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Camila POV

Dua me acompañó de regreso a casa, y para calmar mis nervios, decidí tomar una ducha fría mientras ella se encargaba de alimentar a su pequeño conejo en el patio.

Hoy estuve tan cerca de ser descubierta que aún sentía los latidos vibrantes en mi pecho al recordarlo.

Sentía cómo el agua caía por mi cuerpo y se deslizaba hacía cada rincón de mi piel, la sensación tan placentera me hizo desconectarme de la realidad por un momento para disfrutarlo un poco más, lentamente, hasta que el ruido de la regadera me aisló por completo.

Cerré los ojos y me puse de espaldas, justo cuando sentí que alguien estaba adentro, conmigo.

Abrí los ojos inmediatamente, asustada. Pero sus ojos me calmaron. Era Dua. Estaba desnuda y dispuesta a compartir la ducha conmigo.

—Cariño, me asustaste...

Ella sonrió.

—¿No me escuchaste entrar?

Yo negué en silencio y ella se colocó el shampoo para lavarse el cabello. Durante toda la ducha estuvo dándome besos y acariciándome sin decir nada, y yo estuve pasando mis manos por todo su cuerpo con el pretexto de ayudarla.

Hasta que terminó.

La notaba diferente.

—¿Listo, mi amor?

Dua me dijo que sí, pero no cerró la llave del agua y cuando yo estaba por cerrar la regadera, ella me detuvo.

—¿Qué pasa?—no obtuve respuesta.

Me acorraló contra la puerta de vidrio de la regadera para girarme y apoyarme ahí mismo, dejándome de espaldas a ella y colocando con fuerza sus manos en cada lado de mi cintura. No podía verla, pero moría por hacerlo.

Su respiración golpeó mi espalda, luego sus labios besaron mis hombros y subió a mi cuello para hablarme de cerca.

—Sé tu secreto, Camila.

Sonreí.

Estaba caliente por la forma en la que ella me estaba haciendo su sumisa.

—¿A cuál te refieres?

Sus besos siguieron lentamente por mi cuello hasta llegar de nuevo a mi hombro, mordiéndome la piel y sujetándome las manos con las suyas contra el vidrio. Sentía el vapor  y el calor del baño golpear cada parte de mí.

—Ni lo imaginas.

Mi sonrisa se desvaneció cuando sentí cómo una de sus manos comenzó a bajar por delante de mi cuerpo, con lentitud. Sentí la presión de su agarre firme en mis pechos, en mis pezones duros y en mi abdomen que se contraía por la excitación.

Sus dedos acariciaron mi entrepierna y lubricaron mi sexo de una forma que no podía ni describir. Estaba disfrutando tanto sus caricias.

—Ya fóllame—susurré.

—¿Eso quieres?

—Sí...sólo hazlo—la marca de mis manos en el vidrio me hacían ver cómo todo se calentaba.

Presioné mis labios para no gemir, pero no pude contenerme más cuando dejó de jugar con sus dedos y me giró para arrodillarse frente a mí y hacerme sexo oral.

Cerré los ojos mientras sus manos sostenían mis piernas con fuerza y su lengua humedecía una y otra vez mis labios, sin detenerse.

Me tenía suplicando por más.

DADDY »	duamilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora