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Escucho el canto del pájaro en la copa de algún árbol cercano. Es inicio de abril en aquél pueblo campestre, y todo a mi alrededor está floreciendo por la primavera.

Respiré profundo para sentir el aroma fresco de las montañas. La tranquilidad me hace sentir en casa.

Abrí los ojos para mirar al cielo azul de la mañana.

—Dacre...

Dua estaba a mi lado, recostada en el pasto, mirando hacia mí.

—¿En qué piensas?—preguntó atenta.

—¿No es curioso ver cómo crecemos y seguimos regresando aquí, en el mismo lugar?

Ya teníamos veinte años, y seguíamos haciendo lo mismo que cuando éramos pequeños en ese campo. Correr en el pasto, perseguir a las ovejas, recolectar frutos, hacer carreras con los caballos, tener picnics a mediatarde y leer cuentos de niños para cambiar los finales.

—Lo es...tú encontraste esto cuando teníamos...uhm—estaba calculando—¿siete años?

—Si...nuestro secreto—recordé con una sonrisa.

Ella comenzó a reir.

—¿Y te recuerdas cuando acampamos por tu cumpleaños, justo aquí?

—Mi madre nos castigó por semanas sin salir—respondió.

—Sólo nos descubrieron porque prendimos la fogata enmedio del bosque.

—Nunca supe cómo es que nos descubrieron si estábamos lejos.

—Digamos que esa fogata era más grande de lo que deberia ser, y nos vieron a kilómetros.

—Lo valió—dijo nostálgica.

—Esa noche lo valió todo.

Dua se acercó para recostarse en mi pecho y entrelazar su mano con la mía. Sentía su respiración y el calor de su cuerpo contra el mío. Ella siempre solía hacer eso antes de quedarse dormida entre mis brazos.

Dua y yo somos amigos desde que éramos unos pequeños diablillos y hacíamos travesuras en la casa del señor Gilbert, nuestro vecino.

—Mi tía llegará de Italia mañana por la mañana.

—¿Me las presentarás?

Dua inmediatamente abrió los ojos y me golpeó ligeramente el pecho, como un jugueteo.

Sonreí más.

—No quiero que te acuestes con ninguna de ellas.

—No soy tan zorro, Dua...—ella sonrió con sarcasmo sin dejar de mirarme—me puedo controlar.

—Siempre dices lo mismo, y sabemos que cuando ves mujeres desaparece "tu autocontrol".

—Ellas se me acercan.

—Y tú que te dejas.

Entrecerré los ojos y la presioné más a mi pecho. Dua aprovechó para presionar más mi mano hasta comenzar a lastimarme.

—Dime que no lo vas a hacer.

—¿Qué cosa?.

—Acostarte con Camila, ni con ninguna de mis primas.

Conocía a casi toda la familia de Dua, pero no recordaba a ninguna tía llamada Camila, así que iba a ser nueva en el lugar y yo me encargaría de darle una cálida bienvenida.

—Así que se llama Camila...interesante.

—Ya vas a empezar.

—¿Es mucho mayor que nosotros?

—Eso no importa, tú te vas a mantener alejado de todas ellas.

—¿Por que? ¿Te pone celosa?

—No es eso.

—Si lo es—le guiñé.

—No, no son celos.

—Entonces, dime Dua, ¿qué es?

Ella me cubrió la boca con su mano para callarme y yo giré sobre mi cuerpo, atrapándola entre mis brazos.

DADDY »	duamilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora