Capitulo 8

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A Kara le pareció notar cierto orgullo.
-Enhorabuena. ¿Trató de hacerte algo?
-No exactamente.
-¿Qué quieres decir con esto? -insistió, sintiendo una terrible tensión en el vientre.
-El... Bueno, supongo que podríamos decir que flirteó conmigo. Kara se relajó un poco. Si un ligero flirteo la había arrebolado tanto, un intento de seducción en toda regla haría que se volviera corriendo a casa tan rápido como se lo permitieran sus tacones de aguja.
«Por supuesto». Aquella era la estrategia que tenía que seguir para sacarla de Oceanic tan rápido como una bala.
-¿Qué te parecería si tuvieras que... ya sabes... con Morgan para conseguir más información?
-¿No estarás hablando de...?
-Claro. De acostarte con este tipo para sacarle información.
-Creo que no -replicó ella, poniéndose algo pálida
-.No es mi tipo.
Sí, la estrategia de Kara estaba funcionando. Decidió presionarla un poco más, sabiendo que tenía que sacarla de allí y deseando no haber sido tan estúpida como para implicar a una mujer inocente en una vendetta personal. Tendría que hacer todo lo posible para que ella abandonara.
-Esto no es un juego, ¿sabes? Es una investigación muy seria. O estás dentro o estás fuera. y si estás dentro, tiene que estarlo con todas las consecuencias.
Esperaba que Lena le tirara el vino a la cara y que saliera corriendo. Con un poco de suerte, le podría explicar su comportamiento cuando todo aquello hubiera acabado, e incluso profundizar un poco más en la atracción que sentía por ella. Sin embargo, por el momento, prefería poner en riesgo la opinión que ella pudiera tener de kara con tal de sacarla de Oceanic.
En vez de tirarle el vino y de tener un ataque, ella se levantó con una cortés sonrisa en los labios.
-Debería haber traído el típico pastel de bienvenida. Así, habríamos tenido postre.
-Mira, Lena...
-Ahora ya ha anochecido, Kara. ¿Puedo marcharme a casa? Efectivamente, la noche ya había caído, así que no podía impedírselo. Antes de salir de la casa, lena la agarró por el brazo.
-No soy de las que se echa para atrás -le dijo.
De algún modo, Kara tendría que encontrar un modo de hacerle cambiar de opinión. Si Morgan Edge no lograba detenerla, tendría que hacerlo Kara Danvers.

===

Una semana más tarde, estaba todavía tratando de imaginarse el plan para conseguir que Lena dejara la empresa. No se había puesto en contacto con ella en toda la semana ni lena la había llamado; odiaba a las mujeres testarudas.
Se habría sentido mucho más preocupada si no hubiera hecho lo mismo que el resto de las vecinas y se hubiera puesto a seguir sus movimientos. La observaba cuando se marchaba a trabajar por la mañana y reconocía tan perfectamente el sonido del motor de su coche que no tenía duda alguna sobre el momento en que llegaba a casa.
Tenía que pasar a la acción.
Lena estaba entorpeciendo su trabajo. Tenía que dejar citas y contactos para después de que ella se marchara a trabajar y luego siempre estaba en casa antes de que ella regresara para asegurarse de que estaba bien.
Se sentía como una estúpida. Y lo peor de todo era que se pasaba las noches pensando en ella, recordando su cuerpo desnudo, su cuerpo esbelto redondeado en los lugares oportunos... Y luego estaba cómo se había sentido al tenerla en brazos, como si ella le perteneciera.
Pensar en ella la hacía sentirse irritada y nerviosa, esperándola en la ventana como si fuera su madre. Estaba empezando a preocuparse. Eran las seis y media y siempre estaba en casa a las seis. Empezó a pasear de arriba abajo sin dejar de mirar el teléfono móvil. Sentía que Lena podría estar en peligro. Tal vez la estaban metiendo en un barco de pesca para...
-¡No! -exclamó, para apartar aquellos pensamientos.
Entonces, oyó que un coche entraba en Rodonda Drive, pero sabía que no era el de Lena. Entonces, vio que un taxi se detenía delante de la casa de la señora Grant. Agarró las llaves y la cartera y, tras ponerse una chaqueta, salió corriendo a la calle. Su anciana vecina se dirigía hacia su casa.
-Buenas tardes. Hace una noche muy agradable.
-Sí, buenas tardes.
-He estado ayudando a Lena a pintar.
-Sí, lo sé -replicó la anciana, sin sonrojarse siquiera por ser tan chismosa.
-Le dije que la ayudaría esta noche, pero todavía no está en casa.
-Claro. Hoy es martes.
-¿Y?
-Hace aerobic los martes. Llegará a casa a las siete y media.
El alivio se apoderó de kara. Enseguida, se sintió curiosa. Aquella mujer había desperdiciado gran parte de su tarde y de su energía mental. Iba a hacer que dejara Oceanic de una vez por todas. Aquella misma noche.
-Bueno, me dio una llave -le dijo a la señora Grant, mostrándole la llave de su propia casa
-Creo que podría ir empezando.
-Es una chica con suerte -replicó la mujer, con una sonrisa.
-Si hay algo que pueda hacer por usted, señora Grant, no tiene más que llamarme.
-Muchas gracias, hija. Lo tendré en cuenta. Buenas noches.
-Buenas noches.
Se dirigió a la puerta de la casa de Lena, sabiendo que contaba con la aprobación de la señora Grant.
Por lo menos, aquella semana había averiguado que no estaban vigilando la casa de Lena, a excepción del resto de los vecinos y de ella.
Cinco minutos más tarde, estaba en la casa de Lena. Como le quedaban cuarenta y cinco minutos, decidió preparar su estrategia con conocimiento de causa. Encendió una lámpara. Tenía que admitir que le gustaba el color de las paredes, que le daba a la sala una extraña mezcla de aire viejo y antiguo. Recordaba algunas cosas de antes, que habían sido modernizadas con cojines ultramodernos, pinturas abstractas y una especie de piedra, que se suponía que era una estatua.
También había novedades en la biblioteca. Un ensayo sobre el FBI y un libro sobre blanqueo de dinero. Estupendo. Aquello era lo que le faltaba. Que Lena se creyera que era una experta porque había leído un par de libros.
Con un gruñido de frustración, se sentó en el sofá y tomó una revista del revistero que había en el suelo. Era de su asociación de contables. Luego, examinó las demás. Gourmet, Bon Appétit, Time, Newsweek, Raunch... ¿Raunch?
Empezó a hojearla y lo primero que le llamó la atención fue que estaba más usada que las demás. Entonces, se fijó en las fotos. La chica de la cubierta tenía unos pechos como dirigibles. Las demás, iban desde lo tradicional hasta lo más osado.
¿«Principiantes de alcoba»?
¿Quién demonios escribía aquellos artículos?
Alguien, sin duda Lena, había subrayado en amarillo algunas de las fantasías.
¿Qué tenían las mujeres con los jeques? Kara no seria capaz de colocarse una toalla en la cabeza y de decorar su habitación como si fuera una tienda.
Pasó a la siguiente. Aquella, aparte de estar subrayada, estaba adornada con estrellas. Se llamaba «Virgen indefensa seducida por un atractivo y peligroso desconocido». Entonces, recordó cómo la había encontrado. ¡Así que era eso! Había estado representando la fantasía de una revista. Sin embargo, le había salido francamente mal, solo todo cuando kara apareció con la pistola en la mano. Aquello había sido parte de su fantasía, aunque ella no la había seducido. Además, lena había aparecido completamente aterrorizada por la situación, no excitada.
«Un momento», pensó. Chascó los dedos. Aquella era precisamente la repuesta. Sabía lo que Lena haría si un peligroso desconocido tratara de seducir. Saldría corriendo. Sin dudarlo. Leyó la puesta en escena más cuidadosamente y sonrió.

Un Poco De Diversión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora