Desde aquella mañana todo había estado bien, excepto por Regulus y Los Merodeadores.
Cuando despertó, se vistió inmediatamente para tener algo de tiempo libre antes de clase, pero contrario a lo que hubiera deseado encontró a Regulus muy molesto y (según él) sin razón aparente.
Decidió ignorar el humor de perros que tenía el Black y bajó a desayunar. Como siempre la mesa de Ravenclaw estaba a reventar mientras que en las otras apenas y había un alma. Él no entendía del todo por qué los de Ravenclaw se levantaban tan tan temprano en la mañana.
Sin embargo algo que llamó su atención fue que vio a Sirius sentado en la mesa de Gryffidor, estaba solo y anotaba algo en una libreta pequeña. Con cautela se intentó acercar a él, con la capa de viaje en su mano caminó lentamente y cuando estuvo lo suficientemente cerca, Sirius se levantó bruscamente y salió corriendo del comedor.
— ¿Que le pasa a ese Griffindork? — Severus vió incrédulo como la espalda de Sirius desapareció cuando después de salir del comedor volteó a otro pasillo.
— No lo sé, pero se nota que no ha comido nada — Una voz suave a sus espaldas le hizo dar un respingo y saltó en su sitio dando la vuelta rápidamente. Observó como unos adormilados ojos color miel le examinaban — Lo siento, no era mi intención asustarte. — Remus había oído con claridad cómo habían llamado a su mejor amigo pero fingió darse por sordo a involucrarse.
El de ojos miel ocupó su habitual asiento en la mesa de los leones mientras observaba con pena el plato que Sirius había dejado en la mesa.
— Me levanté temprano con intención de pillarle desprevenido pero parece que él ya lo sospechaba. — La voz de Remus sonaba apagada en comparación de su habitual casi alegría. Sin embargo Severus se había congelado, por su mente pasaron los recuerdos de la última broma que le habían hecho Los Merodeadores y por la cual casi perdía la vida, no podía creer que el hombre frente a él le hablase con tanta naturalidad después de aquello. No era que fuera cobarde o que sintiera miedo hasta por las más pequeñas cosas, pero siendo realistas, ¡Su alma casi abandonó su cuerpo ese día! No podía simplemente fingir que todo estaba bien. Ver a Remus evocaba los recuerdos de esa noche y lo aterraba. Sin decir nada Severus se alejó de allí y se sentó en la mesa de su casa para comer su desayuno.
Al poco rato aparecieron Lucius y Regulus, quien parecía más calmado,
— ¿Por qué esa “cosa” te mira tanto? — La voz despectiva que había utilizado Lucius le hizo levantar la cabeza para ver si le hablaban a él.
— ¿Cosa? — Dijo para mirar a donde el rubio posaba la mirada, encontro a un Remus mirándolo y parecía tan triste ¿Será que aún le pesaba el incidente de aquél día?... Pero apenas notó que el pocionista le devolvía la mirada, él la bajó tan rápido y el movimiento brusco que hizo con su mano movió una cuchara de avena que le dió en la frente.
Tanto Lucius como Severus tuvieron que reprimir una carcajada, la cara del castaño les daba algo de ternura también, pues parecía que este pronto se pondría a llorar. Sin embargo en la otra mesa James y Peter se desternillaban en una risa silenciosa, golpeando sus manos en la mesa o sus rodillas.
La cara llorosa de Remus cambió de pronto, su mirada se elevó y observó a la persona que se estaba de pie detrás del asiento contiguo. Camisa blanca, cabello despeinado, los ojos grises que casi siempre eran risueños, juguetones y atrevidos ahora estaban inusualmente congelados a tal punto que parecían quemar a su alrededor. Su túnica negra caía grácilamente sobre sus hombros, su camisa desabrochada en la parte superior y la corbata ligeramente desajustada, todo alrededor de él de alguna manera resaltaba. Su repentina aparición silenciosa y nada comparada con la habitual les impresionó. Sirius tomó asiento y con un pañuelo limpió la frente y mejillas de Remus.
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La libreta de un merodeador
FanfictionCaminando por los pasillos Severus se encuentra una libreta y aunque esta no tiene el nombre del dueño, él decide recogerla.