Capitulo 15

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-¿El coche?
-Sí -respondió el casero-. No tenían autorización para llevarse el coche, y, además, no tenían las llaves, así que no pudimos entregarles el vehículo del señor Harrison. Dijeron que volverían.
-Quiero ver ese coche -afirmó Kara.
-Claro. Por aquí.
El hombre las hizo salir por la escalera de incendios. Luego, bajaron por una escaleras hasta un aparcamiento subterráneo.
-El coche del señor Harrison es ese de allí. El dorado.

Kara lo vio inmediatamente. Se trataba de un Lexus dorado. Rápidamente, se dio cuenta de que la puerta estaba abierta. Alguien estaba haciendo un puente en el coche de Harrison.
El tipo no las había escuchado. Kara sonrió. Estaba a punto de entrevistar al sospechoso número uno, tanto si quería como si no. Sacó su pistola y tras hacer a Lena una indicación para que se mantuviera al margen, empezó a andar silenciosamente.
-¡Eh! -gritó de repente el portero, antes de que Kara pudiera detenerlo-. ¡Fuera de ese coche!
Un joven de pelo más bien largo giró la cabeza.
-¡FBI, quieto! -le ordenó Kara, al ver que tenía una pistola-. ¡Al suelo! -añadió, refiriéndose al viejo, mientras empujaba a Lena hacia las escaleras.
En aquel momento, se oyó el rugido del motor de un coche. Kara apuntó cuando el vehículo salía marcha atrás, con los neumáticos chirriando.
-¡kara! ¡Mira! -le gritó Lena, desde la escalera.
-¡Agáchate!
Se había dado cuenta de lo que había causado la alarma de Lena. El maldito ladrón dirigía el coche hacia ella.
Kara se lanzó hacia una de las columnas de cemento para protegerse. Justo en aquel momento, oyó que una bala rebotaba un poco por encima de su cabeza. Entonces, volvió a salir y disparó una vez mientras el Lexus salía del garaje. Con gran celeridad, se dirigió hacia su coche.
-¡Quédate ahí! -le ordenó a Lena.
Ojalá tuviera tiempo de dejarla atada en el apartamento de los dos ancianos para que no tuviera oportunidad de seguirla.
Después, echó a correr por el aparcamiento en dirección a su vehículo. Entonces, se dio cuenta de que Lena iba corriendo detrás de ella. La falda se le había subido, haciendo que mostrara generosamente los muslos.
-¡No! -gritó, a pesar de que sabía que no tenía tiempo de pararse a discutir con ella. Lena era la mujer más testaruda que debía de haber sobre La Tierra. Las dos llegaron prácticamente juntas al coche.
-Giró a la derecha -le dijo ella, mientras salían del aparcamiento.
-Estás loca. ¿Lo sabes?
-Puedo dirigirte mientras conduces.
-Ponte el cinturón y agárrate.
-Ahora ha girado a la izquierda en la tercera calle a la izquierda.
-Llama a la policía. Diles que el FBI requiere coches de apoyo. Dale también la localización en la que estamos y la descripción del vehículo. Creo que se dirige a la autopista.
Mientras Lena rebuscaba el teléfono móvil en su bolso, Kara se concentró en conducir. Era complicado conducir por una zona residencial a tanta velocidad. Cualquier niño podría cruzar la carretera sin darse cuenta.
Después de haber terminado de hacer la llamada, Lena se puso muy nerviosa. Seguramente estaba muy asustada.
-No te preocupes, cielo...
Tenía que atrapar a aquel chico. Tenía que descubrir quién estaba detrás de la mudanza de Harrison...
Más adelante, el Lexus hizo otro giro muy brusco. Kara no escuchó sirena alguna, pero decidió no correr ningún riesgo y empezó a reducir la distancia entre los dos vehículos. La velocidad del vehículo empezó a subir al mismo tiempo que el ritmo del corazón de Lena.
-¡Maldita sea! -exclamó kara, tras hacer el mismo giro que el Lexus.
-¡Kara, para!
Ella pisó inmediatamente los frenos. Los neumáticos aullaron, pero consiguió detener el coche. Una clase entera de niños estaba cruzando la calle. A lo lejos, las dos vieron que el Lexus volvía a girar.
-¡Vamos, vamos! -exclamó kara, dirigiéndose a una niñita que iba más retrasada que los demás. La profesora fue a buscarla, pero la pequeña dejó caer la bolsa de la merienda. Para cuando la profesora la llevó a la acera con los demás, Kara supo que la persecución se había acabado.
-Tal vez lo atrape la policía -dijo Lena,
-Sí, tal vez, pero ya no va hacia la autopista.
Se pasaron media hora recorriendo la zona, con la esperanza de ver el Lexus, pero la suerte no las acompañó. Finalmente, las dos tuvieron que admitir su derrota.
-Bueno, te llevaré de nuevo a tu coche.
-Deberías regresar al edificio y arrestar al casero de esos apartamentos -dijo ella.
-Lo has hecho muy bien -le aseguró kara. Mientras regresaban al centro comercial, Kara se dio cuenta que Lena tenía aún la respiración muy agitada. Tal vez no estaba tan cortada para aquel trabajo como ella había pensado.
-Eh... No importa. Ya se ha terminado todo...
-Lo sé, pero no puedo evitarlo.
Kara le dio un abrazo y pudo sentir la calidez de su cuerpo. Al mirarla a la cara, descubrió que tenía las mejillas cubiertas de rubor y los ojos brillantes. Aquel era un mensaje que estaba empezando a comprender muy bien. Le deslizó una mano entre las piernas. Estaba ardiendo, húmeda y lista.
-No tienes miedo. Estás caliente...
-Lo siento. No puedo evitarlo...
-Es la adrenalina. Afecta a las personas de modos muy diferentes. Tú eres una adicta al peligro.
-¿Y cómo te afecta a ti?
-¿Te refieres a ahora mismo?
Como respuesta, Kara le agarró la mano izquierdo y se la colocó en la entrepierna. En realidad, no era la adrenalina a lo que estaba respondiendo, sino a la excitación de Lena. En lo único que podía pensar era en hundirse en el calor que estaba notando entre los dedos.

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