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No veo a Zaid hasta bien entrada la noche, cuando abandona su oficina y cruza el pasillo hasta la habitación.

—¿Te has tomado la pastilla?—niego, con las piernas abrazadas contra mi pecho sobre la cama —tienes que tomarla.

—no quiero hacerlo—digo mientras lo veo agarrar el frasco del tocador.

—Kaled dijo qie tenias que tomarlas y eso harás.

—solo dame una noche— murmuro, realmente asustada de que él me fuerce a tomarlas— te prometo que dormiré toda la noche.

—no es solo para que duermas, tuviste un ataque de pánico.

No puedo evitar que el enojo se filtre en mi voz.

—eso es porque me ahorcaste.

—¿Quieres culparme de esto? — su calma me aterra. Realmente preferiría que él dejara ver que está enojado. El Zaid frente a mí parece calculador y me asusta.

me ahorcaste — repito.

—lo hice, ¿No es así? — Zaid se acerca, como si fuera un animal acechando a su próxima comida.

Tal vez debería callarme, mantenerme sumisa y bajar mis ojos para no alterarlo más, pero no puedo evitarlo.

—¿Vas a hacerme daño? — cuando su mano toca mi pierna, intento mantener mi respiración tranquila y no tensarme, pero el resultado es un tanto extraño.

—parece que tú quieres que te haga daño, siempre provocando, buscando mi enojo— Zaid se inclina, su cuerpo cubre el mío y él mantiene una sonrisa lobuna en su rostro. Sí, definitivamente él está cazando — ¿Por qué me cabreas, Siria?

—no quiero cabrearte— murmuro, bajando mis ojos, resistiendo el impulso de empujarlo y salir corriendo — pero no me lo pones fácil.

—¿No te lo pongo fácil? — él sonríe, burlón — será mejor que dejes de decir idioteces, te tomes la maldita pastilla y te duermas, Siria, antes de que me arrepienta y te haga daño— él pone una pequeña píldora blanca en mi mano— tómatela.

—no quiero — insisto.

tomala— sus dedos cierran mi mano y yo suelto un suspiro. Llevo la pastilla a mi boca, sin intención de tragarla. Trago saliva, pero mantengo la pastilla debajo de la lengua, mientras el hombre me observa— buena chica.

Siento que mi pulso se acelera, mientras él se aleja un poco, sin dejar de mirarme.

Tardo unos segundos en respirar, por el temor a que él me descubra y saco mis pies de la cama, cuando él está lo bastante lejos como para poder hacerlo.

—necesito ir al baño— murmuro, manteniendo la pastilla debajo de mi lengua. Zaid me ignora y el triunfo quema un poco en mi pecho cuando logro llegar al baño y cerrar la puerta. Escupo la pastilla y la tiro en el váter. Me lavo los dientes, me mojo un poco el rostro, atenta a que Zaid no intente hacer nada y dejo que el agua del váter se lleve la pastilla. No sé cuánto tiempo se supone que tarda en hacer efecto la pastilla, así que tendré que mantener la calma, fingiendo que está haciendo algún efecto en mí.

Cuando abro la puerta, Zaid está ya metido dentro de la cama y yo suspiro, intentando relajarme.

Camino y bordeo el mueble, con intención de meterme en ella y esperar a que él se relaje, se duerma y yo pueda irme. No pienso estar aquí más tiempo.

Zaid apaga la luz del velador y la habitación queda sumida en la oscuridad absoluta. Contengo la respiración cuando el hombre pone su mano sobre mi brazo y me acerca a su cuerpo.

Obediencia |+18| (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora