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Zaid aparece por la cocina un rato después, cuando yo estoy metiendo mi mano dentro del horno encendido.

—¿Qué estás haciendo?

—¡Ay!—me sobresalto al escucharlo y mi mano toca el metal caliente de la puerta.

Zaid se acerca, agarra mi mano y rápidamente la pone debajo del grifo de agua fría, lo que mitiga rápidamente el dolor.

—ya, está bien—me seca la piel con una servilleta de papel y me mira—¿Qué estás haciendo, Siria?

—estaba haciendo galletas, señor—camino de vuelta al horno y saco la bandeja con masas, ya hechas.

—¿Galletas?—Zaid me observa con el ceño fruncido.

—si... yo creí, pensé que sería una buena idea—miro con un poco de temor las galletas ya hechas.

—no vuelvas a hacer algo sin preguntarme antes, Siria.

—lo siento, no va a volver a pasar—bajo mis ojos al suelo y escondo la sensación extraña que me invade.

—Siria—Zaid me agarra por la quijada—no me molesta que cocines, ¿Bien? Sólo quiero que me avises.

—entiendo.

Zaid me observa unos segundos y se aleja de mí, dándome un poco de espacio. Busco una servilleta para limpiar un poco de harina que cayó sobre el vestido que tuve que ponerme luego de que Shaytan me tirara al conocerme.

—mi padre ya debe de estar por llegar—me avisa—pórtate bien, Siria.

Zaid se va de la cocina y yo respiro tranquila. Casi diez minutos después, suena el timbre. Escucho a Zaid decir algo que no llego a entender y luego una voz grave se burla:

—no te has casado aún y ya huele a hogar aquí—no hay asco en la voz, ni nada, pero claramente se está burlando.

—No empieces, papá.

—solo digo—la voz se escucha profunda. Ni siquiera he visto al hombre pero ya me da un poco de temor—¿Dónde está la muchacha de la que me hablaste?

—Siria está en la cocina, padre—escucho pasos y poco después, Zaid se asoma—Siria, ven—me agarra de la mano.

—Así que tú eres la muchacha de la que habla mi hijo...—no levanto la cabeza, no digo nada.

No le hables, no lo mires. Eso fue lo que dijo Zaid.

—papá, no la ahogues—dice el más joven—Siria, ¿Por qué no llevas lo que horneaste al descanso? Iremos en un minuto.

Asiento, aliviada de poder irme de ahí y me demoro unos cuantos minutos en acomodar las galletas prolijamente sobre una bandeja y voy al descanso. Zaid y su padre están ahí y dejo la bandeja sobre la mesa que separa los sillones.

—Zaid me dijo que no tienes familia—levanto mis ojos, buscando los del hombre más joven.

—responde, Siria—él no parece muy entusiasmado por hacer que hable con su padre.

—así es, señor.

—siéntate con nosotros—levanto un poco mi vista y puedo detallar una sonrisa en el rostro del padre—¿Las has preparado tú?—asiento levemente y suelto un gemido de sorpresa al sentir el brazo de Zaid tirando de mí hacia el sofá.

—Anás envió a sus hombres —dice Zaid—si Shaytan no hubiera estado, probablemente se la hubieran llevado.

—eres un estúpido por dejarla sola, en primer lugar—dice el padre de Zaid—¿Cómo iba a defenderse ella? Les enseñan a ser mujeres, no miembros de la mafia.

Obediencia |+18| (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora