Capítulo IX

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No he podido esta vez,
Vuelvo a no ser,
Vuelvo a caer
Qué importa nada si yo,
No sé reír,
No sé sentir
Quiero verte llorar y que me parta el corazón,
Quiero darte un beso sin pensar,
Quiero sentir miedo cuando me digas adiós,
Quiero que me enseñes a jugar

Hoy he dejado de hablar,
Quiero callar,
Disimular
Sólo me queda esperar,
Verte pasar,
Reinventar
Quiero sentir algo y no sé por dónde empezar,
Quiero que mi mundo deje de girar,
Quiero que mis manos tengan fuerza para dar,
Quiero asustarme si no estás

Sé que me he vuelto a perder,
Que he vuelto a desenterrar
Todo aquello que pasé
No sé ni cómo explicar que sólo puedo llorar,
Que necesito la paz que se esconde en tus ojos,
Que se anuncia en tu boca, que te da la razón
Ven cuéntame aquella historia de princesas y amores
Que un día te conté yo

La paz de tus ojos – La Oreja de Van Gogh.

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-Anthony, Anthony.

La luz era demasiado fuerte y no lo dejaba dormir pero tampoco sabía de dónde esta provenía y trató de alejarse de ella. La voz que era ligeramente distante le llamaba con insistencia. De repente la luz se alejó y él pudo ver el rostro de su hermano sobre el suyo.

-Anthony -volvió a llamarle Leon mientras volvía a pasarle la pequeña luz sobre los ojos.

Él recordó en ese momento las pequeñas manos de esa mujer sobre sus hombros y sus dulces labios que sabían a caramelo y luego el extremo dolor. Su mente se llenó de agonía y aunque él batalló contra ello fue demasiado, sus escudos externos no resistieron la oleada psíquica de poder que ella lanzó contra él.

Ella le llamó, el tono preocupado y de miedo pero después de eso todo se volvió negro, cayendo en la negrura del dolor que lo hizo resguardarse en lo más profundo de sus escudos diamantinos y desconectarse totalmente del mundo. Ahora, a la luz de un nuevo día, despertaba confundido y echándole en falta a ella.

Al principio no supo reconocer su propia habitación, hasta que vio la lámpara en el techo y las cortinas grises y blancas que se movían ligeramente con el viento. Volvió a mirar a Leon que guardaba su infernal lámpara en el bolsillo izquierdo de su bata.

-Bienvenido de vuelta, hermano -le dijo afablemente Leon mientras pasaba un scanner sobre su pecho.

-¿Qué pasó? -preguntó él, su voz era rasposa y le dolía un poco la garganta. Descubrió que no podía controlar sus receptores de dolor como solía hacer en tales circunstancias. Se sentía con un gran vacío psíquico, una punzada en las sienes martilleándole sin parar.

-Todavía no lo tengo claro -dijo y luego suspiró para proceder a tomar asiento en una silla sofá que había junto a la cama-. Al parecer recibiste un golpe psíquico que destruyó las primeras capas de tu escudo. Todavía no entendemos como no colapsaron los restantes; el golpe fue muy fuerte -le dijo mientras observaba como su hermano se recostaba en el respaldo de la cama.

-¿Dónde está ella? -preguntó y Leon supo de quién hablaba.

-Está aislada en otra cabaña, ella misma lo pidió. ¿Qué fue lo que ocurrió, Anthony? -fue la siguiente pregunta de Leon-. Estabas con ella cuando esto ocurrió, ella me alcanzó telepáticamente pidiendo auxilio.

-La besé -respondió. No le pasó desapercibida la expresión de asombro en el rostro de su hermano.

- ¿Qué dijiste? -preguntó más que pasmado.

Lonely, too LongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora