Capitulo 6

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Kara se dio cuenta de que ocurría algo al ver el rubor que cubría
las mejillas de Lena. En el momento en que escuchó la palabra «preservativo», su rostro adquirió una cierta tonalidad grisácea. Una mujer de su experiencia debería estar acostumbrada a hablar de profilácticos. Una terrible duda le cruzó por la cabeza.
-Usas preservativos, ¿verdad? ¿Todas las veces?
Ella se sintió como si estuviera hablando con su tía.
El rubor del rostro de Lena le daba un inequívoco aspecto de mujer remilgada.
-No creo que esto sea...
-Puedes estar del todo segura de que es asunto mío. Si hay posibilidad alguna de que tengas algo...
-No, claro que no. Kara entornó la mirada. Si estaba limpia, ¿por qué mostraba un aspecto tan raro?
-Creo que sería una buena idea que te hicieras un chequeo antes de proseguir con esto.
Con aquello, Lena pareció recuperar la compostura, a pesar de que seguía muy ruborizada.
-Agente Danvers, tengo una salud de hierro. Nunca he tenido... no me he puesto... Siempre he tomado todas las precauciones. Cuanto más se trabucaba, más hacía que los instintos de Kara se pusieran en estado de alerta. No podía comprender por qué ella parecía tan azorada por algo tan sencillo. Mientras ella comprobaba que el plástico cubriera el suelo perfectamente, se lo empezó a preguntar. Entonces se dio cuenta de otra cosa.
Lena besaba como una virgen. Cuando la había besado, solo había sido un beso de celebración, casto y sin pasión. Nada que pudiera subirle la tensión a nadie. El modo en que ella había respondido, primero rígida de la sorpresa y luego cálida y anhelante, incrementó su inquietud. Había hecho muchos cursos y seminarios para entender a las personas. Lenguaje corporal, expresiones faciales... También, tenía un instinto muy desarrollado. En aquellos momentos, su instinto señalaba lo evidente: que el modo en que Lena había reaccionado ante aquel beso no concordaba con lo que sabía sobre ella.
Incorrecto. Con lo que creía que sabía sobre ella. Por supuesto, cabía dentro de lo posible que solo la hubiera pillado desprevenida. Sin embargo, había salvado su vida en varias ocasiones gracias a su instinto y este le decía que aquella fachada de sofisticación sexual era falsa.
¿Y si la había engañada y tenía de tigresa lo que la señora Grant? Era una teoría, probablemente equivocada, pero digna de investigarse. Solo había un modo para descubrir si era tan dulce e inocente como parecían transmitir sus ojos o el descarado objeto sexual que le había parecido en un principio. Por el bien de su país, tendría que volver a besarla.
El modo en que su propio cuerpo había reaccionado al sentir el de ella no era algo que quisiera analizar. Fuera lo que fuera, solo podría tener problemas si se implicaba con ella. No podía permitirse ningún error en aquella investigación. Estaba bien metida en aquel caso. Si no fuera su última oportunidad para vengar la muerte de Alex, no se habría metido en aquel lío ni habría esperado que una mujer sin preparación alguna pudiera enterarse de algo solo por las conversaciones que se llevaban a cabo en la oficina.
Solo era un beso... Entonces, lo sabría. Si Lena era la mujer que creía que era, gozaría con un beso profundo y húmedo. Si no... Volvió a tomar el rodillo, decidida a probarla. Se aseguró que la
rozaba a cualquier oportunidad. Observó sus reacciones y lo que vio la dejó muy preocupada. Por último, hizo que ella se subiera a la escalera para retocar el techo. Entonces, "accidentalmente", golpeó la escalera lo suficiente para poder agarrarla de la cintura.
Lena tembló bajo sus manos.
Kara agarró unos segundos más de lo que era necesario. Por el modo en el que se quedó rígida, supo que ella estaba conteniendo el aliento. ¿Significaba aquello que estaba nerviosa o que simplemente estaba esperando su siguiente movimiento?
Cuando ella bajó por más pintura, kara se acercó y la atrapó contra la escalera. Estaba tan cerca, que podía ver las suaves pecas que le cubrían la nariz. Donde la luz se le reflejaba en el cabello, este relucía con reflejos cobrizos o de un rojo intenso en otras ocasiones, casi idéntico al color con el que estaban pintando la pared.
-¿Eres parte del proyecto de decoración?
Ella la miró con ojos abiertos como platos, mientras se lamía los labios con la lengua con un gesto de nerviosismo... ¿O era acaso para animarla?
-Perdona -susurró ella. Kara se hizo a un lado para dejarle paso, pero no dejó de observarla.
La minúscula camiseta que llevaba puesta le hizo un favor y le mostró perfectamente cómo la había afectado. Por cómo se le habían erguido los pezones hasta lo agitado de su respiración, se notaba lo mucho que la había transtornado. Había una fuerte atracción animal bajo el techo rojo de aquella casa. Todo habría resultado muy divertido si kara no hubiera tenido que ocuparse también de sus propias reacciones.
-Maldita sea -susurró.
-¿Cómo dices?
Con mucho cuidado, Kara volvió a dejar el rodillo. Tenía que saberlo.
-Ven aquí.
Lena dudó durante un momento. Parecía tan absurdamente Vulnerable que kara sintió deseos de decirle que se olvidara de todo. Entonces, vio una chispa de decisión en sus ojos. Ella levantó la barbilla y se acercó a kara hasta que solo estuvieron separadas por centímetros.
-¿Qué quieres esta: vez, agente Danvers? -ronroneó.
Si aquello no era una frase para animarla... No eran solo las palabras, sino la provocativa entonación y el desafío que había en sus ojos. No podía entender a aquella mujer.
Dado que su cerebro no parecía poder analizarla correctamente, se dejó llevar por sus instintos más bajos.
-Esto...
Inclinó la cabeza y le cubrió los labios con los suyos. Aquella vez, ella no se quedó inmóvil por la
sorpresa. Simplemente tembló un poco y luego abrió trémulamente la boca. Cuando la rodeó con sus brazos, el cuerpo se le agitó un poco. Incluso el aliento parecía temblarle. Aquel fue el último pensamiento consciente de Kara antes de que los sentidos tomaran las riendas. No podía pensar en nada. Solo sentir. Era tan suave, tan dulce... Sus labios parecían de raso y la lengua terciopelo... Bajo sus manos, su carne era cálida...
Estaba presa de la necesidad, pero, a pesar de todo, se dio cuenta que ella no parecía estar siguiéndola. Kara quería quitarle la ropa y jugar a juegos prohibidos, mientras que Lena se comportaba como si fuera una dulce adolescente en su primera cita. La lengua de ella la acariciaba tímidamente. No parecía tener en mente ningún juego salvaje, sino que le estaba dejando a ella toda la iniciativa. A pesar de que estaba agarrada a kara, sus manos estaban casi inmóviles. Ashley, su ex, la habría desnudado en un abrir y cerrar de ojos.
No podía explicárselo, pero sabía que ella no estaba fingiendo. Respondía a su beso con los ojos cerrados, sin saber muy bien qué hacer a continuación. Maldita fuera... La había engañado.
Cuando se apartó de Lena, ella suspiró. Aquella reacción tan ingenua la habría divertido si no hubiera estado tan furiosa consigo misma. Efectivamente, las conclusiones habían sido las normales después del modo en que se habían conocido, pero no había investigado lo suficiente en aquel sentido como para asegurarse.
De repente, todo lo que no parecía concordar con su salvaje estilo de vida empezó a encajar. La foto del carné, la decoración de la casa... Lo peor de todo era que había aceptado el trabajo en Oceanic.. Si fuera la mujer que había pensado que era, le habría sido muy útil. Si era tan inocente como parecía, podría meterlas en líos.
Como era una voluntaria, no una agente profesional, no podía obligarla a dejar el caso. Tendría que hacer que ella quisiera dejarlo por decisión propia.
-¿Sabes una cosa? -le dijo, mientras se apartaba de ella-. Creo que me he equivocado sobre lo de Oceanic. Lo hemos probado todo para encontrar algo sospechoso y nunca hemos sacado nada. Creo que te estoy enviando allí para nada.
-¿Para nada...? -repitió ella, con una voz llena de ensoñación. Kara quería continuar donde lo habían dejado, pero no podía hacerlo hasta que no la convenciera para que dejara el caso.
-Probablemente no hay nada extraño en esa empresa. Será otro aburrido trabajo de contable.
Lena se echó a reír.
-Durante nueve años he sido contable en una fábrica de cemento. Y aquel era el trabajo más aburrido que yo pudiera imaginar. Yo quiero emociones. y creo que hay algo raro en Oceanic.
-Pero si solo estuviste allí cinco minutos.
-Tengo instinto para reconocer a las personas. Los dos hombres que estaban con el presidente eran unos personajes bastante sospechosos..
-Eso no es...
-Y; además, necesitaba un cambio. Si eso no resulta ser tan emocionante como esperábamos, lo dejaré y me encontraré algo más interesante lo importante es que me haya hecho cargo de mi vida.
-¿Y si te digo que he cambiado de opinión? ¿Que creo que no deberías hacerlo?
-Te diría que llegas demasiado tarde -replicó Lena.
-No me vengas llorando si el trabajo te aburre como una ostra insistió kara.
-No te preocupes. Vendré a buscarte a ti para que me des emociones.

Las mujeres la dejaban muy raramente sin palabras, pero Lena lo había hecho. Ella la había engañado y le había hecho cambiar su modo de pensar. No se le ocurrió nada más útil que salir de allá todo lo rápido que pudiera, antes de que Lena le diera más excitación de la que ninguna de las dos necesitaban en aquellos instantes.
-No hace falta que me acompañes a la puerta -gruñó, mientras salía del salón.
-Como tú quieras -replicó ella, a sus espaldas. A Kara le pareció notar cierta sorna en su voz.

===

-Palillos.
-¿Palillos?
Lena trató de ocultar su desilusión. Morgan Edge le estaba mostrando él mismo la empresa y ella estaba dispuesta a aprovechar todos los segundos de aquella conversación para hacer que progresara su misión secreta.
-¿Todas esas cajas contienen palillos?
-No, todas -respondió Morgan, riendo-, pero importamos los palillos que utilizan en la mayoría de los restaurantes orientales de esta parte del país.
-Vaya -comentó ella, mirando las cajas. Entonces, sonrió a Morgan, recordándose que era Kiera, una agente secreta que debía descubrir si aquella empresa traficaba con drogas y con palillos.
Por lo que ella sabía, aquellas cajas podrían estar cargadas de polvo blanco. Se imaginó bajando al almacén con una barra para abrir las cajas, sacando una bolsita de polvo blanco y rajándola para saborearlo...
En aquel momento, su fantasía se disolvió de repente.
¿Cómo sabrían las drogas?
¿Se colgaría solo por probarla un poco?
A saber los gérmenes que tendrían. Dudaba mucho que hubiera inspectores de Sanidad en los lugares en los que se empaquetaba la droga.
-¿Ocurre algo, señorita Luthor?
-No, no... Es que tengo que confesar que no me muero de ganas por tener que contar todos esos palillos -dijo, para disimular.
-No se preocupe por eso. Usted no se manchará las manos. Su tarea consiste solamente en cuadrar la mercancía con lo que figura en los albaranes.
Morgan Edge la miraba como si fuera algo tonta, pero no le importaba. Si creía que era algo necia, mejor que mejor. Cuanto menos pensaran de ella los peces gordos de Oceanic, más hablarían delante de ella y más pistas podría encontrar. La contailidad no parecía muy emocionante, pero se recordó que se había condenado a Al Capone gracias a los contables.
Cuando se seguía el rastro del dinero, se podía descubrir mucho sobre una persona y una organización. Si Oceanic tenía secretos en el departamento financiero, ella los encontraría. Tal vez, como mujer y como espía estuviera teniendo unos inicios algo tardíos, pero estaba decidida a compensar el tiempo perdido en ambas facetas.

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