Maraton 1/3

939 40 3
                                    

   Besitos sensuales, cortos pero con un mensaje de amor claro. Nick estaba cumpliendo su sueño. Acurrucado en el sofá de la academia bajo una gruesa manta con Hugo, usando su brazo como almohada y enredando sus piernas con las de su novio. Una mano de Hugo acariciaba su cabello lentamente y otra le mantenía firmemente abrazado por la cintura. Las manos de Nick hacían caricias en el cuello de Hugo, palpando con gusto su piel tatuada y suave.

  Separaban los labios y los volvían a juntar a un ritmo relajado, pero el lado dominante de Hugo no tardó en presenciarse. Nick se pegó un poco más a él, impaciente por ver lo que haría Hugo. Sus labios húmedos por la saliva presionaron contra los de Nick, que los abrió por inercia. La lengua de Hugo se coló por ellos sin hacerse de rogar, jugando con la de Nick pero de manera furtiva, haciéndole desesperarse. 

  Protestó contra su boca y Hugo sonrió separándose un poco.
—¿Alguien está necesitado?—susurró con voz grave y persuasiva. Esa voz. Nick asintió y se subió un poco encima de él. Hugo aprovechó el momento para bajar sus manos de la cintura de Nick a la parte baja de su espalda, peligrosamente cerca de la zona más sensible de su cuerpo y...

—¡NICK, A DESAYUNAR!


  Gimió desilusionado y se arrebujó más en las sábanas. Odiaba no despertarse con Hugo, odiaba que el grito de su padre hubiese sido justo en el momento más bonito del sueño y odiaba la cuarentena.
—¡NICK, QUE SE TE VA A QUEDAR FRÍO EL COLACAO!
—¡Ya voy!

  Un mes de cuarentena y aún no se acostumbraba del todo, se le estaba haciendo eterna la espera. Hacia frío fuera de la cama, así que se puso una de las sudaderas que le había robado a Hugo. Casi había dejado de oler a su novio, pero tenía un ligero aroma aún.

  Se sentó con su familia a desayunar. Todos tomaban café menos él, que tomaba su cola-cao de toda la vida. Si fuera por él tomaría café, pero café y pastilla no iban de la mano.
—Me toca sacar la basura—dijo.
—Ni de coña, hoy es mi día—protestó su hermano.
—Voy a salir yo y punto—terció su padre.
—Hostia, se me ha olvidado decíroslo, fui yo ayer—confesó su madre. Nick abrió la boca hasta que la mandíbula le dolió.
—Eso es MUY rastrero por tu parte.
—Venga, hijo, si quieres aire puedes salir al balcón o sacar la cabeza por la ventana.

Hizo caso del consejo y salió al balcón. Más que balcón, era una mini terraza comunal, pero como los vecinos eran todos personas mayores, no había nadie y tenía acceso libre a todo. Se sentó en una de las tumbonas que había y dejó que el sol le diese en la cara.

  No quería mirar el móvil, pero lo tenia al lado por si a alguien se le ocurría llamarle. Ojalá alguien le llamase. Mientras tanto se quedó mirando al sol. Hacia muy buen día, tan bueno que se moría de envidia del sol por estar fuera de casa.

  Se había quedado mirando directamente a la bola de luz, y ahora le dolían los ojos y no veía bien. El móvil empezó a sonar y lo cogió a tientas sin ver quién llamaba.
—¿Si?
—Hola, Nick, soy Tinet.
  El corazón le dio un vuelco. Solo podía significar una cosa: o cancelaban definitivamente el programa o volvían.
—Hola, ¿Hay alguna novedad?
—Si, por eso te llamaba—sonaba alegre y Nick rezó para que le dijese lo que quería escuchar—. Las cosas están mucho mejor y el gobierno dice que aquí la situación volverá a la normalidad dentro de unas semanas, así que hemos decidido que volváis a la academia dentro de quince días. ¿Te parece bien?
—¿QUE SI ME PARECE BIEN? ¡ESTOY QUE ME MUERO POR VOLVER!

  Tinet le dio más detalles y Nick colgó con una sonrisota enorme en la cara. Corrió adentro de casa, abrazó a toda su familia y les contó lo ocurrido entre gritos de emoción.
—¡Voy a hacer la maleta ahora mismo!—se despidió y salió pitando a su cuarto.

  Con la ayuda de su madre y su hermano, metió todo en la maleta. Se aseguraron de que no se dejaba nada, aunque aún tenían casi dos semanas para añadir cosas.

  Todos los concursantes hicieron una videollamada en la que todo el mundo hacía sonidos de emoción y nadie entendía una sola palabra, pero daba igual, el idioma universal de la alegría era evidente.

  Cuando la videollamada terminó, Hugo y Nick hicieron otra, ahora más calmados.
—Dos semanas y ya estamos juntos de nuevo—dijo Hugo—No me aguanto las ganas.
—Van a ser las dos semanas más largas de mi vida—suspiró Nick.
—Pero volveremos, y entonces voy a abrazarte tan fuerte que no van a ser capaces de apartarme de ti.
—Que intenten apartarme, que les muerdo—amenazó Nick con tono burlón pero intención real.
—Mejor usa la boca para otras cosas—Hugo le guiñó un ojo Nick rió.
—Anda que tienes la mente sucia...
—No dices lo mismo en la cama y lo sabes—espetó con satisfacción. Nick rodó los ojos y negó con la cabeza mordiéndose los labios.
—Eres un guarro, un mes sin sexo y ya te vuelves un animal.
—¿Es que no tienes ganas de hacerlo conmigo?—preguntó Hugo. Nick notó que estaba empezando a preocuparse.
—Claro que tengo ganas, no sabes cuantas. Pero no solo tengo ganas de eso.
—Eh, que no solo pienso en sexo.
—¿Ah no?
—No, también pienso en todos los besos que te voy a dar.
—¿Dónde me vas a dar besos?
—¡Y luego me llamas a mi guarro!

  Después de la videollamada, Nick se quedó pensando. Era cierto, tenía ganas de hacerlo con Hugo. No estaba desesperado, pero si necesitaba un poco de atención. También necesitaba muchas más cosas, mimos, abrazos, besos, charlas...y no solo por parte de Hugo. También estaba deseando ver a Sam y a Nia, ansioso por volver a pasar horas con ellas hablando y riendo.

  Se pasó las dos semanas impaciente, haciendo planes en su cabeza y haciendo y rehaciendo la maleta hasta que se le estropeó la cremallera y tuvo que coserla. El día que tocaba volver no durmió. Se levantó chillando de felicidad, despertando a todos y saltando de alegría.

  La despedida no fue TAN mal, unas cuantas lágrimas, abrazos y tirando. Escuchó música durante el trayecto, la música que de sus compañeros y la suya propia...todo lo que le inspiraba.

  A los pocos kilómetros se quitó los cascos y empezó a hablar con el chofer, que se llamaba Juan.
—Me recuerdas a los de 2017, los traje después de las vacaciones de navidad—comentó Juan—Estaban todos súper emocionados.
—¿Lleva siendo chofer desde 2017?
—Desde la primera edición, chavalin, desde la primera.
—Hala—exclamó. Ese hombre era todo un veterano transportando triunfitos—¿Y le gusta su trabajo?
—A veces es muy cansado, pero me gusta, si.
—Seguro que se entera de todo lo que pasa ahí dentro.
—Pues fíjate que solo me entero de lo que veo en el canal y las galas. No mucho más.
—¿No le cuentan nada?
—Nada.
—Pues de ahora en adelante se lo voy a contar yo. Pero no se lo diga a nadie, que luego nos cae la bronca a los dos.
—¿Seguro que puedes hacer eso?
—Si, puedo hacer muchas cosas—comentó—¿Puedo pedirle un favor?
—Claro.
—De vez en cuando, si pasa algo muy importante ahí fuera...¿me lo contará?
—Hecho.
  Aparcó el bus y Nick cogió sus maletas.
—¡Gracias, Juan!—exclamó. Saltó a la calle y escuchó los chillidos de gente. Asombrado, se dio cuenta de que había fans que habían ido a verle, se quedó ahí un momento, flipando. Entonces un grito de voz familiar le llamó la atención y apartó la vista. Lo siguiente que vio fueron unos ojos brillantes antes de que la boca del dueño de esos ojos le callase besándolo.

Más que amigos (Hugick)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora