10

344 41 21
                                    

Corrí por el lado derecho en dirección a la casa que tenía la puerta abierta. En la entrada había una chica con el cabello negro, estaba regando las flores del jardín.

A mi, me estaban persiguiendo los hombres del bar. Al parecer, mi padre tenía más que una sola deuda.

—¡Hey!—agité los brazos para que la chica me viera. Ella levantó su mirada. Apenas me acerqué, intenté mantener la calma aunque era evidente que ya había corrido más de lo que hubiera imaginado.

—¿Te encuentras bien?

—Si...no, la verdad no...necesito que me ayudes—tenía unos ojos preciosos, color esmeralda que resaltaban con su tez blanca y el cabello oscuro. Es tan malditamente hermosa.

—¿Qué pasa?—la chica estaba confundida y yo sólo mire hacia atrás para asegurarme que aún no había llegado por el camino ni me había visto nadie más.

—Hay unos hombres persiguiéndome—señalé hacia mis espaldas—y necesito un lugar para esconderme.

—¿Por qué te persiguen?

—Un mal entendido...te puedo explicar luego, sólo...—no terminé de hablar, ella me señaló la entrada de su casa.

—Ve, escóndete adentro.

—Gracias, gracias—junté mis manos como seña de agradecimiento. Podría besarla pero no quería asustarla.

Al entrar, había un niño ahí, jugando con un balón.

—¿Quién eres?

—Shhh...soy Dacre, un amigo de ella—señalé hacia afuera. El niño sonrió y me lanzó la pelota, yo sólo se la regresé y me acerqué hacia él.

—Hay unos hombres malos ahí afuera y necesito esconderme, ¿crees poder ayudarme?

El niño asintió y miró hacia atrás.

—Pero no hagas mucho ruido.

—Lo prometo—le dije.

En silencio, seguí al pequeño. Tal vez tenía 4 o 5 años, o más, era malo para calcular edades.

Abrió una puerta, y sólo vi oscuridad adentro, era un sótano.

—¿Hay luz abajo?

—Sí...¿te da miedo la oscuridad?

Asentí un poco y el niño sonrió.

—Yo igual, pero abajo no hay monstruos.

—¿Ni brujas?

—No.

—¿Ni duendes?

—Nop, nada.

—Perfecto.

El niño encendió la luz de las escaleras que descendían al sótano. Seguí con cuidado al pequeño para no asustarlo y al llegar, noté que era un pequeño cuarto lleno de juegos, con dibujos y una casita para acampar hecha de tela.

Me recordaba a mi yo de pequeño. Mi escondite secreto.

—¿Puedo quedarme aquí mientras los hombres malos se van?

—Sí...¿quieres que te acompañe?

Asentí y me senté en el suelo. Estaba atento a todo lo que podría suceder afuera, aunque no podía escuchar nada.

—¿Cómo te llamas?

—Luke.

—Y la chica que estaba afuera, ¿quién es?

DADDY »	duamilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora