Por la mañana

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Nos despertamos; él con el pelo revuelto, la cara completamente descansada y una barba áspera en la mandíbula. Me observa y yo me ruborizo por lo bien que he dormido. Me siento flojo y relajado.

—Hola.

Me acaricia. Me aproximo a él y acerco la cabeza a su mano. Es un gesto muy tierno y me preocupa que empiece a anhelar este tipo de cosas.

Su camisa todavía me abraza el cuerpo, la sensación de la tela frotándome la piel, la misma tela que toca su torso desnudo, me calienta hasta las puntas de los pies. Me supone un gran esfuerzo controlar mis reacciones. Estoy en la cama con él, el pelo revuelto, estamos medio vestidos, y los dos nos miramos de la misma manera: de forma agitada y voraz. Ha desaparecido todo atisbo de hielo de su mirada, reemplazado por un calor termal que deja mi interior hecho un mar de lava.

—Voy a preparar el desayuno —murmuro.

Me dirijo a la cocina con la camisa puesta y, tras investigar un poco, consigo hacer funcionar la elegante cafetera. Luego preparo unas tostadas.

Sale completamente vestido con los pantalones y una camisa blanca y cuelga la chaqueta en el respaldo de la silla. Se ha duchado y el pelo le brilla; lo tiene mojado, oscuro y peinado hacia atrás. Sus rasgos son duros y están bronceados.

Hay intimidad entre nosotros mientras me acomodo en la silla y desayuno. Kim se sienta y lee las noticias en el iPad. No quiero quitarme la camisa. Echo de menos tenerla en el armario. No me había dado cuenta de cuánto la quiero.

—¿Te importa si me llevo la camisa? La lavaré en seco y te la devolveré...

—No me la devuelvas. —Coloca el iPad a un lado. Se inclina hacia delante de modo que la camisa le abraza todos los músculos como deseo hacerlo yo. Kim extiende una gran mano sobre mi mejilla mientras me acomoda el pelo y me besa con ternura y delicadeza—. Hoseok.

Eso es lo único que dice. Pronuncia esa última palabra con un tono de frustración, excitación, molestia y confusión, casi con dolor. Antes de alcanzarlo para besarlo, Taehyung me agarra la cara con sus grandes manos y me mira con esos ojos verde hielo que me llegan al alma.

—No soy el chico al que se acude en busca de consuelo, Hoseok. Pero me gusta que lo hicieras.

Me doy cuenta de que parece más salvaje esta mañana, al límite; no tiene los ojos entrecerrados, ni helados como de costumbre. Es... como si estuviera ardiendo en su interior. Me trago la mermelada de fresa, me lamo la comisura del labio y, al fin, me doy cuenta de cuánto debió de haberle puesto a prueba lo de anoche.

—No has dormido, ¿no? —susurro.

Me acerca a él. Noto su cálido aliento en el dorso de la oreja mientras me lleva hasta su regazo. Es una sensación tan agradable..., pero al mismo tiempo no puedo dejar de temblar.

—Nadie se ha metido en mi cama desde hace tiempo. Es difícil que alguien consiga que me comprometa. Tú lo has conseguido. —No puedo evitar notar lo pesados que parecen haberse vuelto los ojos. Me lamo los labios de forma ansiosa.

Dirige la atención al lugar donde mi pecho presiona el suyo y mi cuerpo se concentra en la increíble sensación del contacto y en lo hipersensibles que tengo los pezones.

—Kim... —me detengo.

Me coloca las manos en la nuca, luego me silencia con un beso en los labios y el envite de su lengua.

—Estoy obsesionado contigo —dice.

Sabe a pasta de dientes y a café mientras me abre los labios con una de sus manos plantada en mi nuca. Parece que mis manos han huido de mí y, antes de darme cuenta, le acarician el cabello.

—Kim —gimo al mismo tiempo que pego más el pecho contra él.

Gruñe, tira de mí y me coloca a horcajadas sobre él, con las manos en mi culo.

Soy consciente de la fricción embriagadora de nuestra ropa mientras dejo que me coloque para que estemos en la posición correcta; si no nos separara la ropa, lo tendría en mi interior.

Me besa así un buen rato. Me inunda una desgarradora necesidad, una especie de anhelo que no he conocido hasta ahora. Me abre la boca con los labios y me saborea. Su lengua es implacable, empuja a la mía de forma famélica una y otra vez. La humedad cálida y seductora del beso me hace temblar más, cada caricia me empuja más hacia un torbellino que gira y se centra por completo en él, Kim Taehyung, el único que me acelera el corazón, que hace que mi vida gire cada vez más rápido, que hace que, ahora, lo primero que piense cuando me despierto sea qué estará haciendo, con quién estará, qué le gusta, quién es...

No rompe el beso mientras me sostiene en su regazo; mantiene su codiciosa boca pegada a la mía.

Me coloco encima de él a horcajadas, acomodándome, con la intención de sentir lo más cerca posible la dureza más grande y deliciosa que he experimentado en toda mi vida. La tiene tan enorme y gruesa que casi doy un brinco de la impresión, pero, en vez de eso, me restriego contra él, cargado de deseo y necesidad. Un gruñido anhelante retumba desde su pecho cuando me baja por las caderas, me mueve con más fuerza contra su duro regazo y respira con agitación e irregularidad junto a mi oído.

—Vuelve esta noche. Mandaré a alguien a recogerte después del trabajo. Podemos pillar algo de cenar...

—¡No! Nada de cena.

—¿Por qué no?

Porque no puedo soportar estar disponible como uno de tus chicos. Apoyo las manos en la mejilla recién afeitada y el duro hueso de la mandíbula y le susurro al oído en un tono muy sensual:

—Porque ya sabes lo que quiero. —Siento un espasmo en mi miembro. Me mira. Me está acariciando. Huele bien, sabe bien—. Porque te deseo.

Sinfulness (V-Hope)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora