Capítulo 9

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-¡Me estas lastimando! -Dulce gritó, levantando su mano le dio una tremenda bofetada. Christopher sonrió al sentir la sangre arder en su mejilla y lamió la pequeña gota que corría por su labio. Sí, estaba fuera de control.

-Mira, eres realmente valiente ... - se burló, abrazándola más fuerte, sin piedad, y haciéndola jadear de dolor. -Te enseñaré una lección ahora que nunca olvidarás, Dulce.

Temblando de miedo, ella lo miró fijamente, jadeando por la pelea y sintiéndose impotente para seguir luchando.

Christopher levantó una de sus piernas con su brazo, y con la otra mano volvió a lo que estaba haciendo antes. Separó su carne e insertó el dedo medio profundamente.

Dulce no estaba preparada y jadeó de dolor, mezclada con placer. El pulgar de Christopher hizo algunos movimientos en la parte más sensible.

-Tranquila solo es mi dedo. - Dijo, presionando su mano contra su cuerpo y mostrando que todo su dedo estaba enterrado en Dulce. -Pero tenemos todo el tiempo. Me sentirás en tu vientre.

Dulce dio un pequeño suspiro de asombro, sintiendo su cuerpo flácido, mientras el dedo de Christopher iba y venía.

Dulce se aguantaba las ganas de gemir, no quería hacerlo, pero él era demasiado fuerte y no la soltaría hasta que quisiera.

Christopher observó la reacción de Dulce en su dedo y, sin previo aviso, la besó en la boca. La cabeza del pelirrojo retrocedió por la fuerza del beso, mientras ella sentía sus labios duros. La lengua se filtró en su boca y comenzó a seguir los movimientos que su dedo hacía en la intimidad de Dulce.

-Perteneces a mí. Incluso si no quieres.- Murmuró, separando sus labios de los de ella por centímetros. -Tú eres solo mía.

-Eso es lo que tú piensas.

Sin inmutarse por la respuesta, Christopher separó los labios de Dulce con un dedo y se la escupió.

-Te gusta pertenecerme.- Susurró, mirando su boca.

Sin pensar, Dulce se pasó la lengua por los labios y lo probó. Christopher sonrió de lado.

El dedo salió repentinamente de Dulce, y ella lo extrañó extrañamente. Llevó una mano a su propia intimidad, tocándose para aliviar la necesidad.

-Me gusta cuando te tocas. -Dijo Christopher, mirando lo que hacía. -Pero no tienes que hacerlo, me tienes aquí. -Se dejó caer los pantalones.

Sin hablar, tiró de Dulce por la cintura y la hizo acostarse en el suelo. Ella pensó que él iba a separarle las piernas, pero solo entonces se dio cuenta de que le estaba poniendo un brazo alrededor de la espalda, tratando de levantarla.

-¿Qué quieres hacer? Ella preguntó, aturdida.

No respondió, terminó de darle la vuelta y pasó la mano por la espalda de Dulce.
Se estremeció un poco, inclinándose y apoyando su mejilla en el brazo que descansaba en el suelo. Sintió su mirada en su espalda, disfrutando cada detalle de su cuerpo. Cuando menos lo esperaba, sintió dos dedos abriendo su intimidad, que casi palpitaba. La atormentó con un tercer dedo, pasando lentamente a través de su raja húmeda. Dulce estaba sintiendo un hormigueo en todo su cuerpo, comenzó a mover sus caderas ligeramente hacia su mano.
Todavía excitandola, Christopher la atravesó, extendiendo besos calientes por toda su espalda. Dulce se estremeció y se mordió el labio de nuevo para no jadear y gemir.

-¿Por qué te muerdes la boca? -Le preguntó. -¿No quieres demostrar que estás disfrutando? Ya te veo. - Murmuró, pasando sus dedos nuevamente por la abertura caliente y húmeda de la pelirroja.

-¿Qué quieres que diga? -Dijo sin aliento, pero aún con voz fría. Podría estar muriendo por tenerlo, pero no lo demostraría.

-No quiero que digas nada. Quiero oírte gemir. -Christopher se deshizo de la camisa que aún llevaba puesta, y con los pantalones en las rodillas, penetró profundamente en su cuerpo, salvajemente.

Dulce sintió una conmoción ante la penetración repentina, y se levantó por los codos, jadeando. Christopher presionó su pecho contra su espalda, acercándose a su oído con peligrosa calma.

-¿Fue así con el otro ayer? -Dio un segundo, aún más profundamente, y esa vez Dulce no pudo evitar el gemido que había estado conteniendo durante tanto tiempo. -¿Te comió sabroso, así como yo?

Al ver que Dulce no respondía, enredó sus dedos en su cabello y tiró.

-¡Responde!- gritó

-No responderé nada.- Jadeó, un poco asustada, pero aferrándose a su pose. Él la penetró con fuerza otra vez, y ella gritó.

-Christopher.- Ella gimió enojada, pero sus caderas empujaron contra él instintivamente.

-Me encanta cuando gimes ... Me gusta cuando dices mi nombre.

-Tú apestas. -Dulce dijo.

-Pero te gusta -Con una sonrisa desagradable, Christopher le mordió el cuello.

Comenzó a mover sus caderas rápidamente contra Dulce. Tuvo que descansar las manos en el borde de la bañera frente a ella para sostenerse.

De repente, sintió que Christopher salía de ella. Ella miró por encima de su hombro, y vio que él sonreía al pasar y tiró de la punta de su pene a través de su entrada íntima, causando que lo necesitará.

Dulce sintió ganas de gritarle que lo detuviera y la penetrará de nuevo, pero sabía que eso era lo que él quería, y no lo hizo.

-Quieres que regrese a ti, pero quiero oírte pedirmelo. -Dijo, apretando sus senos sin ninguna delicadeza.

-No pediré nada. -Dulce murmuró, jadeando, sintiendo su feminidad llorar sobre su cuerpo.

Christopher empujó sus caderas hacia adelante, presionando su miembro contra su feminidad, pero sin penetrar. Dulce movió sus caderas ligeramente hacia atrás.

Sus dedos encontraron nuevamente su feminidad, dejando su pequeña hendidura expuesta. Christopher observó con interés la delicada entrada de Dulce, el lugar donde había estado hace unos minutos. Pasó un dedo sobre él y lo sintió temblar.

Incapaz de jugar más juegos, volvió a posicionarse y la penetró de nuevo.

Estaban tan emocionados que la explosión no tardó mucho en llegar. Primero vino Dulce, luego el suyo. Christopher sostuvo el pequeño cuerpo de Dulce durante varios minutos, hasta que recuperó algo de fuerza.

Se tumbó en el suelo del baño, jadeando, y Dulce cayó sin fuerzas a su lado.
Su mente estaba gritando para alejarse de ese hombre mientras podía.

O mientras todavía tenía el resto de su orgullo intacto.

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