Capitulo 5

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Tragó saliva al recordarla desnuda e indefensa, tumbada, como ofreciéndosele. Sin embargo, a ella había dejado de interesarle aquel tipo de mujeres. Desde que se había encontrado a su novia, excitándose con otros dos hombres y una mujer. No había ni que decir que ya no era su novia. Lena Luthor  le recordaba a su ex, sobre todo en el hecho de que pareciera haber tantos hombres en su vida.
Aquella noche ella era la segunda persona que había entrado en aquella casa. ¿Quién sabía cuántos hombres habría?
-Vi que tu novio se marchaba antes.
-No es mi novio.
-¿Por qué no me sorprende?
-Maxwell no estará implicado en nada de drogas, ¿verdad? No, imposible -añadió, al ver que Kara negaba con la cabeza.
Kara seguía pensando. Necesitaba saber cómo llegar a ella. Sabía que, además de aquella casa, había heredado una bonita suma de sus padres, que no tenía hermanos con los que repartirlos y que se las había arreglado para conseguir una buena cartera de clientes propios.
Recorrió la sala con la mirada. Lo único que permanecía intacto era la librería. Allí, había una serie de libros clásicos, mezclados con libros de poesía, novelas modernas y unos cuantos libros de bolsillo que le llamaron la atención.
Se acercó un poco más y miró.

Yo, yo misma y yo, Cómo disfrutar volar en solitario, Momento de cambiar y Conviértete en lo que quieres.

¡Allí estaba!
Aquella mujer quería cambiar. No se imaginaba por qué no había dejado su trabajo en nueve años, cuando evidentemente cambiaba de color de cabello y de hombres más que ella de cera para depilar. Lena Luthor quería un cambio y Kara se lo iba a dar.
-Quiero ofrecerte un trabajo.
-¿El FBI necesita un contable?
-No. Tendrías que asumir una nueva personalidad.
-¿Una nueva personalidad?
-Sí -respondió kara, seguro de que había apretado el botón correcto-. Pero es todo muy secreto. Los detalles se te darían a su debido tiempo.
-¿Y qué tengo que hacer? -le preguntó ella, con tanta atención como si Kara fuera el mismísimo 007.
-Estamos vigilando una empresa de importación y exportación. Creemos que son un eslabón en una operación de tráfico de drogas a escala mundial, pero nunca hemos podido infiltrar un agente. Uno de sus contables abandonó la empresa hace muy poco y se montó en un avión
-con destino a Hong Kong antes de
que pudiéramos ponerle las manos encima. Sé que hay una vacante en el departamento de contabilidad.
-¿Me estás pidiendo que sea contable? -replicó ella, algo decepcionada-. Eso no suena muy emocionante.
-El noventa y nueve por ciento del trabajo de este tipo se centra en tareas mundanas, pero podrás ver y escuchar cosas. Estarás dentro... Cuando las cosas se calienten, estarás ahí, justo en el centro del asunto.
-¿Será peligroso? -quiso saber Lena, llena de expectación. Kara se dio cuenta de que había picado el anzuelo y se lo estaba tragando con sedal y todo. Su nuevo trabajo sería tan peligroso como el de portero de noche en una residencia.
-Muy peligroso.
La respiración se le aceleró. Sonaba como el de una mujer que está excitada sexualmente. El cuerpo de Kara respondió, a pesar de que su mente le decía que se concentrara en el trabajo. No iba a tener nada que ver con la ninfómana del barrio. Solo esperaba que su cerebro y su sexo tuvieran el mismo gusto para las mujeres.

-¿Qué tengo que hacer?

«Sé tú misma».
Si Lena había recibido alguna vez un consejo que fuera completamente inútil, lo habían sido las últimas palabras de Kara. «Ella misma» era una mujer aburrida, con un cabello de un color indefinido, sin vida propia, que se había pasado los últimos nueve años cuadrando los libros de una empresa de cemento.
La mujer que se dirigía en aquellos momentos a Oceanic Importación-Exportación era la creación artificial de Winn, el peluquero, de la dependienta de la tienda y del óptico que le había hecho las lentes de contacto.
Llevaba el traje más conservador de su nuevo guardarropa, una chaqueta negra, muy ajustada, una falda por la rodilla y un par de botas negras. Mientras se dirigía al lugar de la entrevista, iba ensayando lo que diría en la entrevista. Kara se había echado a reír cuando había tratado de practicar con ella.
-No tienes que fingir ser otra persona, limítate a decir la verdad. Ya, Kara no tenía ni idea que Lena estaba viviendo una gran mentira, fingiendo ser moderna y excitante.
Se olía el humo de un millón de coches, mezclado con el olor a pescado del puerto, el sonido de las maquinarias y las voces de los albañiles de una obra cercana.
Un silbido de admiración llegó a sus oídos. Al mirar a su alrededor, se dio cuenta que se dirigía a ella.
-¡Tía buena! -le gritó uno de los obreros.
-Gracias -respondió ella, con auténtica gratitud. De repente, empezó a sentirse menos nerviosa.
¿Por qué no iba a poder conseguir aquel trabajo ni todo lo que quisiera? Era una mujer nueva y mejorada. Mucho mejor que la antigua Lena. Era Kiera Luthor, contable y espía a tiempo parcial. Lo único que tenía que hacer era quedarse con un trabajo que podía hacer con los ojos cerrados.
Aquella
«guarida de perdición», como la había llamado mentalmente desde que conoció su existencia, tenía una apariencia muy respetable, con un amplio vestíbulo de mármol y granito. En aquella imponente entrada, una bellísima recepcionista le indicó un pasillo, que llevaba a una sala de reuniones. Lena parpadeó al ver a la mujer. Parecía una de las modelos de su revista. Seguramente de la sección de: «Avanzadas eróticamente».
En el breve trayecto, Lena miró a izquierda y derecha, pero en vez de ver rostros sospechosos y llenos de cicatrices, arsenales de armas y bolsas de polvo blanco, observó que había el mismo tipo de personas que con las que había trabajado en su último empleo. Nada ni remotamente siniestro. Sintiéndose muy desilusionada, entró en la sala. En su interior, había tres hombres. El que estaba sentado en el centro se levantó cortésmente y le extendió la mano. Tendría unos cuarenta años y un rostro que la hizo relajarse y sonreír. Era de pelo negro y tenía ojos azules. El apretón de manos fue firme y profesional. Nada indicaba que pudiera dedicarse al mundo de las drogas.
-Me llamo Morgan Edge -la informó, con un acento ligeramente británico-. Estos son mis socios, Jimmy Olsen y Lar Gand.
Aquellos dos tipos le dieron ciertas esperanzas. Parecían demasiado fuertes como para dedicarse al trabajo en los despachos. Jimmy Olsen tenía los nudillos cubiertos de pelo y Lar Gand llevaba una apestosa agua de colonia.
Lena sonrió con educación y se sentó en la silla que le indicó. La entrevistaron muy extensamente sobre su anterior trabajo. La mayor parte de las preguntas eran rutinarias, pero de vez en cuando le hacían unas algo extraña. Incluso le llegaron a preguntar si conocía a un par de personas que nunca habían trabajado en Cementos Goring.
A pesar de todo, ella se mostró cortés, pero segura de que ninguno de los tres tenía el cerebro suficiente como para dirigir una organización criminal. Se preguntó cómo lo haría el que se había presentado como jefe, aunque se dio cuenta de que no era asunto suyo. Una vez hubiera completado aquel trabajo, seguiría con su vida. Lo importante era que hubiera conseguido poner fin a su aburrida vida personal y profesional.
De hecho, decidió que en cuanto terminar: aquel trabajo, se tomaría unas vacaciones. Se compraría un billete para el primer lugar que le llamara la atención.
-Gracias, señorita Luthor, ya la llamaremos -le dijo Morgan Edge.
Sus ojos le enviaron el mensaje de que, ocurriera lo que ocurriera, ella seria la elegida si dependiera de él.

Un Poco De Diversión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora