Capítulo 30.- De hoteles encantadores

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Me desperté con un dolor de cabeza horrible y un palpitar de sienes que no había sentido jamás. Abrí los ojos, pero la luz me molestó tanto que tuve que cerrarlos de nuevo y tirar de la manta para cubrirme la cabeza. Estaba desnuda, desnuda del todo debajo de la manta blanca.

Asomé la cabeza poco a poco, para acostumbrarme a la luz. Las cortinas estaban un poco abiertas y dejaban pasar toda la claridad del día. Miré alrededor, en busca de Jason. Aquello era una habitación de hotel, pero no recordaba cómo había llegado hasta allí.

Cuando tratamos de despedirnos de Héctor y Javiera la noche anterior, se quejaron porque nos fuésemos «tan temprano» y nos invitaron a otra copa. Y como la educación no me permitía rechazar la invitación sin más, tuvimos que quedarnos un rato más. Y aquello era prácticamente lo último que recordaba.

Jason no estaba en la cama, ni en la habitación, para el caso. Era un sitio grande, mucho más que la habitación que Abril nos había prestado. Salí de la cama envolviéndome una sábana al cuerpo y sujetándome las sienes para que no se me desmontasen... El dolor era horrible.

Abrí la primera puerta que había junto a la cama, para encontrarme un baño casi más grande que la habitación, con una bañera jacuzzi que me hizo abrir mucho los ojos. Tuve que resistir la tentación de sumergirme en agua caliente, para ir a buscar a Jason de nuevo.

Había una puerta doble al otro lado de la habitación, así que la crucé rascándome la cabeza. Me encontré en un salón con muebles bonitos, pero totalmente impersonal. Y sin Jason en él. Allí solo había una puerta más que, por la pinta, diría que era la que daba al pasillo del hotel.

Por un segundo temí que me hubiera abandonado, pero luego vi su chaqueta de traje tirada en el sofá y deduje que habría salido a por algo. Supuse que, si no estaba, no tenía sentido que me resistiese al jacuzzi, así que dejé caer la sábana en la cama y fui desnuda al baño. Dejé las puertas abiertas, para oírle cuando volviese.

Llené la enorme bañera y eché una bomba de burbujas. Mientras se deshacía, aproveché para lavarme los dientes, porque la boca me sabía falta. Luego, cuando me sentí un poco mejor, me sumergí en el agua caliente. Sentí el alivio casi inmediato. No estaba segura de qué había pasado la noche anterior, pero seguro que el alcohol tenía mucho que ver.

Jason entró cuando estaba quedándome dormida en la bañera. El dolor de cabeza pareció aumentar con el ruido de sus pasos. Me pareció que dudaba un poco en la puerta, pero al final entró. Llevaba una bandeja entre sus manos, con el desayuno, o la comida, no sabía qué hora era.

―Hola ―saludé, sintiendo que me sonrojaba, y asegurándome de que el jabón me cubría todas las partes privadas.

―Hola, Amy ―se rio un poco.

―¿Qué pasó anoche?

Me pareció que volvía a dudar, pero al final salió del baño. Pensé que se había mosqueado por no recordar lo que había pasado entre nosotros, pero volvió un minuto después, con una mesa de café cuadrada del salón. La dejó delante de la bañera y luego volvió con la bandeja, que puso encima. Yo me quité el jabón de una mano para atrapar un trozo de bacón. Me moría de hambre.

Jason sirvió un par de cafés, con dos jarras y luego se quitó los zapatos y la camisa y los tiró hacia la habitación. Le miré sin entender de qué iba aquello. Apenas había pronunciado palabra y se estaba desnudando. ¿Significaba eso que nos habíamos acostado? Yo aparté la vista cuando se quitó los pantalones y la ropa interior. Y no volví a mirar hasta que oí el chapoteo del agua.

Estaba segura de que había movido las burbujas y se me vio todo, pero, por otro lado, ¿qué más daba? Estaba claro que ya me había visto por la noche. Aun así, encogí las rodillas contra el pecho para taparme un poco.

Las consecuencias de tus mentiras -PSM 3- *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora