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Estaba con la señora Cabello, exactamente en su bañera, con ella a mi lado limpiándome las heridas en la cara.

—¿Qué tanto le debe tu padre a ese hombre?

—No tengo idea, pero estaba enojado...seguro alguien le dijo que ya había regresado.

Camila me miraba, como si estuviera estudiando con detalles cada centímetro de mi rostro. Le sonreí, aunque esta vez dolió un poco.

—Creí que estaba molesta conmigo.

—Lo estaba.

—Pero...

—Salí a buscarte.

—¿Por qué?—pregunté curioso, aunque ella sólo pasó de nuevo el pequeño algodón por la herida de mi labio.

Estaba en silencio.

—Dua me pidió que fuera a buscarte.

—¿Dua?...

—Sí, fue por ella.

Escucharla me hizo regresar a mis recuerdos. Me reacomodé en la bañera y pasé más jabón con espuma por los brazos.

—Nunca creí que lo hiciera—me refería al beso.

—Ni yo—me respondió.

—¿Le contó lo que pasó?

—¿Sobre qué?

De inmediato la miré y sus ojos se encontraron con los míos. Tenía un brillo diferente en ese color café.

—Dua no me ha contado nada...—continuó.

—La vi discutiendo con ella cuando se iban en el auto, sin mí.

—Cosas nuestras.

Vaya.

La señora Cabello, al ver que no dije nada, siguió hablando.

—Es terca. A veces no sabe comportarse.

—Usted parece su "mami"—bromeé, pero Camila sólo me lanzó una mirada que no descifré. Se levantó y caminó hacia el mueble con toallas limpias.

—Ahora te traigo la ropa limpia.

—¿Y si me quedo en toalla?

Camila sólo me escuchó reir y salió del baño, regresando unos minutos más tarde con ropa limpia para mi, como me lo había dicho.

Al verla cerca, extendí mi mano para sostener su brazo. Estaba mojado —por el agua—.

—No quiero incomodarla.

—Está bien.

—Cuando termine la ducha, me iré a casa—ella me miró, y en ese momento deseé besarla—de verdad, le agradezco que me haya rescatado y traido aquí.

Camila me dijo algo que no logré escuchar. Y yo le agradecí de nuevo una vez más antes de soltarla y ver qué saliera del baño.

Cuando terminé de ducharme, me sequé y coloqué el pantalón que me había traido, era justo de mi medida. Me coloqué la camisa y sin cerrarle los botones salí rápido del baño.

Camila estaba en la puerta del clóset, con su pijama ya puesta. Al verme, sonrió y giró un poco.

—¿Ya te vas?

—Si, es algo tarde y mi padre debe estar molesto.

—¿Por qué no te quedas esta noche?

La señora Cabello comenzó a avanzar hacia mí. Ahí lo noté. Llevaba la ropa de seda blanca que le hacía remarcar los pechos desnudos. Tal vez no llevaba bragas o eran demasiado pequeñas como para verlas ahi, enmedio de la habitación casi a oscuras. Y por más de una maldita vez, podría jurar que me estaba provocando.

DADDY »	duamilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora