Lunes

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Hay un Rolls-Royce negro y brillante aparcado en mitad de la entrada de T4 y el sol se le refleja en el techo. Cuando me bajo del taxi, un conductor con uniforme se me acerca.

—¿Joven Jung?

Asiento con la cabeza sin mediar palabra. Muy formal, me saluda levantando un poquito la gorra y, enseguida, me abre la puerta trasera del coche. Veo a Kim dentro, lanzando una sarta de órdenes impacientes a alguien a través del teléfono. Ups. Creo que hoy no está de buen humor. No está gritando, pero no parece el tipo de hombre que necesite gritar para que le escuchen. Su voz es exactamente como la recordaba, pero hoy sus palabras son más cortantes, entrelazadas con una autoridad absoluta y un acabado de acero. Respiro hondo cuando me doy cuenta de que se supone que debo subirme en el coche con él. Jo, hombre.

Ignorando que, de repente, me tiemblan las rodillas, me deslizo en el interior. En cuanto el conductor cierra la puerta, el coche parece encogerse por completo. Kim parece ocuparlo todo con ese cuerpo suyo nada sutil despatarrado en el asiento que hay frente a mí. Lleva una camisa de botones blanca medio desabrochada que deja a la vista una suave extensión de pecho. La chaqueta está colocada a un lado, junto a unas cuantas carpetas y un iPad.

—No pongas excusas ni hables de ello. Hazlo—gruñe con impaciencia. Cuelga y, acto seguido, parece que atiende otra llamada—. Im, dime.

Me mira pensativo mientras se pasa la mano por la mandíbula y escucha al otro hombre. Me acomodo para el viaje cuando el coche se incorpora al tráfico. Tratando de no hacer ruido ni distraerlo, saco el teléfono y me mando un correo electrónico con algunas notas mientras él habla. ¿Negocios? ¿Compra o venta? Nombres (¿nombres o apellidos?)

Durante todo este tiempo lo observo con los ojos entrecerrados, intentando que no me sorprenda mirándolo. Aunque, curiosamente, a veces, cuando se queda en silencio y escucha a la persona al otro lado de la línea, recorre toda la longitud de mi asiento con la mirada y... la fija en mí como si fuera pegamento.

Enseguida bajo la vista al teléfono; de pronto, estoy excitado. Este hombre es muy intenso. Tiene un toque de arrogancia enloquecedora que siempre lo acompaña en todo lo que hace.

Se ha acostado con legiones de mujeres y hombres, ya he visto que es un desafío y un premio. Pero en todas estas noches de investigación, no he encontrado nada sobre ninguna aventura con algún empleado de T4. ¿Kim no mezcla el trabajo con el placer?, escribí anoche.

Ahora, sentado en la parte trasera de un Rolls-Royce negro, me doy cuenta de que este hombre parece no mezclar nada con el trabajo. Está sentado delante de mí y tengo una vista perfecta de su rostro mientras se dedica a sus cosas. La verdad es que es muy guapo, hasta cuando frunce el ceño, y parece que ahora mismo tiene el ceño fruncido mientras...

Eh, me observa.

—En los negocios, no no es una respuesta —dice con una voz baja y profunda al teléfono—. No solo es una invitación para negociar.

Miro por la ventana y sonrío ante la frustración que noto en su voz mientras le dice algo entre dientes a su empleado.

No ha parado ni un segundo para que le haga una sola pregunta, pero no me quejo. Estoy en primera fila, en horario de máxima audiencia, viendo el laberinto de su mente y el intenso impacto de su personalidad.

Creía que yo era adicto al trabajo, pero es imposible describir las cosas de las que Kim se está encargando mientras hace algo tan pasivo como estar sentado en el asiento trasero de un coche. Pasivo; no creo que esa palabra esté en el diccionario de este hombre. El tío consigue que se hagan cosas, así que voy a seguir su ejemplo y a usar el mismo ímpetu para obtener mi artículo.

Sinfulness (V-Hope)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora