Lluvia.
¿Por qué siempre llueve cuando pasa algo malo? Era una pregunta que rondaba su cabeza una y otra vez, durante los últimos casi 10 años.
Los pensamientos luchaban contra los sentimientos, la vergüenza y miedo le gritan al amor y al deseo que callaran por el bien de todos, y aunque trataba de escucharlos a ambos, no podía, su cabeza gritaba muy fuerte y su corazón palpitaba demasiado rápido, y aun así, lo único que escuchaba con claridad era como la lluvia golpeaba fuertemente las lozas de cemento del puente de Westminster.
Rodeaban las ocho de la noche y la torrencial lluvia que caía, alejaba a cualquier posible merodeador del lugar, nadie podía verlos, nadie podía interrumpirlos, estaban completamente solos... entonces ¿Por qué las palabras no brotaban de su boca? Su única acción era temblar, temblar como hoja de papel azotada al viento.
Su acusador mantenía firme la mirada en él, esperando una respuesta que sabía que aunque emergiera, él no la creería, ya había creído demasiado en el pasado y como siempre, él era el único que habia perdido todo, absolutamente todo...
El acusado, aun temblando, levantó la mirada, su cara estaba tan empapada que no podían diferenciarse sus lágrimas de la lluvia. Poso su vista dubitativa en el aquel ser, aquella persona a la cual amaba más que a su propia vida.
— Charles... — solo un hilo de voz salió
— Creo que ya escuche suficiente... — levantando la mano en señal de que se detuviera. Pareciera que ya había tomado una decisión, aunque hablando con sinceridad, la decisión estaba tomada antes de salir de casa.
— Por favor... — dijo entre sollozos que buscaban sonar a dignidad. Esa hace mucho que la había perdido.
— Erik... — cerró sus ojos. Quizás muy en el fondo de su alma, aun le dolía el decir estas palabras — te diré lo mismo que me dijiste una vez, el día que nuestros caminos se trazaron y nuestros destinos quedaron sellados — levantó una mirada de compasión hacia él. La última de su vida — sigue con tu vida... y olvídame. Haznos ese favor... a los dos
— ¡Nein! — grito casi de manera ahogada — ¡Me niego a eso! — trato de acercarse, pero su cuerpo no obedeció — no puedo... no puedo vivir sin ti... — volvió a bajar su mirada al suelo empapado ¿De lágrimas o de lluvia?
— Yo sí — con toda la certeza del mundo en su voz — ahora... vete
— Pero — ahora su cuerpo obedeció y avanzó dos pasos hacia él
—¡Que te largues! — grito más fuerte de lo había deseado. El rencor de los últimos años habían aflorado.
Sus lágrimas pararon al instante; la reacción del que él pensaba fielmente aún era su amado, lo había dejado completamente helado, quizás más que el frío que calaba sus huesos. Ahora sabía cómo se sentía el hierro congelado bajo la lluvia, aunque él lo sentía más como si arrancaran algo de él, como si estuviera luchando contra una fuerza invisible que alejaba lo más amado, colocando una puerta de metal y alambres entre ellos, y aunque la puerta quedaba destruida ante su esfuerzo de acercarse a su amado, esté seguía alejándose, más y más...
— Eso hare... si es lo que tu quieras — subiendo la cabeza y mejorando su postura — trata de recuperar la dignidad que hace muchos años perdiste — rogaba su cerebro en silencio — solo pido una cosa... — volviendo a hablar.
— No tienes derecho a pedir nada... — evitando la mirada que lo hacía flaquear
— Cuidate... solo eso pido — con el tono más suave que su corazón encontró
— Hace mucho que se cuidarme sin ti — respondió de manera hosca
— Adiós, Charles — sonriendo vagamente — y aunque no lo creas... jamás dejare de amarte — se gira hacia la cara sur del puente y comienza a caminar en esa dirección. Su cuerpo vuelve a temblar y mientras mete sus manos en su largo abrigo negro, deja nuevamente que las gotas de lluvia disimulen su llanto.
— Adios... Erik —viéndolo alejarse de su vida, por tercera vez.
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Un Cambio en el Destino [CHERIK]
Storie d'amoreCharles es un Xavier. Durante toda su vida ha sido muy popular entre las personas, porque es un Xavier, porque es millonario y porque tiene un encanto innato, acompañado de un atractivo físico, poco inusual en los hombres. Sin embargo y a pesar de...