Capitulo 4

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Lena sintió que la mano que Maxwell le tenía agarrada le empezaba a sudar. Venecia y Aruba empezaron a desvanecerse.
-¿Y la luna de miel?
-Ya lo he organizado todo. He hablado con Otis Graves y voy a cambiarle una semana de guardias por una semana en la casa que tiene en Palm Desert.
-¿Para poder practicar el golf cuando te jubiles? -preguntó ella, con ironía.
-No te creas. El golf se está haciendo un deporte muy popular entre la gente joven. Te sorprendería.
-No puedo hacerlo -replicó Lena, apartando la mano que él le tenía agarrada.
-Pero Otis dice que el campo es muy bueno. Y que todas las personas que se alojen en la zona reciben un descuento en el alquiler de los campos.
-Entonces, tal vez deberías irte con Otis, dado que a los dos os gusta el golf y yo lo odio.
-¿Desde cuándo...?
-Desde siempre. Nunca me ha gustado el golf. Ni el bridge, pero tú nunca me has escuchado. Creo que deberías hacerlo ahora y escucharme bien. No me voy a casar contigo, Maxwell. Sería un desastre.
-Estás enojada y por eso te comportas de este modo tan irracional -dijo él, sin dejar de sonreír.
-¡Estoy furiosa! ¡Tanto que quiero tirar cosas, soltar tacos y tener relaciones sexuales con un desconocido! -exclamó ella, poniéndose bruscamente de pie. Maxwell se aclaró la garganta.
-Ya veo que volvemos otra vez a lo del sexo. No quiero herirte, Lena, pero tal vez deberías ir a ver a uno de mis colegas, que... que entiende perfectamente estas fases por las que atravesáis las mujeres, antes de que hagas algo de lo que te lamentarás.
-¿Hablar con un colega? ¿Te refieres a un psiquiatra? -le espetó ella.
-No hay por qué utilizar ese tono de voz. No hay nada de malo en buscar ayuda profesional cuando uno se siente confuso y se comporta... de un modo diferente.
-¿Es que no lo ves? No soy diferente. Esta es la verdadera Lena, solo que acabo de darme cuenta. También me he percatado de que sería terrible estar juntos, Maxwell. Yo busco cosas diferentes. Emoción, amor, viajes... No quiero pasarme mi juventud ahorrando para la jubilación.

Lena estaba segura de haber dado en el clavo. Maxwell estaba obsesionado con el dinero y la seguridad. Le daba la sensación de que era su habilidad con los números lo que lo había atraído en primer lugar.
-No hagas nada precipitado -dijo él, con aspecto perdido-. Tómate una semana para pensarlo y luego volveremos a hablar.
Aquello hizo pensar a Lena que tal vez la amaba. Entonces, volvió a tomar la palabra.
-Pero prométeme que no pondrás en venta esta casa.
-Adiós, Maxwell.

Cuando él se marchado, Lena se sintió como si acabara de salir de un túnel. Ardía de deseos de empezar una nueva vida. No era de extrañar que Kara Danvers hubiera creído que aquella no era su casa. No reflejaba en absoluto su personalidad. Las figuritas Hummel parecían contemplarla con sus enormes e inocentes ojos, como si estuvieran adivinando su destino.
-Lo siento, pero vosotros sois los primeros en desaparecer.
Bajó corriendo al sótano y buscó cajas y pliegues de papel cebolla. Entonces, volvió a subir corriendo al salón. Allí, envolvió cada figurilla cuidadosamente antes de meterla en su correspondiente caja. A la tía Lois, la hermana pequeña de su madre, le encantarían.
A continuación, Lena empaquetó otros objetos, como la rosa de porcelana, el huso de cristal... Música. Necesitaba música.
Puso a Shania Twain y empezó a bailar y a saltar mientras trabajaba. Se sentía una mujer a cargo de su vida. Después de que hubiera terminado en el salón, tenía cuatro cajas perfectamente empaquetadas y etiquetadas.
A continuación, fue a su dormitorio. Sin pensárselo, sacó toda la ropa que tuviera más de veinticuatro meses e incluso algunas prendas que eran completamente nuevas.
Si a sus colegas de la empresa de cemento no les gustaba su nueva imagen, era su problema. Contempló los trajes, que eran, en su mayoría, para una mujer de mediana edad. Tenía que haber estado loca para haberse comprado todo aquello. Rápidamente, los metió todos en una bolsa de basura para donarlos a una organización benéfica.
Llevó la bolsa al salón y la colocó junto a las cajas. Se estaba preguntando si lo podría meter todo en el coche cuando sonó el timbre.
Había hecho que Maxwell le devolviera la llave de su casa antes de que se marchara. Tras mirar el reloj, se dio cuenta de que de eso hacía menos de dos horas. Él había estado completamente seguro de que Lena cambiaría de opinión y volvería a lo de antes, pero ¿de verdad creía que iba a hacerlo en tan poco tiempo?

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