23

252 38 1
                                    

Camila POV

Solo sentía cómo el alcohol quemaba al bajar por mi garganta y hacía perderme en un punto fijo de la habitación.

En el tocadiscos seguía escuchando canciones antiguas que me recordaban tanto a ella, mientras que la botella de vodka seguía abierta frente a mí.

¿Qué mas puedo hacer? Me siento tan miserable.

Mi habitación estaba hecha un completo desastre.

A mi alrededor se encontraban las cosas en el suelo, algunas rotas y otras intactas, otras contra la cama o en algún extremo absurdo. Como si un furioso huracán hubiese destruido mi habitación con su paso.

Había explotado después de que Dua salió llorando de la habitación.

Últimamente me estaba saliendo de control, más de lo que quería, más de lo "normal".

"No sabes de las cosas que sería capaz de hacer por ti", recordé mis palabras.

Si tan solo pudiera cambiar las cosas...

Eso es. Aún puedo hacer algo.

Me levanté, sin perder el equilibrio, y sonreí al notar que aún tenía despierta la mayor parte de mis sentidos. De nuevo, me sentí mejor.

Busqué mi ropa en donde aún tenía guardado la pistola y la cargué. Me coloqué el abrigo y salí de mi dormitorio, dispuesta a hacer lo que desde hace tiempo no me atrevía.

—¡Mamá!—la voz de mi hija me detuvo.

Era Rosie, estaba con su pijama desde la parte alta de las escaleras, mirándome.

—¿A dónde vas? Son las cinco de la mañana.

—Saldré, cariño. No tardaré.

—Pero...—seguí su mirada, ella estaba observando el desorden que había adentro—¿qué pasó en tu habitación?

—Nada, hija, mejor ve a dormir.

—Mamá, ¿estás bien?

—Lo estoy.

Ella no pareció convencida pero yo sólo seguí mi camino hacia la puerta de la casa para salir. Subí a mi camioneta y la encendí. Me pareció mirar a Dua observarme por la ventana pero aquello tampoco me detuvo. Aceleré y comencé mi camino hacia el granero. Era de madrugada, casi al amanecer.

Estaba cerca de llegar al lugar cuando un policía se fue acercando detrás de mí para después encender sus sirenas y pedirme a través de su altavoz que me detuviera. Un maldito polícia estaba ahí, en medio de la madrugada retrasando los planes.

Me detuve y su vehículo lo hizo adelante del mío.

Ví como el hombre uniformado bajó de su vehículo y caminó hacia mí, iluminado por los faros de mi camioneta y las luces azules y rojas de él. Miró su reloj antes de acercarse a la ventana de mi camioneta.

—Buenos días, señorita.

—Buenos días, oficial, ¿en qué puedo ayudarle?

El policía me observó.

—¿A dónde se dirige?

—A mi granero, se encuentra a menos de un kilómetro de aquí.

—¿Me permite su identificación?

—Por supuesto—le respondí lo más amable posible, aunque en ese momento sólo deseaba acelerar y largarme lo más pronto posible de ahí.

Extendí mi mano en el compartimento de la camioneta donde guardaba mis documentos y le entregué mi identificación.

DADDY »	duamilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora