Capítulo 5.- De calma antes de la tormenta

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Los tres días después del encuentro con los cazadores habían sido muy tranquilos. Lo cual, no contribuyó a relajarme. Esperaba que los cazadores se pasasen por allí a buscar al guepardo, estábamos muy cerca de la ciudad y parecía un paso lógico, pero no aparecieron. Mandé a Sirhan a seguirlos, para descubrir sus siguientes pasos, pero llevaba dos días sin volver y no tenía noticias suyas.

Y, para colmo, durante la incómoda cena de ese día, de la que Keita no me había dejado escaquearme, Hugh Campbell parecía haber decidido tocarme la moral. Les quedaba solo un día y dos noches allí, traté de centrarme en eso. Me libraría de los ricos en unas treintaiséis horas y eso era algo para celebrar. Pero no pude apartar la mirada de Amy en toda la cena, al menos hasta que Hugh abrió la boca.

―¿Aprovecharemos el último día para cazar? ―preguntó a Keita, que me lanzó una mirada de advertencia.

Yo estaba a punto de sugerirle una forma de caza más entretenida, en la que le soltásemos a él con unas plumas en la cabeza y los demás nos divirtiéramos practicando el tiro al blanco, cuando Amy se me adelantó.

―Hemos venido a ayudar a los animales, no a matarlos ―le dijo, con la nariz arrugada y cierto tono de asco.

―Bueno, ya..., pero, yo pensé... ―respondió incómodo él―. Vaya, Amanda, ni que nunca hubieras cazado...

―No por voluntad propia ―resopló ella―. Pero si quieres cazar aquí, será por encima de mi cadáver ―aseguró.

Yo solo pude mirarla impresionado, quizá incluso estaba babeando un poco. ¿Cómo podía ser tan contundente, tan segura de sí y, a la vez, dejar que ese hombre decidiese por ella en otras circunstancias, permitir que la levantase del suelo a la fuerza o la gritase delante de todos? ¿Cómo alguien como ella, llena de fuego, podía casarse con un ser sin sustancia como Hugh Campbell? Casi parecía una broma cruel. Claro que, por otro lado, era lo que yo quería para mí, una mujer tranquila que no me diese dolores de cabeza... ¿No? Quizá Amy quería un marido sin voluntad, para no tener que lidiar contra él, el resto de su vida. O, quizá, le quisiera por su dinero.

―¡Jace! ―Hasan entró corriendo―. ¡Diva ya está de parto!

Agradecí mucho la interrupción del niño en aquella cena tan incómoda, la verdad. Me disculpé de Keita con un gesto y salí de allí casi corriendo.

―Gracias, Hasan, ya puedes irte a dormir. ―Le di unas monedas y le pasé la mano por el pelo como despedida.

Había tenido que pagar al niño para vigilar al animal, porque Sirhan no estaba por allí para ocuparse de ese trabajo. Sin embargo, antes de llegar hasta la mitad del camino, oí pasos tras de mí. Estaba a punto de regañar a Hasan, girándome con mala cara para asustarle, pero a la que vi siguiéndome fue a Amy.

―¿Quién es Diva? ―me preguntó curiosa, mordiéndose el labio con cierta emoción.

―Un primate. ―No di más detalles, y apuré el paso para llegar a la «jaula» de Diva.

Estaba en la parte de atrás de la reserva, y era un espacio enorme, recreando una zona arbolada.

Crucé la puerta y Diva saltó del árbol, dónde estaba subida, a mis brazos enseguida. Yo me senté en el suelo y dejé que ella se acomodase entre mis piernas. Me di cuenta de que Hasan se había adelantado un poco, pero Diva parecía contenta de tener compañía y yo me alegraba de haber salido de esa cena.

Amy entró a la jaula y cerró la puerta tras de sí. La mona alzó la cabeza hacia ella y se puso un poco nerviosa. Saltó sobre mi hombro, para poner más distancia entre ellas y poder subir a un árbol con más facilidad.

Las consecuencias de tus mentiras -PSM 3- *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora