Capítulo 22

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—¡NO! Yo quería ganar.

Revisan el talonario del viejito y, efectivamente, hizo BINGO.

—¿Otra partida? ¿O seguimos con nuestros planes? —pregunta Ro muerto de risa por mi decepción —. Olvida la pregunta, sigamos.

Se levanta y extiende su mano para ayudarme a levantarme.

Este niño emana seguridad. Tiene todo pensado. Avanza con confianza sabiendo a dónde nos dirigimos.

―Puede que falten un par de sitios que visitar antes de que se acabe la noche. O puede que sean más de dos... no lo sé, pero todo es posible.

Sonríe de medio lado como un total sinvergüenza. Me jala del brazo y avanza más rápido.

―¿Te he dicho que tengo dos pies izquierdos? ―sigue avanzando.

―¿Qué? ¿Dos pies izquierdos? ¿Literal? ―no entiendo si es broma, o es en serio.

―Me dijiste que tomabas clases de baile. ¿Por qué lo dejaste? ¿Te gusta bailar? ―no para.

―Amo bailar, pero a mi mamá le daba fastidio llevarme en las tardes hasta las clases. Por eso las dejé ―respondo entre la corredera.

Frena en seco justo enfrente de las escaleras.

―Tenme paciencia, ¿ok?

Enseguida se da vuelta y sigue jalando de mi brazo. Yo solo sigo sus pasos, tampoco es que tenga otra opción.

"BOLEROS". Llegamos a un bar de salsa con música en vivo, pista de baile y muchas parejas bailando.

¡Ah! Por aquí entramos al crucero, con razón se me hacía familiar. Solo que en ese instante esto estaba cerrado, sin música ni gente.

Rodrigo me suelta y se coloca en medio de la pista. Estira su brazo pidiendo mi mano para alcanzarlo.

Me sonrojo aceptando su invitación.

Me acerco a paso lento, pero con el corazón latiendo muy rápido.

Sujeta mi cintura con una mano y con la otra entrelaza nuestros dedos en el aire.

―A esto te referías con dos pies izquierdos ―trata de moverse al ritmo de la música―. Así como para ti es un requisito que me guste el Bingo para ser tu viejita, para mí es un requisito que mi viejito sepa bailar.

―¿Ah, sí? Debo destacarme entonces. A ver, déjame intentar. A veces soy un gran bailarín ―mueve los pies desordenadamente.

Definitivamente tiene dos pies izquierdos.

La música está increíble, aunque no me sé ni una canción.

Hacemos lo posible por llevar el ritmo a los demás. Nos cuesta un poco, pero ahí vamos. Estoy acostumbrada a que, en Venezuela, los niños te guían en estos pasos de baile. Pero, no me quejo. Ro me da vueltas sin mucho sentido, pero cómo gozo.

Le enseño los pocos pasos que conozco, nos pisamos y hasta confundimos, pero claramente nos divertimos.

¡Esta canción me fascina!

Suelto a Ro y bailo enfrente de él a mi ritmo. Siento la canción al punto que mis pies se mueven solos al son de mis caderas. Mis brazos se sincronizan y la letra de la canción sale de mi boca como si fuera mi himno.

Se queda impresionado de mis movimientos. Me ve fijamente, boquiabierto. Doy vueltas sola, y, como decimos en Venezuela, bailo un trancaito. Estoy en mi hábitat. Definitivamente, el ritmo se lleva en la sangre.

Un Crucero, tú y yo... ¡Piénsalo! [Completa ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora