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Camila POV

Me encontraba desayunando cuando Dua apareció. Estaba despertando, pero se notaba en sus ojos que había llorado, quizás toda la noche.

—Cariño, ¿quieres panqueques?

Ella no me respondió. Saludó a su abuela y luego se sirvió jugo de naranja para después quedarse de pie en la cocina.

Su abuela le preparó huevos con tocino, y ella buscó los panes en el tostador para sentarse al otro extremo de la mesa. Lo más distante posible de mí.

Después de eso sólo se escucharon los cubiertos en el comedor, y más silencio del que podía existir entre ella y yo. Yo sólo me quedé mirándola, no estaba dispuesta a hablar conmigo, al menos no ahora.

En la cena se repitió lo mismo, con excepción a que mis hijas estaban hablando y la abuela de Dua nos contó una historia.

Los días transcurrieron y Dua no me respondió ni los saludos. Evitó mis besos, mis abrazos, mis disculpas y hasta mis miradas. Evitaba absolutamente todo de mí.

Me dolía. Dua realmente estaba tan distante, molesta y por primera vez, no sabía qué hacer al respecto. Por un momento creí que con el transcurso de los días iba a lograr acercarme a ella, pero eso no fue así. Al contrario, todo se hizo más frío y difícil.

Mis rutinas siguieron, con la diferencia de que ya dormía sola, me duchaba sola, no abrazaba a nadie más que a mi almohada, tenía constantes pesadillas y por las noches, al ver que no llegaba conmigo yo sólo bebía más. Era tenerla lejos a pesar de encontrarme a una puerta de distancia.

La veía en casa pero no podía ni tocarla, y así, no iba a poder solucionar nada. Le había dejado una carta debajo de su puerta, como disculpas pero ella parecía que ni siquiera la había leido. Tal vez hasta la había roto. No estaba segura de eso.

Todo se estaba hundiendo.

Por las mañanas o por las tardes, iba a descargar mi furia contra Dacre, lo humillaba, golpeaba, insultaba y maldecía para después salir del granero y llorar a solas en mi camioneta.

Ya era una vida horrible, y yo me había encargado de hacerla así.

Eran poco más de las cinco de la tarde y ya me encontraba en casa. Estaba bebiendo un té y leyendo un libro de negocios para concentrarme más en la fermentadora y no en otras cosas.

Hasta que alguien me interrumpió.

Era Aidan, el padre de mis hijas. Después de mucho tiempo, era la primera vez que lo veía. Para tener su presencia aquí significaba que traía alguna noticia.

—Camila—su voz profunda me recordó el pasado.

—Aidan, no esperaba tu visita.

—Quise darle una sorpresa a mis hijas...y al parecer a tí también.

Me saludó con un beso y entró a la casa. Llamé a nuestras hijas mientras le ofrecía un poco de té. Él lo aceptó y se sentó frente a mí.

Estaba sonriente. Tal vez él estaba más loco que yo porque hasta donde recordaba, él me había dejado claro que yo era su enemiga y que lo único que nos unía eran nuestras hijas.

Miró el libro que estaba leyendo y al instante me preguntó.

—¿Y cómo te va con la fermentadora, Camila?

—Perfecto...sigo preparándome. Hay más ventas de las que esperaba.

—Aún no he tenido la oportunidad de probar tu ginebra.

—Ya tendrás un momento.

Él pareció más interesado pero me adelanté.

—Me dijeron que vas a pedir la custodia de nuestras hijas.

—Yo también quiero lo mejor para Sarah y Rosie.

—Viajas mucho, Aidan, ¿con quién se quedarían?

—Estarían en casa, con mi madre...y mi prometida.

Estaba sorprendida, no esperaba a que Aidan estuviera comprometido con otra mujer tan rápido.

—¿Te vas a casar?

—Quiero rehacer mi vida, Camila, siempre he sido un hombre de familia.

—¿Cómo sabes que ella va a ser buena madre para nuestras hijas?

Aidan suspiró y se acomodó en el sofá para verme más cerca.

—Ya casi me retiro como piloto, tendré más tiempo para mis hijas. Y no quiero llevarnos a un juicio para pedirtelo.

—¿A qué te refieres?

—Retiraré mi demanda de custodia a cambio de que me dejes estar con mis hijas, y tú vayas voluntariamente a terapias, o a lo que sea que necesites.

—No estoy mal, Aidan.

—Tal vez ahora no, pero sabemos que no todo el tiempo estás así de bien. Y creéme, yo igual me preocupo por ti y quiero que te recuperes.

—Pero...—no terminé de hablar.

Miró hacia las escaleras donde nuestras hijas bajaron. Se acercaron a saludar a su padre y la felicidad de volver a verlo me hacían sentir diferente.

—¿Ya no vienen corriendo cada vez que ven a papi?

Rosie comenzó a reir.

Tal vez Aidan tenía razón.

________

Estaba en el jardin, sola, bebiendo jugo de manzana y mirando hacia el atardecer. Era impresionante como todo el color del cielo cambiaba, igual que mi vida.

Me sentía tranquila hasta que la música en alto volumen me interrumpió.

Me levanté para ver qué era.

Enfrente de la casa estaba estacionado un automóvil antiguo, sin techo y con el máximo volumen en sus bocinas. Eran chicos que parecían hippies, con ropa hippie, canciones hippies y todo hippie.

Dua salió de la casa y caminó hacia el auto. Saludándolos y riendo con ellos. Ella estaba vestida de una manera diferente, tan parecida a la de los chicos del auto. Demonios.

No me vieron pero desde donde yo me encontraba podía notar todo perfectamente. No reconocía a ninguno pero estaba segura que ni uno sólo tenía la edad de Dua, se veían mayores.

El automóvil avanzó y la música siguió como si tuviera una fiesta adentro. Dua se había ido con ellos, sin avisar.

Maldición.

¿A dónde fue?¿quienes son esos?¿en dónde los conoció?

Debatí conmigo misma si ir detrás de ellos o no. Y por primera vez decidí hacer "lo correcto".

Ojalá y los hubiera seguido.

DADDY »	duamilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora