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Capítulo con violencia gráfica. Si no te sentís comoda/o leyéndolo sola/o, te recomiendo leerlo con alguien más o saltearlo

Cuando Zaid detiene el auto frente a la entrada de la casa, mi corazón ya está más acelerado que en cualquier otro momento. Luce alterado, tiene el cuerpo tenso y podría jurar que escucho sus pensamientos enojados desde aquí.

—baja del auto—me dice. Lo hago, sin querer alimentar su enojo y espero a que diga algo más, pero se limita a abrir la puerta de la casa, ignorando por completo a los guardias— entra— se pone a un lado y me deja pasar. Podría jurar que su cuerpo desprende enojo por los poros.

—señor— Tamara se acerca y cuando ve la furia en los ojos de Zaid, su sonrisa flaquea un poco— la... la comida de hoy a la noche...

—ahora no, Tamara— Zaid la interrumpe con tono severo— por favor, dile a Samed que te lleve a tu casa.

—claro— ella hace un esfuerzo por mantener la sonrisa— terminen bien el día.

—Zaid...— carraspeo, intentando que el nerviosismo no me controle y lo observo— escucha...

—no sé qué quieres, Siria— dice, soltando un suspiro— y volvemos a caer en la misma charla— masculla— tú dices quiero libertad y yo te digo que eso es algo que no puedo darte.

—dijiste que si me comportaba como tu esposa, me darías más espacio— murmuro— pero me siento ahogada, Zaid, no me dejas ni siquiera un minuto sola.

—estuviste sola con tu amiga por horas, Siria— me dice— te llevé a una isla para que pudieras descansar y recuperarte del trauma por haber matado a mi padre — sigue— solo hemos estado aquí un día, ¿Lo recuerdas? Un maldito día, solamente— masculla— tendrás que ocuparte de organizar la reunión con mis socios y supongo que eso te mantendrá bastante tiempo fuera de la casa, así que deberías estar feliz por eso.

Lo miro sin decir nada. Siento que he perdido una batalla.

Asiento, desganada y con las lágrimas en el fondo de mis ojos. Antes de que él pueda seguir echandome en cara que está cumpliendo su parte del acuerdo que hemos pactado, del algún modo, me meto en el baño. Me quito la ropa, me meto en la ducha y dejo que las lágrimas silenciosas se mezclen con el agua. Ni siquiera estoy segura de por qué lloro. ¿Por mi cumpleaños? ¿Por mi libertad o la falta de ella? ¿Por Zaid?

Cuando salgo, no está en la habitación y puedo respirar con tranquilidad mientras me visto. Luego, bajo a la cocina.

Cocinar siempre me ha distraído y me ha sacado de cualquier problema de la cabeza. Madre Fátima me enseñó eso. Jesús, la extraño. Ella seguramente hubiera impedido que Zaid me llevara con él o al menos, de no haber podido evitarlo, me consolaría y me guiaría un poco en todo esto.

—entonces cierren el maldito acuerdo y dejen de llamar cada cinco minutos— Zaid escupe las palabras al teléfono y está sentado en una de las esquinas de la isla central de la cocina— bien, adiós— paso por su lado, ignorándolo. Rebusco en los estantes mientras él hace otra llamada y cuando la termina, me habla— ¿Qué estás haciendo?

—cocinando.

—Tamara dejó la cena lista— hago un sonido, dando a entender que lo escuché, pero de todos modos, sigo cocinando— ¿Estás sorda?

—dime de qué modo te afecta que cocine— mascullo, girandome para encararlo— ¿Quieres comer lo que cocinó Tamara? Hazlo.

—hablame bien, Siria. No seas irrespetuosa.

Dejo con fuerza el batidor manual y cruzo los brazos.

—bien— tenemos una guerra de ojos, que claramente pierdo— lo siento— mascullo, sin estar realmente arrepentida.

Obediencia |+18| (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora