Capitulo 18

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Kara se volvió a meter en su vehículo. Estaba furiosa. ¿Por qué diablos Lena no podía hacer, por una vez, lo que le había pedido?
Lo único que tenía que hacer era decir que no. Negarse a salir con Morgan, pero no. Había visto una limusina y cómo Morgan se dirigía a la puerta de Lena con unas flores. Seguramente eran rosas. Ese tipo no tenía imaginación, excepto en su pervertida vida sexual.
Debería haber advertido a Lena que Morgan frecuentaba clubes de sadomasoquismo, pero había tenido miedo de que aquello la excitara aún más. Sabía, que por muy inocente que pareciera, era una pantera con aspecto de gata.
Había sido una estupidez meterse en el coche y? seguirlos hasta aquel restaurante. Allí, había estado a punto de marcharse cuando vio por la ventana que estaban con el padre de Morgan y una dama. Al menos había sido lo suficientemente inteligente como para organizarse una acompañante.
A pesar de todo, decidió esperar un rato. De repente, había visto que la otra mujer se levantaba y salía corriendo del restaurante, seguida de George. Presintiendo problemas, Kara había desenfundado su arma y había salido del coche.
Sin embargo, antes de que cruzara la calle, había visto que George rodeaba a la mujer con sus brazos y la besaba apasionadamente. En aquel momento, los dos estaban metidos en un Jaguar plateando, empañando las ventanas como dos adolescentes.
Por la ventana, vio que Lena y Morgan comentaban el menú como si nada. Tomó un periódico y empezó a leer, tratando de no darse cuenta de que tenía mucha hambre. Debería ser ella quien estuviera sentado con Lena. Se sentía celosa. Quería que Lena solo tuviera ojos para ella, que no saliera con nadie nada más que con ella...
Debería haberle puesto un micrófono, pero no lo había hecho porque había creído que ella terminaría cancelando la cita. No lo había hecho.
Sentía una fuerte tentación de entrar allí y sacarla de aquel restaurante. Sin embargo, sus años de servicio le habían enseñado a tener disciplina. No arriesgaría la investigación, ni siquiera por Lena. Hablaría con ella cuando estuvieran a solas y haría que abandonara su trabajo en Oceanic. y mientras tanto, ¿qué hacía? Ella estaba a salvo en el restaurante, pero Edge la tendría para él solo en la limusina. ¿Y si la llevaba a uno de sus clubes? Le costaría mucho sacarla de allí. Si era tan tonta como para ir a casa de Morgam, el peligro sería aún mayor. Tenía que sacarla de allí como fuera. Rápidamente sacó el teléfono.
Lena acababa de pedir una cena que no le apetecía cuando el maitre apareció a su lado.
-Perdóneme, madame, ¿es usted Lena Luthor? -le preguntó. Ella asintió-. Entonces, tiene una llamada de teléfono.
-¿Una llamada de teléfono?
Inmediatamente, pensó en Samantha. Con toda probabilidad su amiga la llamaba desde una cabina de teléfonos, esperando que fuera a rescatarla.
Se levantó de la mesa y se excusó con Morgan, que una vez más parecía muy contrariado, y siguió al francés hasta un teléfono discretamente colocado al final de la barra del bar.

-¿Sí?
-Tienes que irte a casa ahora mismo.
-Ni hablar -susurró, al ver que era Kara-. ¿Cómo te atreves a seguirme?
-La alarma de tu casa ha empezado a sonar y está molestando a todo el vecindario.
-¿Cómo? ¿Cuándo ocurrió?
-Hace unos cinco minutos. Sal enseguida.
-No te atrevas...

Kara colgó antes de que ella pudiera terminar la frase. Durante un momento, se quedó allí, mirando las botellas del bar. ¿Y si no le hacía caso? ¿Cuánto tiempo tardaría en rendirse y desconectar la alarma ella misma? Sabía que lo podía hacer.
Sin embargo, estaba segura de que no lo haría. Dejaría que la alarma despertara a todo el vecindario, que acudiera la policía... Luego, ella tendría que vérselas con los vecinos. No le quedaba elección. Kara la había obligado a dejar plantada a su cita. No le importó que cinco minutos antes hubiera estado buscando desesperadamente una excusa para poder marcharse. Si pensaba que se iba a salir con la suya, Kara estaba muy equivocado. Se daría cuenta de que había cometido un error de juicio muy importante.
Rápidamente, regresó a la mesa.
-Lo siento, Morgan, tengo que marcharme. Ha empezado a sonar la alarma de mi casa.
-Oh, no, espero que sea una falsa alarma.
-Yo también.
-¿No hay nadie que pudiera...?
-No. Es un sistema nuevo y no quise molestar a mis vecinos - mintió-. Por favor, no te molestes. Tomaré un taxi.
-Tonterías, querida. Te llevaré a tu casa.
-Gracias. Siento haberte estropeado la velada.
-En absoluto -dijo Morgan cortésmente, mientras pedía la cuenta. Durante el trayecto en limusina, Lena volvió a disculparse.
-Ni siquiera has cenado.
-No importa. Pararé... en un sitio de camino a casa. Tengo que llevarte allí en alguna ocasión, Creo que una chica de tus... apetitos, podría encontrarlo muy estimulante.
¿Apetitos? ¿De qué estaba hablando? ¿De drogas? Tenía que investigar un poco más.
-¿Qué clase de apetitos?
-¿De verdad quieres que te lo diga? Algunas veces la gente va allí cuando ha sido muy, pero que muy mala. ¿Has sido mala alguna vez, Lena, tanto que te tengan que dar de azotes?
-¿Es eso lo que hacéis en ese sitio? ¿Dar azotes a la gente? Recordó haber leído algo sobre en las fantasías más avanzadas de la revista Raunch. Sin embargo, aquello no le había parecido nada erótico.
-Eso es para principiantes -replicó Morgan. ¿Para principiantes?-. Para los más... sofisticados, hay ciertos refinamientos. Hay unas salas especiales donde se puede jugar. Juegos íntimos... Me encantaría que vinieras conmigo...

Un Poco De Diversión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora