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Me llamo Siria Andrade. Tengo veinte años y nací en Italia. No tengo recuerdos de esa vida, porque me la arrebataron. Un día, alguien entró a la casa en donde vivía con mis padres y me llevó a Turquía, al convento en el que me crié con Madre Pía y Madre Sonia. Ahí, se encargaron de borrar toda mi vida— mi corta vida de cuatro años— para reemplazarla por lo que ellos querían. Me enseñaron otro idioma, modales y me adecuaron a sus propósitos: venderme.

Madre Fátima fue el primer intento de recuperación que hubo. Fue descubierta y asesinada, como mensaje a las Organizaciones de Derechos Humanos y la Interpol. Si enviaban a alguien, acabaría muerto. Pasaron muchos años antes de que pudieran meter a alguien más: Claire. Ella llegó como la hija descarriada de un hombre adinerado, una chica con dinero y un poco de rebeldía, que encajó perfectamente en lo que las madres querían. Claire estuvo tres años comunicando todo a la policía e investigando la red de trata que encubría el convento. Al parecer, yo no era la única.

Leonardo Giasso — Ahmed — no debía toparse conmigo. Su caso era Zaid Kemal, su padre y Akram Kemal, ya muerto. Él debía investigar el tráfico de armas y los arreglos que estaba teniendo la familia de Zaid en la ciudad de Adana, en Turquía. Sin embargo, hubo algunos inconvenientes: Zaid se casó conmigo.

—no esperábamos que los casos se cruzaran, de ningún modo, pero sucedió— Ahmed mantiene un tono de voz pausado y contemplativo mientras habla, sentado a mi lado—yo ya llevaba poco más de un año al lado de Zaid y me había ganado su confianza. Él nunca hablaba delante de nadie y cuando llegó contigo, fue una sorpresa. Nadie esperaba que él decidiera casarse y... cuando le pasé la información a mi superior, los datos se cruzaron y se unificaron los casos— explica— luego de eso, él... tuvo la genial idea de que Anás te secuestrara— él sigue hablando como un tono monótono— yo no estuve de acuerdo con esa jugada porque, aunque Anás tenía un arreglo con la interpol para darnos toda la información que tuviera a cambio de una reducción de condena... En fín, mi jefe pensó que si lograbamos que tú consiguieras la información, todo terminaría más rápido— sigue— Zaid parecía bastante... enganchado contigo. Nos sorprendió que no cedieras que no... te dejaras amedrentar por el miedo y te mantuvieras firme— sigue— cuando el padre de Zaid te atacó... Zaid y yo estábamos ahí, pero él no dejó que intervinieramos— lo escucho suspirar— de hecho, cuando su padre empezó a decir que él y Anás trabajaban juntos, yo... me relajé, porque eso haría que Zaid se relajara, atacara a su padre y pensara que no había más amenazas, pero...— Ahmed me mira— nadie pensó que dejaría que tú cargaras con esa responsabilidad.

» Llamé a mi supervisor, le dije todo lo que estaba pasando, como te había afectado... todo y él dijo que debíamos esperar. Empecé a hacer planes por mi cuenta para sacarte de ahí, porque realmente temía que todo eso acabara contigo, pero Zaid decidió que debíamos ir a la isla. Todo se detuvo ahí. Cuando regresamos a la ciudad, intenté nuevamente sacarte de ahí, pero mi jefe ordenó que debíamos detenernos, porque levantaríamos sospecha así que... Claire intervino. No queríamos que Zaid se las tomara contigo así que... Israel, mi jefe, pensó que tal vez ella podría apaciguarte de escapar o hacer alguna cosa como esa y así mantener la situación bajo control, pero... ir al convento te alteró. Claire dijo algo sobre un archivo y supusimos que alguna parte de tí reconocía que las cosas estaban mal, que había huecos en tu vida que no entendías y... esa noche, Zaid me envió a buscar información junto con Samed. Fuimos, aunque yo sabía que no hallaríamos nada porque... Siria Adaís no existe. Cuando regresamos, Tamara dijo que él estaba enfadado y que había empezado a beber. Me mantuve alerta, pero Jamil me llamó para cubrir la guardia del frente y... no escuché nada, no supe lo que había pasado hasta la mañana siguiente cuando Zaid me llamó y dijo que no te sentías bien. No había que ser un genio para saber qué pasó y... de nuevo, hablé con mis superiores, yo... no podía hacer nada sin su apoyo porque... ambos acabaríamos muertos pero... intentaste escapar y... él te mataría si no te sacaba de ahí.«

Obediencia |+18| (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora