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Hizo crujir su cuello, al igual que sus manos.

-¿Sabes por qué estás aquí, verdad?

El chico frente a ella simplemente negó con la cabeza, a pesar de saber la respuesta.

-Será mejor que confiese de una vez, es más reparador para el alma. Solo debes decir, "Lo admito, yo lo hice, yo maté a toda esa gente".

-Púdrete, maldita zorra.

No pudo evitar contener su risa, mientras relajaba su cuerpo en la silla.

-Insultándome no lograrás nada, y lo sabes. Los días son asombrosos allá afuera, lástima que nunca más podrás volver a estar ahí.

-¿Estás segura? Yo creo que antes de lo que imaginas, estaré ahí fuera, riendo en tu cara.

Hyeon también relajó su postura en la silla, como si fuera el amo de todo.

Ella abandonó su asiento, y se acercó a un pequeño mueble que estaba escondido en un rincón, sacó de él un látigo de cuero, y lo acarició levemente.

-¿Quieres que te cuente qué es lo mejor de ser yo en este momento? Que puedo golpearte, maltratarte, hacerte sangrar, quitarte los dedos uno a uno, y nadie me va a detener. En este momento, soy Dios.

-Eres una maldita, ¿Cómo conseguiste hacer todo esto?- Preguntó, mientras aún veía su espalda -Estoy seguro que esto no es legal.

-"El fin justifica los medios".

Sonrió, y alegremente se dio la vuelta, se acercó hasta él y lo golpeó con el látigo sin piedad, llenando la habitación del sonido que producía.

-Te voy a matar, Seulgi, lo juro.

-No me hagas reír más, Hyeon, no puedes hacer nada ahora- Volvió a golpearlo con la herramienta, y rió tras ello -¿No haz pensado en pedirle perdón a Dios?

-Dios debería pedir perdón por sus propios pecados primero.

-Dios ya lo hizo.

-¿Y de verdad crees que te perdonaron?, ¿No te haz dado cuenta que te están usando?. Mírate, llegaste hasta aquí solo para torturarme, pero ninguno de ellos viene contigo, te envían sola porque solo te están usando.

Tres latigazos seguidos se escucharon en la habitación, además de las quejas del hombre en cuestión. 

-Si te detienes, prometo pagarte el triple de ellos, o mucho más. Pero detente y acaba con ellos- Ofreció, intentando mirar a los ojos a Seulgi.

Pero Seulgi ya no tenía nada.

-Una mansión para ti sola, un automóvil último modelo, lo que deseas puede ser tuyo. Solo debes sacarme de este lugar y ya.

-Sacaré tu maldito cadáver de aquí, antes no saldrás.

Seulgi le dio un par de latigazos más, hasta que las heridas comenzaron a hacerse presente.

-¿Recuerdas cuando golpeabas a Taehyung? Aquí está tu maldito karma, imbécil- Siguió y siguió con el látigo, hasta que comenzó a salir sangre de sus heridas.

Y eso, por alguna razón, la incentivó a seguir con el látigo.

La incentivó a ser Dios por otros quince minutos.

-¡Ahg, Seulgi, maldita sea, te haré sufrir!

Pero con sus gritos no lograba nada.

Seulgi seguía empedernida en golpearlo, porque le divertía.

La puerta fue abierta, y dos guardias entraron a la habitación, para llevar a Hyeon a su celda.

La chica se detuvo, tirando el látigo hacia el suelo. Dejó que ambos guardias se acercaran y tomaran de los brazos a Hyeon, levantándolo de la silla.

-Es suyo, muchachos- Se despidió del contrario con una sonrisa y un gesto de la mano, como si fuera inocente.

Al salir de la habitación, Hyeon se quejó del dolor en voz baja, como si no quisiera que nadie se enterara que él estaba sufriendo.

-Malditos estúpidos, debieron impedir que esa chica me tratara así. ¿No se supone que están para ayudarme?- Preguntó, con rabia en su voz.

-Lo siento, señor. No se nos tenía permitido entrar hasta que se acabara el tiempo- Respondió el menor, con voz seria.

-Es algo que se escapó de nuestras manos.

-¿Y cómo es que volvió a aparecer? Ella había desaparecido hace meses, y también había dejado la policía. Averigüen cómo lo hizo, lo más rápido posible.

Ambos policías asintieron, y siguieron guiándolo por los pasillos de aquél horrible lugar. En un momento, Jimin vio por la ventana cómo un preso era acuchillado, y su piel se erizó del miedo.

Al llegar junto a la celda, lo dejaron dentro de ella, cerrando todo con rapidez.

Jungkook tomó su teléfono, y tecleó lo más rápido que sus dedos le permitieron.

"Listo, el ratón ha sido enjaulado>"

Un par de segundos después, consiguió la respuesta que lo hizo sonreír.

"<Es hora de prender el cigarrillo"

Jimin asintió viendo el mensaje desde el teléfono de Jungkook, y luego de darle una mirada corta, se comenzó a alejar de él, en dirección a otra celda.

Sin darse cuenta, ya no caminaba normal, sino que comenzaba a trotar para intentar llegar más y más rápido. Evitó a cualquier otro guardia que pudiera distraerlo de su misión general, hasta que llegara donde necesitaba ir, sentía la emoción correr por sus venas, la adrenalina lo hacía ir cada vez más deprisa mientras que en su rostro se dibujaba la sonrisa de la felicidad más pura que había sentido en algún momento en su vida.

Casi sin respiración, se afirmó a los barrotes de la celda a la cuál llegó, mirando el suelo mientras trataba de regular la respiración. La persona dentro, con bastante preocupación, se acercó hasta él y comenzó a acariciar sus manos, mientras esperaba escucha alguna palabra.

-Ya está...Mañana se acaba todo este sufrimiento- Confesó -Mañana serás libre, como debe ser.

El rostro del anciano se iluminó con una sonrisa, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

-S-Sólo debes seguirme a mi y actuar asustado, con eso lo conseguiremos.

-¿No te estaré poniendo en mucho peligro? Quizás no me queden tantos años más de vida, Jimin, quizás no merece la pena que te arriesgues por mi.

-¿Bromeas? No pienso dejarte aquí ni un solo segundo más. Y si te quedan pocos años, me aseguraré de que los disfrutes el máximo, tenlo por seguro.

Jimin tomó las manos del contrario, y las apretó con fuerza, dándole ánimo a seguir aguantando las horas que faltaban.

Veinticuatro horas faltaban para que Hefesto matara a todos.

ʻOHANA ||HOPEV||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora