Pensé que cruzar el puente sería la primera prueba imposible. No podía desviarme para buscar un punto con el que poder cruzar con el jeep, así que tendría que pasar entre los guerrilleros. Paré a unos kilómetros de ellos para dormir un par de horas, mientras me planteaba como avanzar.
Y la respuesta llegó con el barrito de un elefante. Me había dormido en la parte de atrás del jeep, y al abrir los ojos vi un elefante más cerca de lo que me habría gustado. No me miraba a mí, estaba zampando, arañando un árbol.
Pasé al asiento de delante, mientras comprobaba que ante el jeep pastaba una docena más de elefantes. Pensé en salir despacio, o esperar a que se fueran, pero se me ocurrió una idea peor. Seguramente la peor que había tenido en mi vida.
Arranqué el jeep y me gané un par de miradas suspicaces, sin embargo, no me moví y ellos tampoco. Esperé hasta que se movieron un poco, avanzando hacia el río, buscando el agua, y entonces saqué la pistola y apunté al cielo antes de disparar dos veces.
Aceleré entonces, para «empujar» a los elefantes en el camino correcto, aunque me aseguré de quedarme lejos de sus patas para que no me aplastasen. Los guerrilleros dispararon un par de veces, pero acabaron saltando a un lado para que los elefantes cruzasen sin llevárselos por delante. Yo crucé justo detrás, ligeramente agachado para evitar las balas.
La segunda prueba imposible era entrar en la casa. No paré hasta encontrar la casa del alemán. No me costó dar con él, en realidad. Había huido de Tafari muy cerca del lugar en cuestión. Solo tuve que avanzar un día entero más por mismo camino.
Era una casa grande, rodeada por un muro mucho más grande, y un montón de árboles.
Aparqué lejos y subí a un árbol alto y tupido. Aguanté noche y día, encaramado en mi escondite, hasta que me dolió todo el cuerpo, para vigilar los cambios de guardia y el movimiento, pero no vi ningún puto punto débil en el lugar. Parecían un miniejército, tal vez no por la cantidad, sino por la organización y el armamento. Conté rostros y estuve seguro de que había más de diez mercenarios diferentes, quizá quince.
Y, como si el destino quisiera darme una oportunidad, como la de los elefantes, un camión pasó justo delante de mí y paró en la puerta del alemán. Oí órdenes de los vigilantes y no dudé ni un instante antes de saltar del árbol y correr hasta el camión, inclinado para que no me viesen, mientras abrían la puerta de la muralla.
Era un camión grande, con una puerta doble atrás. Me pregunté si serían suministros, mientras abría y saltaba dentro. Cerré tras de mí, sin planteármelo mucho. El olor me dio una pista de que no era comida, y cuando mi vista se acostumbró, vi la jaula delante de mí, con un rinoceronte dentro.
Y tuve mi segunda peor idea... Bueno, quizá era la tercera teniendo en cuenta el viaje suicida en el que me había embarcado para no ver a Amy, para no reconocer lo colado que estaba por ella. Rompí el candado con el mango del machete, pero mantuve la puerta sujeta en su sitio. El rinoceronte parecía confuso y asustado y no hizo intento de salir por su cuenta.
Al menos hasta que pararon el camión y alguien abrió las puertas dobles. Yo tiré de la de la jaula a la vez y me quedé en el hueco entre esta y la pared del camión. El rinoceronte saltó fuera y oí los gritos.
Empujé la puerta de la jaula para poder asomarme. Los vigilantes corrían de un lado a otro, tratando de disparar al animal, que daba cabezazos a todo lo que había en su camino. Pude ver el lugar entonces, y resultó ser una especie de zoo, con animales hacinados en espacios muy pequeños. Un grupo de babuinos salió de una de las jaulas, al hacerla trizas el rinoceronte, y se lanzaron a por los hombres que disparaban.
Salté del camión y corrí inclinado entre las jaulas, evitando a los animales y a la gente, pero no vi a mi guepardo en ninguna de ellas. Solo esperaba que siguiera vivo. Quizá ese cerdo lo tenía cerca de él. Tuve que patear la puerta del edificio principal para abrirla, pero enseguida estuve dentro de la casa del alemán.
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Las consecuencias de tus mentiras -PSM 3- *COMPLETA* ☑️
RomansaTodo lo que Jason ha querido siempre es cuidar de animales salvajes. Por eso cuando acabó la cerrera de veterinario silvestre cogió una mochila, llena de esperanzas e ilusiones, y se fue a África sin planes, pero con muchas ganas. Porque lo único qu...