viviendo en aquella casa. Tal vez necesitaba cambiar de aires...
Maxwell la miraba desde la puerta, con una expresión preocupada en el rostro. Evidentemente, no sabía cómo enfrentarse a ella.
Él encajaba a la perfección en aquella sala. Un hombre anticuado en una casa anticuada. Lo mismo solía pasarle a ella, pero eso era antes. De hecho, llevaba cierto tiempo sintiendo que no pertenecía a su propio cuerpo. Sin embargo, a pesar del desastre del cambio en su vida sexual, sentía que lo estaba enmendando.
No había visto a Maxwell desde el viernes, cuando la había dejado desnuda, atada y olvidada. La había llamado por la noche, con voz cansada y estresada. Le dijo que sentía haberse tenido que marchar y que tenía guardia por la noche durante los próximos días. Le había sugerido que cenaran juntos en casa de Lena el martes.
Y allí estaba. Sin flores, sin disculpa, sin vino... Ni siquiera con una invitación para un restaurante. Cómo siempre, Lena tenía que preparar la cena. Si por lo menos cruzara el salón, la tomara entre sus brazos y la llevara a la cama, se lo perdonaría todo inmediatamente...
-¿Es guisado de carne lo que huelo? -le preguntó, frotándose las manos con entusiasmo-. Estoy muerto de hambre.
La madre de Lena le había enseñado que suscitar discusiones a la hora de cenar era malo para la digestión, además de ser síntoma de malos modales. Por ello, guardó silencio mientras cenaba. Cuando terminaron, preparó café y se lo tomaron en el salón como si fueran una pareja de septuagenarios.
Mientras tomaba un sorbo de café, lena miró la taza de porcelana y descubrió que no le gustaba. Se dio cuenta de que no solo estaba bebiendo de la taza de su madre, sino que estaba viviendo también su vida. Sin que pudiera evitarlo, sintió que la taza le empezaba a temblar en el plato, como si fuera un par de castañuelas. Al mirar cómo Maxwell pasaba una página del periódico que estaba leyendo, sintió que no podía respirar.
Un grito fue creciéndole en la garganta. Había pasado un año desde la muerte de su madre.Lena se vio, regresando a la casa del entierro, para convertirse en su madre. La había querido mucho, y también a su padre, pero decidió que tenía que volver a recuperar su vida. Tal vez el problema no era Maxwell y su vida sexual. Tal vez era aquella casa.
-Estoy pensando que voy a vender la casa.
Después de mirarla durante un momento, Max sonrió. Ella reconocía perfectamente aquella sonrisa, tan condescendiente, que le hacía querer abofetearlo.
-Es normal.
-¿Cómo dices?
-Eres una mujer en un momento muy delicado de tu vida. Has sobrepasado ya la treintena...
-¡Pero si solo tengo treinta y un años!
Y tu reloj biológico no deja de sonar -añadió. como si ella no hubiera hablado-. Creo que deberíamos anticipar la fecha de la boda.
-¿Por qué?
-Estás comportándote de un modo que no corresponde a tu carácter -respondió Maxwell, tras acariciarle la nariz como si fuera una niña traviesa-. Creo que me estás lanzando un mensaje que no deja lugar a dudas.
-iDeja de hablarme como si fuera una paciente con depresión postparto! Soy tu prometida.
-Solo quiero ayudarte... Guiarte... «Controlarme, más bien», pensó ella.
Maxwell la agarró de la mano izquierda, en la que relucía un pequeño diamante. Había tratado de convencerse de que el anillo había sido elegido con gusto, pero sabía que simplemente había sido el más barato.
-Creo que podría hacer un hueco en mi agenda para el mes de abril. Nos podríamos casar entonces. ¿Crees que ya te habrá crecido el cabello?
Tal vez no estaba siendo justa. Para él, decidir una fecha de boda con solo siete meses de anticipación era ser muy espontáneo. Trató de entusiasmarse un poco.
-Podríamos utilizar parte del dinero de la venta de la casa para irnos de luna de miel.
-¿Sabes lo que están subiendo las casas en este vecindario? -le preguntó él, de nuevo con aquella sonrisa-. Esta casa está a cuarenta minutos de Metropolis, muy cerca de tu trabajo y de mi consulta.
Es un lugar maravilloso para criar una familia. Después de que nos casemos, sentarás la cabeza.
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Un Poco De Diversión.
FanfictionLa vida sexual de Lena Luthor necesitaba un poco de animación. Sólo esperaba que su apático prometido estuviera dispuesto a participar cuando ella le propusiera hacer realidad un par de fantasías... Desgraciadamente no fue así, y su ex prometido la...