Capitulo 17

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No podía decírselo. El sentimiento era tan frágil como nuevo e inesperado, así que atesoró las palabras dentro de ella, pero dejó que sus sentimientos se expresaran de mil formas distintas, con cada caricia, con cada movimiento de las caderas, con cada beso de sus labios...
«Te amo».
Kara tenía los ojos muy serios, con una expresión inescrutable. No había alegría en ellos.
¿Lo sentía kara también?
¿Sabía que estaban hechas la una para la otra?
¿Era todo el amor que sentía en aquel dormitorio de Lena o lo era también de Kara?
No lo sabía, y temía romper el hechizo hablando, así que guardó silencio y la amó con cada parte de su cuerpo aferrándose a ella.
De repente, nada pudo detenerla. Voló libre, brillando bajo la luz de la luna, cantando con los planetas.
En la distancia, oyó que Kara gritaba y que se derrumbaba encima de ella.
«Te amo», gesticuló en silencio.
Según la esfera luminosa del reloj, eran las cuatro de la mañana cuando Kara la despertó.
-¿Qué?
-Quiero que te vayas a tu casa antes de que sea de día.
-¿Es que temes que me estén espiando los de Oceanic?
-No, temo que los vecinos me estén espiando a mí.
-Claro que lo están -comentó ella, riendo-, pero no eres su mayor atracción.
-Hazme un favor y cancela esa cena.
-¿Qué cena?
-La que tienes con Morgan. Cancélala.
-¿No quieres que lleve un micrófono?
-Has fallado la prueba.
Aunque sabía que estaba bromeando, sabía que no la dejaría llevar ningún mecanismo de grabación en la cena. Se sentía herida, sin razón. No le dejaba hacer lo más sencillo del mundo para tratar de cerrar aquel caso.
-¿Por qué te molestaste en reclutarme al principio?
-Para meterme en tu cama.
-Oh...
Se sentía tan contenta por aquella respuesta que decidió olvidarse del micrófono. No necesitaba un sofisticado equipo del FBI. Tenía una vieja grabadora de su padre. Tal vez podría metérsela en el bolso.
-¿Vas a cancelar?
-Mira, los voluntarios podemos hacer lo que queramos en nuestro tiempo libre -respondió. La amaba, pero no iba a dejar que la manejara.
-Hazlo.
-¿Por qué? -preguntó, mientras terminaba de vestirse.
-Piensa que estoy celosa.
Entonces, la besó antes de hacerla salir a la oscuridad que precedía el alba. Lena guardó silencio, pero estuvo ponderando aquella respuesta mientras regresaba a su casa. Lo había dicho medio en brazo, pero... ¿de verdad estaría celosa?
Solo porque nunca le hubiera pasado algo así, no era imposible. ¿O sí?

===

-¿Es ella también de Moscú? -susurró Winn, cuando Lena hizo que Samantha entrara en la peluquería aquella mañana.
-Sí, lo es -mintió ella-, pero no lo menciones. Es muy sensible, especialmente sobre su aspecto. Te va a pedir algo aburrido y corriente, pero, si eres un buen patriota, no la escucharás. Ha tenido una larga misión secreta...
-¿Quieres decir que era...?
-Sss. Es confidencial. Lo único que puedo decirte es que, para su próxima misión, tiene que seducir a un diplomático británico muy importante.
-Cielo, yo no hago milagros.
-Sí, Winn. Sí que los haces.
El peluquero suspiró y fue a buscar a Samantha para llevarla a la butaca. Allí, empezó a ahuecarle el cabello con los dedos con una expresión de resignación en el rostro.
-Solo las puntas -susurró Sam, mirando atentamente al peluquero.
Sin embargo, ni Lena y ni él la estaban escuchando. Lena contuvo el aliento y vio que la expresión del rostro de Winn iba cambiando de la resignación a la excitación.
-El cabello es maravilloso.
-¿De verdad?
La pobre Samantha parecía demasiado petrificada como para poder hablar.
-Mantendremos casi toda su longitud -anunció. Entonces, le dio un golpecito a Sam en el hombro-, pero, créeme, cuando termine contigo no te reconocerás.
-Eso es lo que me temía -gimió Samantha, mientras miraba espantada a una chica con el cabello azul.
-¿Y para usted, madame? -le preguntó Winn a Lena, mientras la sentaba en otra butaca.
-Yo solo necesito que me cortes las puntas.
-¿Cómo te va con el nuevo color?
-Me encanta.
-Es demasiado manso para ti. ¿Qué te parece si añadimos un toque de platino?
-Tal vez la próxima vez. Ahora quiero que te ocupes exclusivamente de Sam.
-¿Quedáis más? -le preguntó el peluquero en voz baja.
-No. Ella debería ser la última.

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