Caminamos de vuelta a la aldea con los cazadores pinchándonos en la espalda con los rifles. Tuve que controlarme muchísimo para no girarme a dar un puñetazo a uno de esos cazadores y hacer que se comiera el puto rifle. Sin embargo, cuando llegamos a la entrada de la aldea, se me fue todo el ánimo de pelea.
Había varios Jeeps aparcados allí, uno de ellos tenía una jaula y había un grupo de aldeanos encerrados dentro, además de Amy y su futuro marido. Y yo sabía muy bien lo que los cazadores pretendían hacer con esa gente.
―Tafari, este dice que sabe algo del animal ―le dijo el cazador, empujándome de nuevo con el rifle, hacia su jefe de dos metros.
―¿Qué sabes? ―me preguntó.
―Muchas cosas. ―Le dirigí una sonrisa que no sentí ni un poco―. Lo tengo yo. Pero voy a ahorrarte horas de torturas y el tener que deshacerte de otro cadáver. No está aquí, no sé dónde está exactamente. Me lo traerán si hago una llamada, pero tenemos una clave que no rebelaré para que solo lo haga si estoy a salvo. En caso de que sospechen que estoy en peligro, lo matarán y lo trocearán.
―¿Y qué quieres por él? ―preguntó Tafari con desinterés muy bien fingido.
―El cincuenta por ciento del valor del animal, inmunidad para mí y para mi amiga, y tratar personalmente la venta de esos dos millonarios. ―Señalé a la jaula―. Los ingleses mandarán un ejército a por nosotros si no lo hacemos bien. Yo sabré cómo tratar con ellos.
―¿De qué millonarios hablas? ―Miró hacia los rehenes sin entender nada.
―Pues los blancos. ¿Quién si no?
―Trae a los blancos ―ordenó a uno de sus hombres.
Yo me aparté de ellos para sentarme en la parte trasera de un Jeep que estaba abierto. Estaba harto de tener un rifle apoyado en mi espalda. Habían saqueado la cocina y tenían sacos de comida por allí. Cogí una manzana que asomaba de uno de los sacos abiertos y la limpié en mi sudadera con calma.
Un par de cazadores arrastraron a Amy y Hugh hasta los pies de Tafari. Amy me lanzó una mirada asesina y yo me limité a darle un mordisco a la manzana.
―¿Sois millonarios? ―les preguntó.
―Sí, sí, tenemos dinero, te daremos lo que quieras ―aseguró Hugh.
―¿Cuánto podéis conseguir?
―Aquí nada, pero su familia pagará mucho ―corté la réplica de Amy.
―¿Y cómo sé que eso es verdad? ―cuestionó Tafari.
―Mi mujer está emparentada con la familia real inglesa. Es Amanda Walsh ―explicó Hugh muy rápido―. Tengo documentos que lo demuestran.
―Cállate ―ordenó Amy―. ¿Acaso crees que después de sacar el dinero te dejarán volver a casa?
Tafari le pidió esos documentos, pero apenas logré escucharle. ¿Había dicho familia real? Clavé la vista en Amy, pero ella estaba mirándome como si fuera yo el que les apuntaba con mi arma. Parecía que me culpaba directamente de lo que le estaba pasando.
Y, quizá, todo aquello sí que era culpa mía, por haber cogido a la guepardo. Si la hubiese dejado con los cazadores, la reserva y la aldea seguirían en pie. Y, pese a saberlo, no lograba arrepentirme del todo. Si volviera a estar en aquella colina, volvería a llevarme al animal.
―Vaya, vaya ―dijo Tafari. Volví a mirarle, para ver que estaba revisando unos papeles―. Los llevaremos con el jefe. Él podrá tratar con los ingleses.
―¿Y qué hacemos con ese? ―Uno de ellos me señaló.
―Si me das al guepardo ahora, te dejaré un Jeep y unas manzanas ―negoció el enorme jefe.
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Las consecuencias de tus mentiras -PSM 3- *COMPLETA* ☑️
RomanceTodo lo que Jason ha querido siempre es cuidar de animales salvajes. Por eso cuando acabó la cerrera de veterinario silvestre cogió una mochila, llena de esperanzas e ilusiones, y se fue a África sin planes, pero con muchas ganas. Porque lo único qu...