Capítulo 10.- De huidas salvajes

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Tras la cena a base de carne los cazadores parecían de muy buen humor. Supuse que no tenían motivos para no estarlo. Habían cruzado el puente, que era la parte más difícil del camino, tenían a dos blancos de la realeza que les iban a reportar riquezas y un montón de comida para cebarse.

Yo fingí participar de su entusiasmo, pero fui consciente de la mirada de odio de Amy sobre mí todo el tiempo. Y por la noche me esforcé mucho por mantenerme despierto. La falta de sueño empezaba a provocarme efectos secundarios. Si no descansaba pronto, acabaría dándome algo.

Esperé hasta que el guardia se alejó a mear, o lo que fuese y me metí debajo del coche jaula. Di gracias en silencio a mi tío Charly por haberse empeñado en que aprendiese todo sobre los coches. A los catorce me ofreció ir de «excursión», sin dar muchos detalles a mi madre, que no parecía muy contenta con la obsesión de mi tío por los vehículos. Nos pasamos el fin de semana en su taller, me enseñó a conducir y todo lo que yo sé sobre estos, incluso a puentearlo y abrirlo sin las llaves. Era un recuerdo muy feliz de mi infancia, aunque pareciese raro.

Saqué la bujía que daba la chispa necesaria para arrancar al Jeep y me aseguré de dejarla inservible antes de volverla a poner. No podía arriesgarme a que notasen que faltaba una pieza, pero no sospecharían porque estuviese rota, o eso esperaba. Rodé de vuelta a mi sitio en el campamento, cerca del fuego. Y decidí que podía dormir unas pocas horas.

El día siguiente amaneció lluvioso de nuevo y el ánimo decayó bastante. Y cuando no lograron arrancar el Jeep jaula, temí que Tafari fuera a volcar su ira contra mí. Gritó, o ladró, órdenes a sus hombres. Pasó a Amy a uno de los dos Jeeps que quedaban en funcionamiento y a Hugh al otro, atados de tal forma que no pudieran levantarse del suelo de la parte de atrás del vehículo.

Luego disparó a los tres aldeanos que quedaban dentro de la jaula. Yo aparté la mirada sin pretenderlo. Tampoco esperaba aquello, pensé que... No, realmente no había querido pensar lo que les pasaría, porque me temía algo así. Tafari ordenó a uno de sus hombres quedarse allí también, tratando de arrancar el coche, para que nos siguiera cuando lo consiguiese. Pero como no llegase Correos allí, iba listo para encontrar la pieza.

Sin embargo, el número de enemigos a los que «vencer» iba reduciéndose considerablemente. A Tafari solo le quedaban tres cazadores con él. El jefe se montó en el Jeep que iba Amy, y a mí me hicieron ir en la parte de atrás con Hugh. Por suerte, yo iba desatado.

El hombre iba acojonado, podía verlo en sus ojos, que buscaban frenéticos una salida que no existía, moviéndose de un lado a otro. Me hubiera gustado consolarle, pero él tampoco estaba en mis planes de huida. No podía llevarme los dos coches, ni cambiarle de vehículo. Si Tafari no los ponía juntos para dormir, Hugh se quedaba atrás.

Esta vez no paramos para comer y me preocupó mucho que estuviéramos demasiado cerca y no acampasen aquella noche, porque tiraría por tierra todos mis planes. Tafari no dio el alto al anochecer y a mí se me hizo un nudo en la garganta.

Me di cuenta de que apenas estaba respirando cuando vi su coche detenerse. El nuestro paró detrás. Tuve que contenerme mucho para no suspirar aliviado. Supe que tendríamos que largarnos esa noche. Debíamos estar muy cerca ya.

―Haremos guardias largas ―indicó Tafari a sus hombres―. Saldremos al amanecer. Comed y mead ahora, porque ya no pararemos hasta llegar.

―Puedo hacer la primera guardia, si quieres ―me ofrecí a Tafari―. No he conducido, estoy despejado.

―Claro.

Parecía tener pocas ganas de discutir conmigo. Repartió unas barritas entre sus hombres y me dio una a mí, antes de sentarse en el suelo mojado. Yo comí en silencio. Me planteé preguntarle si no iba a dar de comer a los rehenes, pero no parecía de humor y suficiente tenía con que me hubiese dejado hacer guardia.

Las consecuencias de tus mentiras -PSM 3- *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora