Capítulo 6: ¿Casi le digo eso?

296 26 3
                                    

―No me esperaba esto. La verdad es que no sé qué decirte. Podemos ver si lo intentamos, pero debemos ir poco a poco, paso por paso, lentamente.

Eduardo celebra su victoria cerrando el puño y alzando el brazo, como hace un futbolista al meter un gol.

Río a la vez que bajo su brazo.

―No hay que tener prisa, no es un sí, es un 50-50 —suspira con una sonrisa en el rostro—. Esta semana pensaré bien las cosas. Por ahora te diré lo que siento en este momento y es que estoy más dispuesta a darnos otra oportunidad, a no hacerlo. Pero no quiero ilusionarte, no estoy segura de lo que digo.

Espero no arrepentirme por hablar de más. La ventaja, le encontré un propósito a mi semana.

Karina nos avisa que el avión tiene una hora de retraso. El vuelo de papá ya está por salir. Ahora seremos nosotras quienes llegaremos de segundas.

―Te tendré una respuesta clara al regreso del viaje, lo prometo.

―Está bien, no tengo apuro. Esa semana te darás cuenta de que sí quieres estar conmigo, lo sé.

Capaz está en lo cierto, pero no debo decírselo por si cambio de parecer, aunque no lo creo.

En este tiempo extra nos ponemos al día. Edu me cuenta sobre su tesis, sus planes post-graduación, la playa, sus amigos, las rumbas... muchas cosas de este tiempo que no hablamos.

Yo, en cambio, no tengo mucho que decir, siempre hago lo mismo: ir a clases, comer, estudiar y dormir. Por supuesto, salgo con mis amigas, pero no hay cuentos como los suyos, cuentos de chamos mayores, que algún día viviré, puede que con él, uno nunca sabe.

El papá de Edu se para frente a la mesa y nos toma por sorpresa.

―Hasta que por fin te conozco, Luisa. Tú eres la famosa ladrona ―comenta entre risas.

―¿Ladrona? No, señor, jamás he robado algo ―pronuncio, nerviosa.

Que yo recuerde nunca he robado. A menos de que sea un lápiz que encuentro en el piso del colegio, o una borra... cosas insignificantes.

―¡Claro que sí! Le robaste el corazón a mi hijo...

Me sonrojo y veo a Edu con una sonrisa apenada. Él está más rojo que yo, se nota que el comentario de su papá le causó nervios.

―Ya, papá, déjala en paz. La estás asustando y apenas la conoces.

―Está bien, los dejo solos. Un placer conocerte, Luisa.

La aeromoza llama por zonas de abordaje. Eduardo y su papá abordan primero. Están en la fila 23, nosotras en la 9. 

Una vez dentro del avión y con la mayoría de los pasajeros sentados, Eduardo le pide a la señora del puesto de mi lado que se lo cambie por el suyo.

―Por favor, señora, se lo pido. Me quiero sentar al lado de esta princesa para seguir enamorándola ―insiste y la mujer cae en su labia.

Yo también caigo.

Karina se muda al asiento vacío de adelante, dejándonos solos durante unas horas.

―¿Y qué piensas hacer en el crucero? ―pregunta Edu.

―Pues pensar en nosotros... ―hay un silencio nervioso― ...Por ahora tomaré sol, me broncearé y dormiré bastante. También comeré mucho, me encanta la comida de los cruceros ―me hago la loca después de lo que dije.

―¿Has ido a cruceros antes?

―Sí, este es mi tercero. Por eso, no me encanta la idea de ir —aquí va mi historia—. El primero estuve mareada por días. El segundo me enfermé. Este... espero que no salga tan mal. Es lo peor sentirse mal en alta mar.

―Cuéntame más, quiero sentir como si fuera al crucero contigo, así no me preocupo cuando tú estés ahí ―su intriga me convence de seguir hablando del tema.

Pero, ya va, ¿preocuparse? ¿de qué está hablando? Un crucero es súper seguro, ahí no pasa nada, más que hacer lo que ya dije. Al menos que se refiera... a que conozca a alguien.

¿Será? Eso es imposible. Seguro hay puros viejos.

Esta semana leeré otro libro que me prestó Gaby. Una novela corta de romance juvenil I Heart You, You Haunt Me de Lisa Schröder, así practico el inglés y de paso entro en el mood de lo romántico a ver si me relajo. También, terminaré el de Dear John, que no llevo ni la mitad todavía. Y, aunque no traje ropa deportiva, puedo ir al gimnasio varios días con mis Converse y shorts de playa.

Nadie me conocerá, no importa si me juzguen.

De lo que sí estoy bien segura es de que engordaré bastante y aprovecharé la soledad para pensar en lo que quiero, en mi futuro... en Eduardo.

¡Nah! Ni pensaré, solo descansaré. Capaz, me dé tiempo de sacar ideas para empezar un blog. Puede que este sea el momento adecuado de hacer algo productivo con mi vida. O puede que simplemente tome somníferos y duerma toda la semana.

Más fácil y más rápido.

Eduardo me cuenta que ha recorrido el mundo. Su papá le dedica el verano para ir a lugares fuera de lo común y conocer sitios distintos, llamativos y no tan conocidos. La única regla es "Nunca repetir destino".

Ojalá papá pensara así. Siempre vamos a los mismos sitios. ¿Cómo no se fastidia de repetir destinos?

Eduardo clava su mirada en mí. Vuelven los nervios. Hay un silencio aturdido. Nadie dice nada.

Se acerca lentamente. Siento cómo detalla mis labios.

¡No sé qué hacer! Nunca he besado a un niño. ¿Qué hago?

Siento cómo mis ojos se abren. Siento calma y muchos nervios a la vez... es muy extraño.

Con la yema de sus dedos, roza mi mejilla hasta sostenerla y, de pronto...

―Estimados pasajeros, favor de abrocharse los cinturones de seguridad, acomodar el respaldo de sus asientos, abrir las ventanas, así como apagar los dispositivos electrónicos para realizar el aterrizaje. En breve estaremos aterrizando.

El susto que nos dio ese altavoz nos cortó la nota de forma fenomenal.

Me dio tanta taquicardia que me tiemblan las manos.

―Sé que no hablaremos por el resto de la semana. Te escribiré por inbox por si logras conectarte en Facebook. Te contaré sobre mis días en México y espero que tú puedas hacer lo mismo. Me encantó compartir este ratico contigo ―afirma en un tono de voz bajo y dulce.

Su mano roza la mía hasta que nuestros dedos se entrelazan.

―Lo único que te pido es paciencia. Esto no es fácil para mí y quiero que entiendas que esta semana pensaré las cosas. Puede que sí quiera intentarlo, pero con calma ―trato de controlar mis nervios nuevamente.

Es la primera vez que me agarra la mano y me alegra tanto que no sé cómo reaccionar.

Permanecemos entrelazados a la vez que nos asomamos por la ventanilla, hasta que el avión toca tierra. Eduardo me abraza cuando la fila de gente desesperada por salir del avión avanza hacia la salida.

―Que pase lo que tenga que pasar. Disfruta tu viaje. No pienses tanto que eso confunde. Verás cómo todo marchará como quieres ―me besa en la mejilla, entretanto, yo me quedo muda.

Es demasiado tierno y caballeroso.

―Luego me mostrarás fotos de tu viaje. Y tranquilo, sé que no hay mucho que pensar. Espero que nos podamos despedir afuera de todas formas. Por si no es posible, gracias por alegrarme el día y sentarte conmigo durante el vuelo. Te qui...

.............................

¿Qué opinas de #UnCruceroTuYYo hasta ahora?

Deja tus comentarios y cuéntame qué crees que pasará...

No olvides dejar tu voto y seguirme.

IG: @uncrucerotuyyolibro

FB: El te de la becerra

Un Crucero, tú y yo... ¡Piénsalo! [Completa ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora