Capitulo 14

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Después de darse una rápida ducha y cambiarse de ropa en su casa, Kara se dirigió al edificio donde estaba el apartamento de Harrison. De camino, llamó al FBI desde su coche.
-¿Qué? -le espetó una voz
-Ya veo que has estado haciendo más cursos de relaciones públicas, Carl -respondió Kara, con una sonrisa.
-¡Danvers! Espero que me llames para decirme que vas a volver a trabajar.
-Muy pronto, Carl. Necesito que me confirmes que Harrison, el antiguo contable de Oceanic, no ha regresado al país.
-¡Mira! Tengo un complot terrorista que parece ser una broma de mal gusto, pero que tengo que comprobar de todas maneras, dos robos de banco con el mismo modus operandi que una serie de robos en unas casas de Texas, el asesinato de un traficante de drogas y una úlcera. y ahora tú quieres que te dé indicaciones sobre un contable que se ha ido de vacaciones... Parece que todo el mundo está de vacaciones -protestó Carl, mientras revolvía unos papeles-. Espera.

Mientras esperaba, Kara se fijó en que delante de ella había una furgoneta con un montón de niños. Seguramente sería alguna excursión. La mamá, o la profesora, tenía el cabello corto y rojizo. No tenía el estilo de Lena, pero eso no pudo evitar que se la imaginara con niños...
Se sintió como si acabaran de darle un puñetazo. Los niños que se estaban imaginando eran sus hijos. Los de Lena y los suyos. Aquello la hizo estar de acuerdo con Carl en que llevaba mucho tiempo de vacaciones. Necesitaba una buena dosis de realidad.
Carl volvió a contestar al teléfono. Kara giró a la derecha, lo que hizo que perdiera de vista la furgoneta.
-No, no hay ni rastro de Harrison. Si ha vuelto a entrar en Estados Unidos, lo ha hecho con un pasaporte diferente.
-Gracias, compañero.
-De nada. Oye, vente a cenar una noche de la semana que viene. Susan tiene una amiga que presentarte.
-¿De quién se trata esta vez? -preguntó Kara, recordando la serie de extrañas mujeres con las que Susan había querido emparejarla.
-De una médium.
-¿De las que habla con los muertos?
-Sí.
-¿Es que Susan no tiene ninguna amiga que sea normal?
-Para que tu te acerques a ella, no.
-Bueno -dijo Kara, riendo-. Dale a Susan las gracias, pero dile que ya estoy saliendo con alguien.
-¿De verdad? ¿Es guapa?
-Muy guapa.
-Tráela a cenar. Nos encantaría conocerla. Tú eliges el día.
-Se lo preguntaré.
No sabía lo que Carl pensaría de la nueva mujer que tenía en su vida, pero le daba la sensación de que Susan y Lena se llevarían estupendamente. Estaban las dos igual de locas y kara estaba loca por las dos.

===

El teléfono móvil de Kara empezó a sonar. Como pensó que era Carl, se colocó el manos libres en el oído para poder hablar con más comodidad.
-Danvers.
-¡Pues vaya saludo más amable! Podría ser una chica llamándote -ronroneó Lena. La voz la sorprendió tanto que dio un volantazo-. Ten cuidado no te vayas a salir de la carretera.
-¿Dónde estás?
Ya lo sabía. Al mirar por el retrovisor, la vio detrás de kara, en su coche, un utilitario azul que no parecía ir en absoluto con su personalidad. Le hubiera pegado más un coche algo más agresivo.
-¿Por qué no estás trabajando?
-Lo estoy. Te estoy ayudando. No protestes. No puedo dejar que vayas al apartamento de un desconocido sin protección.
-¿Y tú eres la que me proteges?
-Efectivamente. Le dije a Samantha que tenía cita con el médico y que llegaría un poco después.
-Podría perderte en menos de cinco minutos...
-No creo que me estropearas así la diversión...
No, efectivamente, no podría hacerlo. Le debía demasiado. Algo había cambiado entre ellas la noche anterior y Kara no creía que pudiera volverla a tratar del mismo modo. Además, llegaba tarde a trabajar de todos modos. Otra hora no cambiaría nada.
-¿Qué vas a hacer exactamente para protegerme?
-¿Que qué haré? Yo creo que... Bueno, tú eres la experta, así que corrígeme si es necesario. Me parece que yo debo constituir tu apoyo, ayudarte y auxiliarte en todo lo que necesites -comentó ella, con una risa que despertó los instintos más bajos de Kara.
-¿Y a cambio qué esperas de mí... de tu compañero?
-Quiero otra noche como la de anoche. De hecho, quiero muchas -susurró ella, lanzándole una ardiente mirada a través del espejo retrovisor.
-Genial. Un servicio nocturno de sementales. ¿Algo más?
-Luego, nos queda el día... -suspiró ella, con tanta lujuria que hasta sorprendió a la propia Kara.
El tráfico había ido haciéndose cada vez más pesado, así que Kara pudo concentrarse en jugar a lo que ella le estaba proponiendo.
-¿Qué pasa con el día?
-Tengo deseos... necesidades que no siempre se ven regidas por el reloj.
-Señorita Luthor -dijo kara, al sentir lo mucho que se aceleraba la respiración de Lena-, ¿es posible que esté usted tratando de tener relaciones sexuales por teléfono con una agente federal?
-No estoy segura... Nunca lo he pensado... De hecho, sí.
-Pues creo que es justo advertirle que no se pueden mantener relaciones sexuales, ni siquiera por teléfono, cuando se está trabajando.
-Si no prestamos atención al hecho de que estás de baja por estrés, ¿no podrías tomarte un descanso para tomar un café?
-Supongo que podría relajarme durante unos minutos... - susurró, sin dejar de mirar a Lena por el espejo retrovisor.
-Ahora, veamos...
Se produjo una pausa, durante la cual Kara se imaginó las situaciones más picantes y eróticas que se le podrían ocurrir. Sin embargo, no escuchó nada más que silencio.
-¿Sigues ahí? -preguntó kara, por fin.
-Sí. Es que nunca he tenido relaciones sexuales por teléfono. No estoy segura de cómo comenzar.
Maldita fuera... Lena la volvía loca. Unas veces era una mujer erótica y desvergonzada y otras se comportaba como si fuera completamente inocente.
-Bueno, pues te aseguro que lo estás haciendo muy bien.
-¿Qué quieres decir?
-Si estuvieras aquí conmigo, lo comprenderías.
-¿Quieres decir que estás...?
-Tengo una erección que lleva tu nombre, si eso es lo que estás tratando de preguntar.
Lena suspiró como si kara le acabara de susurrar aquellas palabras al oído. Menuda inocente estaba hecha. Quería hablar sin tapujos
Y kara se lo daría.
-¿Y sabes lo que voy a hacer con ella?
-No.
-Te diré exactamente lo que voy a hacer... Entonces, aprovechando que el tráfico se había parado, lo hizo, utilizando un lenguaje muy explicito y sugiriéndole una situaciones que no creía que una mujer pudiera realizar sin tener un montón de brazos más.
-¡Basta! No se puede hacer eso en un ala delta. Te morirías intentándolo.
-Entonces, me moriría con una sonrisa en los labios.
-Yo también...
El tráfico había empezado a moverse poco a poco, por lo que Kara pudo tomar el siguiente desvío. Ella la siguió y siguió haciéndolo hasta que kara aparcó el coche y apagó el motor. Lena aparcó tras de ella y se bajó del coche, tras mirar a su alrededor con una expresión de perplejidad.
-Esto es un centro comercial -le dijo, cuando kara bajó la ventana.
-¿De verdad? Me tienes tan trastornada que no me acuerdo ni siquiera de adónde voy. Móntate conmigo. No tiene sentido que llevemos dos coches.
Lena entornó los ojos y la miró fijamente durante un momento, como si estuviera debatiendo si debía confiar en kara. Por fin, se decidió a entrar en el coche.
-Entonces, ¿dónde vamos a...?
Lena nunca pudo terminar la frase. Kara la tomó en brazos con tanta rapidez .que ella ni siquiera tuvo tiempo de cerrar los ojos. Kara tampoco los cerró, sino que prefirió observar lo que Lena estaba sintiendo. Olía tan bien, sabía tan bien... Kara se olvidó que aquello la podía llevar mucho más allá.
El sonido de un claxon le hizo recobrar los sentidos. Estaban en medio de un centro comercial, no de la suite nupcial de un hotel de lujo.
-¿Por qué has hecho eso? -le preguntó.
-Para confirmar tu excusa.
-¿Cómo dices?
-Le dijiste a esa Samantha que ibas al dentista. Ahora, puedes decir sin temor a mentir que te han examinado muy bien la boca.
-¿Y tengo alguna cavidad?
-Oh, sí. Una en particular de la que me voy a tener que ocupar más tarde -comentó kara, haciendo reír a Lena-. Tal vez tenga que utilizar mi taladro...
-No tengo tiempo para jugar a los dentistas.
-Pues a mí me pareció que esa cavidad necesitaba una atención urgente -susurró, acariciándole suavemente el muslo.
Lena le pegó un manotazo y cruzó las piernas.
Creo que es mejor que desenchufes tu taladro durante un rato. Se te va a agotar.
-¿Y ahora quién está estropeando la diversión de quién?
-Bueno, antes he tratado de preguntarte que adónde vamos.
-A los apartamentos Buena Vista, en la que hay uno bastante caro que fue el hogar hasta hace muy poco de un tal señor Harrison.
-¿Crees que estará allí?
-Lo comprobé esta mañana. No ha vuelto a entrar en Estados Unidos con su propio pasaporte.
-Lo sé, pero tenía que pagar el alquiler. Tal vez haya regresado bajo un nombre falso.
Mientras Kara aparcaba el coche, Lena sacó un espejito y su lápiz de labios y se retocó el maquillaje que le habían quitado con el beso.
-Bueno... creo que esto va a ser una pérdida de tiempo. A ver qué te parece esto. Tú esperas aquí Y yo trataré de acelerar las cosas Y luego te llevo corriendo a tu despacho -le dijo, esforzándose todo lo posible por sonar aburrida.
-Ni lo pienses -replicó ella, bajándose inmediatamente del coche.
-De acuerdo, puedes acompañarme -dijo ella, viendo que era imposible hacer que se echara atrás-, pero yo seré la que hable. ¿Comprendido?
-Claro.
-De acuerdo -dijo, metiéndose un dedo entre el cuello de la camisa y la garganta-. Maldita corbata. Las odio.
-Entonces, ¿por qué te has puesto una?
-Por que el que alquila los apartamentos es de la antigua escuela. Sirvió en la Segunda Guerra Mundial. A él le importa.
Tras colocarse la placa bien visible en el cinturón, se ajustó la pistolera. Entonces, llamó por el telefonillo del portero y se identificó. El hombre apareció enseguida.
-Siento molestarlo, señor. Estuve aquí en otra ocasión para preguntarle sobre el señor Harrison, del apartamento 408.
-Si, ya me acuerdo. ¿Quiere usted la dirección que tengo para enviarle el correo?
-¿Cómo ha dicho? -preguntó Kara, atónita.
-Sí. Ha dejado el apartamento.
-Si recuerdo bien, usted prometió llamarme por teléfono si veía o tenía noticias del señor Harrison.
-No lo he visto. Envió a un par de amigos con una carta de autorización firmada por él.
-¿Tiene todavía la carta? -quiso saber, a pesar de que maldijo al hombre en silencio por no haberle avisado. Podría haber localizado a Harrison a través de sus «amigos».
-Claro. Entre.
Kara se echó atrás para que Lena pudiera pasar primero.
-¿Está usted también con el FBI?
-Es mi socia, la señorita Smith -dijo Kara, antes de que ella pudiera dar su verdadero nombre.
-¿Cómo está usted, señor?
-¿Le dieron algo más? -quiso saber Kara, antes de que Lena pudiera decir algo-. ¿Sus nombres o un documento que les identificara?
-No. La carta me pareció correcta y cotejé la firma con la que aparece en el contrato de alquiler. Me pagaron al contado.
-Muy bien. ¿Podríamos ver su apartamento?
-Está ocupado. Lo acabo de alquilar a una joven pareja.
-Ha dicho que Harrison le dejó dirección para que le enviara el correo.
-Sí. El mismo apartado de correos de Hong Kong que había en la carta.
En aquel momento, las puertas del ascensor se abrieron y salió una anciana, que miró a Kara y a Lena con curiosidad antes de saludar al casero afectuosamente.
-Necesitaré esa carta. Puede hacer una fotocopia, pero le prometo que le devolveré el original tan pronto como hayamos acabado con ella.
-Por supuesto, por supuesto.
Los llevó al pequeño despacho que tenía en el vestíbulo para darles la carta. A Kara le habría gustado preguntar quién había sacado todas las cosas de Harrison y adónde se las habían llevado. Todo parecía perfectamente inocente, pero ¿por qué tenía un presentimiento?
El hombre se puso a rebuscar en una carpeta. Mientras Kara lo observaba, notó que el pánico iba a apoderándose del rostro del hombre. Volvió a repasar los papeles, aquella vez más lentamente, y luego negó con la cabeza.
-No lo entiendo. Debería estar aquí mismo. Mi esposa debe de haberla sacado. Esperen aquí. Voy a preguntárselo.
Kara asintió, sabiendo muy bien que la carta no se había traspapelado. No estaba, y con ella se había disipado toda posibilidad de que aquello fuera algo completamente inocente.
Minutos más tarde, una gruesa mujer entró seguida del casero. Realizó el mismo proceso que su marido.
-No lo entiendo -exclamó por fin.
El pequeño despacho solo tenía dos sillas. Kara estaba a punto de decir que se marchaban cuando
«la señorita Smith» intervino.
-¿Seria posible que fuéramos todos a su apartamento para que nos pudiéramos sentar?
-Sí, sí, claro. Prepararé un poco de té –anunció la esposa.
Kara miró a Lena con frialdad, pero solo recibió a cambio una sonrisa.
-¿Qué estás haciendo? -le preguntó, en voz muy baja, mientras se dirigían al apartamento de los caseros.
-Los estás poniendo nerviosos. Si se relajan, tal vez recuerden algo. «Que Dios me libre de los aficionados».

===

Los cuatro estaban sentados, tomando una taza de té. Había un plato con galletas en el centro de la mesa, pero nadie las probó. En cuando salieran de allí,
«la señorita Smith», se iba a llevar un buen rapapolvos.
-Bueno -comenzó Lena-. Cuéntenos todo lo que recuerde sobre esos hombres.
-Iban vestidos de trabajo. Parecían personas muy agradables.
-¿Altura? -preguntó Kara.
-Media, pero sí que me dí cuenta de una cosa: Uno de ellos tenía los nudillos cubierto de vello.
-Gracias por su tiempo -exclamó Kara, poniéndose precipitadamente de pie. Entonces, agarró a Lena por el codo y la hizo levantarse. Sus anfitriones se pusieron también de pie-. Si se acuerdan de algo más, por favor, llámenme a este número. De día o de noche –añadió, entregándoles una tarjeta.
-Gracias -dijo Lena-. El té estaba delicioso.

Entonces, les dedicó una cariñosa sonrisa a la pareja, como si ellos acabaran de ayudarlos a resolver los diez crímenes más importantes del FBI.
-De nada, querida. Resulta muy agradable charlar con gente joven con modales. ¿Queréis que os llamemos cuando estos hombres regresen por el coche del señor Harrison?

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