Capítulo 10: ¡Yo te conozco!

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¡Ya llegó una de mis maletas! Saco la ropa y coloco lo que puedo en el clóset antes de que los niños acaparen lo último que queda.

Ya son las 5:00 p.m. Llamo a Daniela a su habitación. Nadie contesta. Vuelvo a marcar y atiende su papá. Pone a Dani al teléfono.

―Ok, nos vemos en quince minutos en el café del piso 5 —afirma del otro lado del teléfono.

Bajo y pido unas galletas. Son las mejores de todo el crucero. Claramente pido las chispas de chocolate.

—¿Ya estás comiendo y no tenemos ni cuatro horas aquí? —Dani ríe al verme con un plato repleto.

—Ven, pruébalas y entenderás.

Le doy una y su cara lo dice todo.

―¡Están divinas! Jamás había comido unas galletas tan ricas. Hay que pedir más ―balbucea con la boca llena.

―Tranquila, amiga. La semana apenas comienza, tú misma lo acabas de decir―. Aseguro agarrando otra del plato―. Las puedes pedir a tu habitación también. Solo debes llamar al número que está al final del menú y las llevarán a tu cuarto.

Su expresión de felicidad no se la quita nadie. Anda muy entusiasmada por este viaje. Yo también lo estoy ahora. Bueno, no estaba emocionada hasta que la vi a ella, sino seguramente seguiría amargada.

Subimos a lo más alto del barco para verlo partir del puerto de Fort Lauderdale. Caminamos a la parte trasera y nos sentamos en unas bancas.

El crucero suena su sirena para avisar que ya estamos zarpando. Todos se asoman por la borda para despedirse de la gente que observan a lo lejos.

¡Es muy emocionante! Todos gritan, aplauden y hasta cantan de felicidad.

Dani y yo aprovechamos de tomar las primeras fotos oficiales en el crucero y disfrutar del atardecer, el mar y de la buena compañía. Nos ponemos al día con las ideas que tenemos de lo que será esta semana.

Pasada una hora, nos marchamos a nuestras habitaciones a arreglarnos para la hora de la cena. Quedamos en llamarnos a eso de las 9:40 p.m., cuando finalice la comida.

Me encuentro con mi otra maleta en el pasillo. La meto a la habitación y veo que Kike y Ricardo están aquí. Cada vez noto más su caballerosidad. Fueron capaces de agarrar sus maletas del pasillo, excepto la mía. Son unos inmaduros.

Me baño apenas desocupan el baño. De casualidad puedo alzar los brazos en esta ducha. Me cuesta lavarme el pelo, pero ahí voy.

Salgo de bañarme y veo ropa tirada por todo el cuarto. Intento fingir demencia para no molestarme. Abro el closet y detallo mis opciones de ropa. Uso uno de mis vestidos playeros, elegante y sencillo.

Papá toca la puerta a las 8:00 p.m. Es hora de bajar al restaurante. Por ser el primer día a bordo, la cena es medio elegante, semi formal digamos, ya que es la bienvenida a los huéspedes. Por eso, papá y los niños usan camisa de botones y Karina y yo vestido.

Los cruceros normalmente asignan mesas compartidas a las familias pequeñas para interactuar y conocer más familias. Nuestra mesa la compartimos con una familia de Puerto Rico, de apellido Maldonado.

Dos hijos, una niña y un varón, mamá y papá. Muy simpáticos, aunque un poco engreídos. Intercambiamos ideas sobre nuestros países, política, desastres naturales y más.

Un marinero de la tripulación da la bienvenida en medio de la sala. Señala el esfuerzo de la tripulación y los invita a presentarse. En un orden impecable se forman para hacer un pequeño baile de bienvenida. ¡Qué bonito se siente ser parte de esto!
La cena continúa hasta las 9:30 p.m. Acaba sin darnos cuenta. Cuando uno la pasa bien, no se mide el tiempo.

Un Crucero, tú y yo... ¡Piénsalo! [Completa ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora