Llegada

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El día transcurría de forma usual en en la vida de Anthony J. Crowley, o simplemente Crowley para los amigos. Como siempre se encontraba regando los setos de su jardín en el atardecer de forma tranquila.

-Como no estén perfectas para mañana, las arranco de raíz y usaré sus restos como composta.- Amenazo en voz baja pero dura. Antes solía gritarles como si de un militar se tratara, pero luego de que varios vecinos se quejaran, opto por unas amenazas menos escandalosas, aunque a el le importaban tres rebanadas de pepino lo que pensaran de el, era molesto cuando llegaban a su propiedad a reclamar algo de silencio.

Menos mal que la casa contigua a la suya estaba vacía, hacía seis meses que nadie la había habitado y en si, eso le gustaba, un vecino menos de que preocuparse cuando gritaba a sus plantas, o cuando ponía a Queen a todo volumen, casi igualando a un concierto en vivo.

Mientras regaba las plantas con actitud despreocupada cuando de repente un camión de mudanza arribaba en la casa contigua.

"Genial, adiós a la tranquilidad." Renegó en su mente al ver que la casa de al lado por fin sería ocupada, solo esperaba que no fuera algún viejo cascarrabias o una señora solterona amante de los gatos y enemiga de la música.

Los encargados del camión comenzaron a bajar las cajas con las pertenencias que aquella persona, pudo leer que en varias cajas medianas estaba escrito con rotulador; "Libros". Parece ser que el nuevo inquilino gustaba de leer, tenía mas cajas con libros que de pertenecías personales.

"O es un profesor o una vieja bibliotecaria solterona" Pensó con sarcasmo y algo de pesar, pues si era algún amante de los libros, sería amante del silencio y sería problemático si pusiera sus canciones de Queen a todo volumen.

Para su sorpresa, unos segundos más tarde, llego un taxi, dejando a un sujeto de apariencia ligeramente robusta, bajito, cabello y piel blancas y con una gran sonrisa de emoción al ver aquel vecindario. Sus ojos irradiaban una peculiar inocencia, como si esperara que en el vecindario la gente se pusiera a regalar dulces y pasteles a diario. Personalmente a Crowley le disgustaba la gente inocente, puesto que lloraban por tonterías cuando se daban cuenta de lo injusta que era la vida, pero este sujeto en particular, no le causo desagrado, al contrario, fue mas una curiosidad.

El tipo agradeció de forma amigable al taxista, provocando que el señor con cara de malhumorado le devolviera la sonrisa. A su vez, saludo y agradeció a los tipos de la mudanza, quienes aún bajaban sus cosas del camión. Al verlo sonreír así, sintió algo raro en su pecho, como un pequeño alfiler, pero no le dio mucha importancia, confundiendolo con un sentimiento al azar.

Menos mal que aun no se daba cuenta de su presencia, pues llevaba un buen rato observándolo desde los setos mientras metía sus cosas. Al final cuando quedaron las cajas más pequeñas en el jardín, el hombre blanco agradeció a los hombres de la mudanza, argumentando que habían hecho mas que suficiente con las cajas grandes y el se encargaría de las pequeñas, dándoles una generosa propina.

Fue metiendo caja tras caja, pero el exceso de peso y el cansancio le jugaron una mala pasada, haciendo que se tropezara y cayera el contenido de estas, afortunadamente, solo eran libros y nada que pudiera quebrarse en mil pedazos, aunque para el fue como si esto hubiera sido así. Le causo cierta gracia la manera en que se levanto, como queriendo aparentar que no había pasado nada.

-Deberías tener más cuidado.- Le dijo Crowley mientras levantaba los libros regados, le llamo la atención uno en especial; "Hamlet".

-G... gracias..- Dijo el completamente sonrojado de que alguien lo hubiera visto caer.- Soy algo torpe algunas veces.- Se disculpo con una sonrisa, llevándose la mano derecha a la nuca.

Vecinos InefablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora